Los tiempos que corren están marcados por la confianza en la rentabilidad, la eficiencia y la competitividad. Quienes no consiguen desarrollar habilidades suficientes para emplearse y conseguir un salario digno, parecen condenados a la mera sobrevivencia.
El relato del nacimiento de Jesús nos plantea una alternativa: no es la fuerza ni la rivalidad lo que puede transformar la realidad de personas y sociedades, sino la apertura que permite apreciar que en toda persona, independientemente de sus condiciones concretas, está presente una dignidad que hay que afirmar, reconocer y promover.
El nacimiento de Jesús implica el reconocimiento de la humanidad como una realidad única. En la vida de toda persona late un dinamismo espiritual tan lleno de significado que nos urge a salvaguardar y respetar activamente esa presencia sagrada que encierra toda persona