Hay una diferencia entre el hecho de saber que alguien existe y el hecho de conocer a esa persona. Para conocer a Dios es necesario algo más que la inteligencia y la sabiduría humanas, pues “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1ª Corintios 2:14). Es necesario que Dios revele a los hombres sus propios caracteres de una manera comprensible para ellos, y lo hizo mediante el don de su Hijo Jesucristo.
Cuando Jesús vino a la tierra, puso en evidencia los dos caracteres de Dios, a saber: la luz, que revela el pecado que está en mí, y el amor, que lo quita por completo. Conocer a Dios es haber tenido personalmente esta doble experiencia de la luz que revela el pecado y el amor que perdona al pecador arrepentido.
Esto se ve bien ilustrado en la experiencia del ladrón en la cruz: un destello de luz alcanzó su conciencia, se reconoció culpable y lo confesó. Al instante escuchó la respuesta de la gracia del Señor: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39-43). Y usted, ¿conoce a Dios mediante Jesucristo?
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