Ser agradecidos es propio de corazones nobles. No es lo común. Cuando Jesús curó a diez leprosos, sólo uno regresó a dar las gracias. El reconocimiento de los favores recibidos hace quedar bien consigo mismo por haber hecho lo que es justo y correcto. Desde luego, el que beneficia a alguien debe hacerlo por pura bondad. Pero le es grato verse agradecido.
Hay que saber decir “gracias”. Nuestros días están colmados de regalos que Dios nos envía. Si supiéramos verlos y llevar la cuenta de todos, llegaríamos a la noche, deslumbrados y radiantes ante tantos dones recibidos. Como niños en día de Reyes. Y miraríamos agradecidos a Dios. Y fiados en que él nos lo da todo, seríamos felices al saber que todos los días nos dará regalos nuevos y distintos. Todo es don de Dios. Aún las cosas más pequeñas. Y don suyo es toda esta colección de regalos que es la vida. Vida que será rosa o sombría, según utilicemos esos dones. Michel Quoist.
San Pablo exhortaba a los cristianos de Colosas a “vivir dando gracias a Dios”. Ejercítate y verás que te ayuda a vivir la relación con Dios de una forma concreta y existencial, descubriendo con gozo los dones que te regala a cada paso. Es una oración que ensancha el corazón y descansa la mente. Acostúmbrate a practicarla.