EI valor de cualquiera enseñanza depende de su esfuerzo en hacer hombres mejores enseguida y
constantemente; hacerles más cariñosos y considerados en su casa, más concienzudos en sus negocios, más
leales para los amigos, dispuestos a perdonar a sus enemigos; y cualquiera enseñanza que sea de tan fácil
aplicación y reporte semejantes resultados, no necesita de mayor recomendación.
¿Dónde encontrar tal enseñanza? Tenemos una monumental cosmogónica que describe los periodos
del mundo, las revoluciones, las épocas y las razas. ¿El estudio de ella hará que los hombres sean mis
cariñosos? 0 bien, si podemos inducirles a escudriñar los misterios de los números y de nombres que
contiene la Cábala, ¿se harán por ello más conscientes? Seguramente no; por lo tanto, tal conocimiento es de
menor importancia. ¿Haría a los hombres ser más morales la enseñanza de la evolución e involución, o si les
describiéramos la cíclica jornada del alma a través del purgatorio y de la gloria? Todo esto no seria
necesario, por lo menos, hasta haberles convencido, de que bajo la Ley de Consecuencia estamos sujetos al
renacimiento y a cosechar lo que hayamos sembrado. Podría ocurrir quizás, que la más pequeña insinuación
de tal creencia alejara de nosotros muchisimas personas.
Pero, se preguntarán ustedes, ¿ qué es lo que queda entonces de nuestras enseñanzas? La mayor de
todas y la más práctica. La que no despertará antagonismo alguno en ningún devoto de cualquiera religión,
ni aún en el agnóstico, puesto que no se necesita el poner la etiqueta religiosa. Provocará resultados más
beneficiosos desde el día de su aplicación, afectando, también a las futuras vidas, sin tener en cuenta, si el
hombre que la practica oiga o no la palabra Rosacruz o aprenda más o menos de nuestras enseñanzas.
Si realmente quiere usted trabajar en la viña del Señor - el mundo- no se aísle. EI estudio abstracto
puede serle bueno parte del tiempo, pero salga al mundo; gánese la confianza de las gentes en la iglesia; en
el casino y en la profesión. Si da usted un buen ejemplo, inquirirán el secreto y tendrá la suerte de ofrecerles
la mayor de todas las enseñanzas que jamás se ha conocido:
EL SECRETO DEL DESARROLLO DEL ALMA
Puede decírseles algo del tenor siguiente:
"Todas las noches después de acostarme hago examen de todos los acontecimientos del día en
sentido inverso. Pruebo a juzgarme imparcialmente a mi mismo. Me culpo si lo merezco, me arrepiento y
hago el propósito de enmendarme. Me enaltezco donde veo una acción laudable, determinando superarme al
siguiente día.
"Con frecuencia fracaso en mis buenos propósitos, pero persisto en mis tentativas, y poquito a poco
lo consigo".
Será bueno explicar también que mediante la revisión de los acaecimientos en orden inverso quedan
éstos más firmemente impresos en la memoria, pero deberá evitarse dar mayor explicación hasta tanto no
esté usted seguro de que su amigo busca una solución al problema de la vida.
Esto es propaganda discreta y discerniente.
EI estar absolutamente seguros acerca de esta cuestión es de vital importancia. Para muchos que
accidentalmente entran en el Mundo del Deseo, tales como los médium, por ejemplo, están cegados por la
ilusión y la alucinación debido a su incapacidad para conocer la verdad. Además, los Hermanos Mayores de
la Orden Rosacruz dan a los probacionistas una definida y científica enseñanza sobre este punto y con objeto
de preservarles del peligro indicado más arriba les someten a una prueba determinada y real antes de admitir
a ninguno de ellos para el discipulado. Todos deben alcanzar determinada puntuación en esta materia.
Acaso sorprenda a los lectores que no se reserve esta discusión para los probacionistas o discípulos, pero la
Fraternidad Rosacruz no cree en secretos ni misterios. Todo aquel que quiera puede calificarse para
cualquier grado y esta calificación no es una cuestión de forma, sino como consecuencia de vivir la vida.
