Con las naciones, los países y los pueblos sucede lo mismo que con cada criatura que nace, crece y después envejece y debe dejar el sitio a otros. Dan lo que deben dar y después se apagan; se diría que descansan para poder un día despertarse y dar nuevas riquezas. Esto se ha visto con todas las civilizaciones y es también el destino de las religiones. Una nueva religión aparece en el mundo: toma el vuelo, extiende poco a poco su influencia, llega a un punto culminante, y después se petrifica, se esclerotiza y pierde las grandes llaves de la vida. Incluso los Misterios, incluso los templos del antiguo Egipto, que poseían el saber, los poderes, ¿qué queda ahora de ellos? Los hierofantes, ¿dónde están? ¿Dónde están aquéllas creencias? Todos sufrieron las leyes inmutables de la vida, porque lo que nace debe morir y ceder el sitio. Sólo lo que no tiene principio no tiene fin. Cada religión, cada filosofía, cada ciencia, es, en cierto sentido, una forma, y ninguna forma es duradera: pasado algún tiempo debe desaparecer para dejar el sitio a otra. Pero el principio, el Espíritu, es eterno, y es él el que se encarna sucesivamente en nuevas formas." (Omraam Mikhaël Aïvanhov) |