EL PODEROSO
Caminando por la vida, encontré a un poderoso. - ¿Por qué eres poderoso? - Porque poseo autoridad y riqueza. - ¿Crees necesarias ambas para ser poderoso? - Sí. Con autoridad se obtienen riquezas y con riquezas se obtiene autoridad, y ambas constituyen el poder. - ¿Y no temes perder el poder? - Sí. Sí lo temo. Si no temiera perderlo, sería feliz. - Entonces, ¿no eres feliz? - No. No lo soy por culpa de ese temor que me corroe las entrañas. - ¿De qué te sirve, pues, ser poderoso? - Para obtener el respeto de los demás. - ¿Y para qué te sirve el respeto de los demás si no te hace feliz? ¿ No te sería más agradable el amor de los demás? ¿Crees que el que no es poderoso puede ser feliz? - Supongo que sí, porque no teme perder el poder que no tiene. - ¿No sabes que casi todos los hombres creen tener algún poder y temen perderlo? - ¿Entonces nadie puede ser feliz? - Sí. Puede ser feliz el que no desea el poder. Es feliz el que quiere ser amado y no respetado. Es feliz el que hace suya la felicidad de los demás y hace suyo el dolor de los demás. Es feliz el que, aunque tenga riquezas y autoridad, no las considera un instrumento para aislarse de sus hermanos, sino un medio para acercarse a ellos, para hacerlos más dichosos, para llenarlos de dádivas, de realizaciones, de ilusiones, de amor y de alegría de vivir. - ¿No es, pues, el poder incompatible con la felicidad? - No. No es incompatible. El poder es una energía cósmica y, como todas las energías cósmicas, es santa y es de todos los hombres. Y, cuando uno pretende apropiársela, deja de ser feliz y hace desgraciados a sus hermanos, porque las energías cósmicas son parte de Dios y Dios es de todos, porque todos formamos parte de Dios. (por Francisco-Manuel Nácher)
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