Con respecto a la primera parte de la pregunta, "¿donde buscaremos la verdad?", diremos: Hay solo una
contestación: dentro. Esto es absolutamente un asunto de desarrollo moral y la promesa de Cristo de que si
vivimos la vida conoceremos la doctrina, es verdadera y exacta en su sentido mas lato y literal. Nunca se
encontrará la verdad por el mero estudio de mis libros o los de cualquiera otro. Mientras que se corra detrás
de maestros externos, yo mismo u otro cualquiera, el aspirante se halla perdiendo lastimosamente el tiempo
y la energía. Los libros y los maestros pueden, quizás, elevar y aumentar el interés del investigador e
impelerle a vivir la vida, pero únicamente en la medida que este convierta los preceptos de aquel en una
parte de su ser interno, se está investigando en la dirección conveniente. EI Hermano Mayor -de quien yo,
quizás, equivocadamente, hablo como si fuera un maestro - nunca me ha enseñado directamente, desde el
primer corto periodo, cuando lo que está contenido en el Concepto Rosacruz del Cosmos, fue dado, y en el
año pasado aprendí la lección de no hacer preguntas, pues he notado, que cuando quiera que obro así, él,
simplemente, me da una indicación o insinuación del modo en que por mi mismo puedo alcanzar el
conocimiento que busco. Ahora, en vez de hacerle preguntas le pido la orientación para poder solucionar el
problema. Así, pues, puede verse que por el uso de nuestras facultades, por las cuales nos podemos
comparar con los talentos de que habló Cristo, es el medio de alcanzar la información más valiosa para
nosotros.
La vida es un flujo constante y el estancamiento es el pecado
cardinal, pues las experiencias nuevas es el verdadero soplo de vida del progreso. Si nosotros hemos hallado
la verdad es sólo su consecuencia natural el buscar un campo donde ésta pueda ser útil y en concordancia
con nuestro juicio en tal materia y con la diligencia con que cultivemos tal campo, será la cosecha que
recolectaremos.
Hay una cuestión que debe ser considerada muy atentamente por cada uno de nosotros, hela aquí: "¿Qué uso
estoy haciendo de las enseñanzas que he recibido?" Nosotros podemos estar sobre una montaña entregados a
ensueños y a meditación aunque podamos vivir en una ciudad y tan sordos al grito por luz que suena en
nuestros oídos, como si el investigador se hallase a miles de kilómetros alejados de nuestro lado. A menos
que repartamos por nuestro modo de vivir (que habla más alto que las palabras) la verdad que hemos
hallado, incurriremos en una gran responsabilidad, pues a aquel que mucho se le ha dado mucho le será
exigido.
Recordemos para acabar, que
el "conocimiento infla, pero el amor construye" y que el servicio es el patrón
de la verdadera grandeza.
Del mismo modo, uno que ha encontrado lo que él cree ser la verdad puede "enterrar su tesoro" en su propio
pecho, o "poner su luz bajo un matorral" para caber, quizás después de muchos años, que lo que ha estado
tan celosamente acariciando es una burda y espúrea imitación. Así, pues, se presenta la necesidad de una
prueba final infalible, una prueba que elimine toda posibilidad de decepción y el problema es el modo de
descubrirla y aplicarla después.
La contestación es tan simple como eficiente es el método. Cuando preguntamos a los coleccionistas el
medio de que se valen para saber si un determinado articulo que han adquirido y que estiman, es una
imitación o es legitimo, generalmente nos dicen que es mediante su examen por alguna persona que haya
visto el original. Nosotros podremos engañar a todos los hombres durante un cierto tiempo o a una parte de
ellos durante todo la vida, pero nos es imposible el defraudar durante toda la vida a toda la humanidad, y si
el coleccionista hubiera exhibido públicamente su tesoro en vez de ocultarlo secretamente, hubiera conocido
rápidamente por el conocimiento colectivo de todo el mundo, si su objeto era legitimo o falsificado.
