Quienquiera que ame, por débil que sea su concepto
respecto del amor, está manifestando una unificación y por lo mismo
está ayudando a que la Evolución convierta todas las cosas en una. Dios
es Uno, el Amor es Uno, por tanto, con razón se dice “Dios es Amor”. El
gran principio cósmico del amor no es fácilmente comprendido.
Muchos lo
toman como una emoción, pero es mucho más que eso; es una actitud. Es
afinidad armónica, la cual es unión. Cuando, por medio de la mente, dominamos
por completo las emociones, el amor puede reinar aún como supremo
mientras actúa en simpatía con el intelecto. Cuando se trasciende el
intelecto por medio de la intuición y de las grandes fuerzas de los planos
espirituales, el Amor manifiesta al Espíritu Divino de manera mucho más
vívida.
El Cristo Cósmico - esa gran fuerza en la cual vivimos - se manifiesta,
según se nos dice, por medio de tres emanaciones, esto es: Sabiduría,
Poder y Amor. El Amor construye la forma para el invisible Poder, pero sin
la Sabiduría, el Amor es infecundo. Y así también la Sabiduría sin Amor es
oquedad, y Poder sin Amor puede convertirse en orgullo, soberbia o presunción.
Si consideramos el dilatado proceso de la Evolución, encontramos
que los instintos animales y las pasiones de las razas primitivas se van
dominando gradualmente por una mentalidad más avanzada, pero aún en
la actualidad, a pesar de los grandes períodos de tiempo transcurridos, el
promedio de las gentes está más o menos gobernado por sus emociones.
Han transcurrido dos mil años desde que el Señor del Amor y Compasión,
Jesús de Nazaret, dió ejemplo con su vida y con sus enseñanzas,
de la Gran Ley del Amor - la fraternidad universal y la unidad del género
humano en Dios el Padre - y no obstante, esa unidad se halla todavía muy
lejos, y de aquellos que le llaman Maestro depende el que entren en la fase
actual de esa ley que se está manifestando en varias actividades que tienen
por finalidad la sociabilidad de la humanidad y el alivio de la carga que
pesa sobre el reino animal.
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