"La tierra es como una fortaleza en la que ni siquiera las
entidades divinas pueden instalar el orden, la justicia y la paz,
porque estas entidades no están hechas de materia física. Para
que puedan intervenir, es preciso que
sean los humanos, ellos
mismos, quienes les den la posibilidad de hacerlo. En la tierra,
los humanos son tan poderosos como todos los ejércitos
celestiales, y si quieren oponerse a ellos, ¡no hay nada a
hacer! Sólo podrán penetrar en esta fortaleza si alguien les
abre al menos
una puerta desde el interior.
¡Cuántos libros y películas cuentan las aventuras de ciudades
sitiadas que el ejército enemigo no lograba tomar, hasta el
momento en que un «traidor», desde el interior, conseguía
abrirles paso! Pues bien, lo mismo sucede con la tierra. Nunca
podrá ser tomada desde el exterior por el ejército celestial.
Es preciso que, desde el interior, algunos «traidores» abran
brechas en las murallas. «Traidor»... Esta palabra suena un
poco rara pero, al menos, con la imagen que suscita, comprendéis
que no tenéis nada más importante que hacer que abrir brechas,
con el amor y la luz, para que el ejército celestial pueda
penetrar." (Omraam M. Aivanhov)