Ahora recapacite en esto, pues es muy importante: Tan cierto como el general misterio y las reservas de los
coleccionistas ayudan, incitan y estimulan el fraude respecto de los traficantes de curiosidades, así también
el deseo de tener y poseer para nosotros mismos grandes secretos no conocidos por la "plebe", estimula el
tráfico de aquellos que negocian en "iniciaciones ocultas" con ceremonias pomposas, para seducir a las
víctimas de ellos para luego desaparecer con su dinero.
¿Cómo podremos probar el valor de un eje sino es por su uso y de este modo viendo la forma en la que
conservará su extremidad después de estar sometido a un trabajo real y constante? ¿Lo compraríamos
nosotros si el vendedor nos dijera que lo colocáramos en un rincón obscuro donde nadie pudiera verlo y
prohibiéndonos a nosotros mismos que lo utilizáramos? Ciertamente que no. Nosotros lo querríamos ver
trabajar en nuestra máquina o taller donde pudiéramos constatar que esta pieza tenia el "temple" debido. Si
comprobáramos que estaba construido de "acero verdadero" nosotros lo apreciaríamos; pero, si por el
contrario, diríamos al vendedor que se quedase con su material inservible.
En el mismo principio se asienta nuestro tema, y ¿cuál es la razón de "comprar" los efectos de los buhoneros
de secretos? Si sus artículos fueran "acero fino" no habría necesidad de tal secreto y a menos que nosotros
podamos emplearlos en nuestras vidas cotidianas no tienen ningún valor. Así tampoco es de valor un eje a
menos que podamos utilizarlo, pues éste se enmohece y pierde su filo. Así, pues, tiene el deber cualquiera
que halla la verdad el emplearla en el trabajo del mundo, con la doble finalidad de salvaguardarse a si mismo
para asegurarse de que esta verdad resistirá la gran prueba y para dar a otros la oportunidad de compartir el
tesoro que encuentra útil para él. Por lo tanto, es verdaderamente importante que sigamos el mandato de
Cristo: "Dejad que brille vuestra luz."
Tomás de Kempis dijo: "Yo preferiría sentir arrepentimiento que saber el modo de definirlo", y nosotros
podemos substituir la palabra "amor" por la de arrepentimiento. ¡Oh, si nosotros fuéramos capaces de sentir
amor antes bien que ser capaces de definirlo! Pero el amor no puede ser conocido por nosotros excepto en la
medida que nos purifiquemos del gran pecado del egoísmo. La vida es nuestra posesión más preciosa y
como Cristo dijo: "No tiene el hombre más grande amor (o abnegación) que esto, es decir, que un hombre dé
su vida por sus amigos."
En la proporción, pues, que nosotros cultivemos esta virtud de la abnegación, alcanzaremos el amor, porque
son sinónimos como se indica por Pablo en su inimitable 13º capitulo de la primera epístola a los corintios. ¿
Cuando un pobre hermano nuestro llama a nuestras puertas, le damos tan poco como nos es posible? Si así
obramos, somos egoístas. ¿0 acaso le auxiliamos solamente porque nuestra conciencia no nos permite
dejarle marchar con las manos vacías? En este caso también adolecemos de egoísmo, puesto que no
queremos sentir los remordimientos de la conciencia. Aun cuando nosotros demos nuestras vidas por una
causa, ¿no lo hacemos porque pensamos en esta causa nos pertenece? A menudo oculto mi cara a mi mismo
por la vergüenza que siento por este pensamiento en relación con la Fraternidad, y aún debemos continuar en
nuestro puesto. Pero no nos engañemos a nosotros mismos; luchemos con el demonio del egoísmo y estemos
siempre alerta contra sus sutiles añagazas y encantos. Si sentimos que nos susurra a nuestro oído que
necesitamos descanso y no nos es posible sacrificarnos por los demás, o si vemos que no podemos dar a los
demás de nuestro sustento, hagamos un soberano esfuerzo para imponer la gratitud de la generosidad. En
efecto, nosotros no reservamos más que lo que damos; nuestros cuerpos desaparecen y nuestras posesiones y
propiedades las dejamos detrás de nosotros, pero nuestras buenas acciones permanecen nuestras por toda la
eternidad.
