2. EL JOVEN RICO Y OTROS
Más de cincuenta discípulos que querían ser ordenados y nombrados miembros de los setenta fueron rechazados por el comité nombrado por Jesús para seleccionar a estos candidatos. Este comité consistía en Andrés, Abner, y el jefe del cuerpo evangelista. En todos los casos en que este comité de tres miembros no llegaba a un acuerdo unánime, llevaban al candidato ante Jesús, y aunque el Maestro no rechazó a ninguno de los que ansiaban ser ordenados mensajeros del evangelio, hubo más de una docena que, después de hablar con Jesús, ya no desearon ser mensajeros del evangelio.
Un discípulo serio vino adonde Jesús, diciendo: «Maestro, quiero ser uno de los nuevos apóstoles, pero mi padre es muy viejo y está a punto de morir; ¿se me permitiría regresar al hogar para enterrarlo?» A este hombre le dijo Jesús: «Hijo mío, los zorros tienen guaridas y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza. Tú eres un discípulo fiel, y puedes seguir siéndolo al retornar a tu hogar y ministrar a tus seres queridos, pero eso no ocurre con los mensajeros de mi evangelio. Ellos lo han abandonado todo para seguirme y proclamar el reino. Si quieres ser ordenado instructor, debes dejar que otros entierren a los muertos, mientras tú sales para difundir la buena nueva». Y este hombre se alejó, grandemente desilusionado.
Otro discípulo vino ante el Maestro y dijo: «Quisiera ser ordenado mensajero, pero quisiera ir a mi casa por un corto período para consolar a mi familia». Jesús replicó: «Si quieres ser ordenado, debes estar dispuesto a abandonarlo todo. Los mensajeros del evangelio no pueden tener afectos divididos. Ningún hombre que habiendo puesto la mano en el arado se vuelve atrás, es merecedor de ser mensajero del reino».
LU 1801