Gracias Señor por este nuevo día…
Gracias por el don de la vida, por la salud (poca o mucha), por el aire que respiro, por la naturaleza que me regalaste y tengo que cuidar, por tener lo imprescindible para estar en el mundo, por las personas que me rodean y con las que intentamos caminar juntos hacia Ti, con dificultades, con tropiezos, pero con una fe inquebrantable y sin dobleces.
Gracias Señor por mis escasos aciertos, pero mucho más te agradezco Señor por mis errores, porque de ellos aprendo y mucho. Gracias Señor por mis miserias porque ellas me hacen comprender qué pequeño soy y cuánto tengo que crecer espiritualmente si algún día quiero llegar a mirarte a los ojos.
Gracias por la posibilidad de comunicarme y por la libertad de expresar lo que pienso, aun cuando no a todos les guste lo que digo. Y es que no lo digo para que guste sino para mayor gloria tuya. Y por eso elogio las cosas que creo merecen destacarse y advierto sobre todo aquello que pienso nos aleja de ti.
Gracias Señor por permitirme entender que cuando elogio soy querido y aceptado por todos… y cuando marco lo que creo incorrecto algunos me señalan con el dedo, olvidándose que cuando me apuntan con un dedo, otros tres dedos señalan hacia ellos mismos.
Gracias Señor por permitirme hablar (o escribir) de las cosas que honestamente creo que están mal en ciertos temas, en lugar de adoptar silencios cómplices y buscar aplausos fáciles con temas en los que de antemano sabemos que todos estaremos de acuerdo.
Gracias Señor también por los que me critican, y te pido los bendigas con tu amor infinito, porque ellos me ayudan a revisar mis opiniones y corregir mis errores, que por cierto los cometo a cada rato.
Gracias Señor por renovar cada día mis escasas fuerzas para reiniciar con entusiasmo la tarea de intentar ser un buen cristiano. Aunque muchas veces no lo logre… sé que mañana será mejor.
Tu pequeño hijo.
Felipe.