Probablemente sabrá usted que la palabra "filosofía se compone de dos voces que significan "amor de la
sabiduría". Muchos se figuran que "amor de la sabiduría", en este sentido, es sinónimo de "deseo de
conocer", pero una lección reciente nos ha mostrado la vasta diferencia que media entre "conocimiento" y
"sabiduría". Sabiduría implica amor antes, después y siempre, mientras que el "conocimiento" puede
aplicarse a los peores propósitos imaginables. De hecho, el verdadero esotérico que se inspira en una
devoción ferviente en el estudio y el trabajo en la vida, es demasiado modesto para aceptar el titulo de
filósofo, pues para él significa aún más al volverlo del revés y lo llama: "Sabiduría del amor" en lugar de
"Amor de la sabiduría." Una ligera consideración esclarecerá pronto este punto. El sujeto escogido para las
próximas lecciones es uno de los más íntimos y santos que se puedan elegir, por lo que fácilmente se
colegirá que es necesario abordarla con este espíritu de “sabiduría del amor", en este amor que encierra la
real y completa concepción de lo que la verdadera filosofía es y significa.
Roberto Burns dijo una vez:
"¡Oh! ¡Qué poder nos hiciera la merced de poder vernos a nosotros mismos como los demás nos ven!"
Pero me temo que aquel poder seria una amarga posesión aunque parezca deseable pensándolo
superficialmente. Todos y cada uno de nosotros estamos plagados de defectos. Hay instantes en que
representamos un triste papel en el escenario del mundo. Algunas veces parecemos arrojados a la deriva, sin
objeto alguno, de aquí para allá, por el timón del Destino al par que otros que no pueden ver la viga en su
propio ojo nos critican amargamente y nos ponen en ridículo. Si nos viésemos con sus ojos perderíamos
aquel esencialísmo atributo, nuestro propio respeto y temeríamos encaramos con nuestros semejantes.
Cuando comprendemos que esto es así (y no es posible que no nos convenzamos de ello a poco que se
medite) entonces podríamos con provecho considerarlo por el lado opuesto, volver la oración por pasiva y
comprender que nosotros, al criticar agudamente los más mínimos defectos de los demás, adoptamos una
actitud muy poco fraternal, antifilosófica y desprovista de la "sabiduría del amor". Es el propósito de las
próximas lecciones darnos una idea de lo que ha causado en el pasado alguna de las cosas que más
criticamos en los otros, con el objeto de que podamos evitar personalmente parecidos errores; su propósito
es también que practiquemos aquella caridad cristiana, real y verdadera, que no se envanece ni se engríe, que
no busca lo suyo ni se regocija con el mal, sino con la verdad, como Pablo la describe en aquel hermosísimo
capitulo 13º de la 1º Epístola a los corintios.
Yo confío que usted acogerá estas lecciones con un tal espíritu y que le serán perdurablemente beneficiosas.
Los Hermanos Mayores cuya labor ellos están realizando. Y que es vuestra obligación decir
amable pero firmemente a esa gente que no vais a escuchar sus acusaciones, que vais a
ayudar en la construcción y que, por tanto, no podéis participar en la destrucción.
Tened muy claro que los probacionistas no deberán permitir a nadie mezclarse
con los miembros para sembrar semillas de sedición Y que, en interés de vuestro propio
Centro de Estudios, debéis poner fin a esas perniciosas conductas de nuevos miembros,
antes de que hayan profundizado en las Enseñanzas, pues vosotros trabajáis duramente para
asimilarlas, ponéis el dinero para construir vuestro Centro y, si está mal por parte de los
perturbadores, frustrar vuestros esfuerzos, es necio, por vuestra parte, el permitirlo.
Os sugeriría que esta carta la tuvieseis siempre a mano para releerla cuando las
circunstancias lo aconsejen. Espero que ahora sabréis cual es vuestra obligación y cuál
vuestro interés. Pues es de esperar que la situación se repita y así, entonces estaréis
preparados para combatirla todos a una.
Con sinceros deseos de crecimiento para vuestro Centro, para vuestra clase y para
vuestra evolución anímica en la escuela del Servicio,
Siempre vuestro en fraternidad,