El camino de la fortuna no tiene ningún secreto. Según lo explica Benjamín Franklin, la fórmula es bien sencilla: trabajo, orden y ahorro. Son las tres virtudes que combaten a los vicios de la vagancia y la pereza.
Nos advierte de no malgastar el dinero en las fantasías que nos inculcan y los estímulos en los que nos hacen creer diariamente. Nos incita a no contraer deudas, que es el mal de toda economía y ahorrar al menos la mitad de lo que ganemos.
No deja de ser curioso que en occidente estamos justamente haciendo todo lo contrario.
No ahorramos y nos hemos endeudado tanto que nos será difícil salir de esta. Quizás deberíamos retomar los viejos consejos de este sabio y no dejarnos llevar por la ilusión de la esperanza o la ensoñación de tiempos mejores.
Así que sigamos trabajando, con orden y disciplina y ahorremos todo lo que podamos porque nunca sabemos qué pasará mañana…
Tampoco olvidemos que más allá de la fortuna material, está la fortuna espiritual… De esta ya hablaremos, porque su camino es más tortuoso y a la vez más desconocido.
Seamos ricos por dentro y por fuera y que la pobreza material y espiritual no sean impedimentos para alcanzar nuestra merecida felicidad.
Así, de nuevo el camino del medio, para que el péndulo repose en su máximo equilibrio.