"El niño que viene al mundo, es un alma que se limita y sufre al tener que entrar en un cuerpo en donde se siente tan reducido.
Incluso si esta limitación es necesaria para permitir la manifestación en el plano físico, el ser humano no debe olvidar nunca que su alma tiene por morada el espacio infinito. Cerrada en un cuerpo, aspira a esta inmensidad en donde se dilata, se alegra. Es por ello que, incluso si un ser teme a la muerte porque la siente, lo que es natural, como un desarraigo, su alma la acoge como una liberación.
La existencia está hecha de estos dos movimientos, la limitación y la dilatación, que cada uno debe aprender a equilibrar. Incluso cuando sois solicitado de todas partes, si no queréis que vuestra alma acabe ahogándose, marchitándose, no os dejéis acaparar por las tareas y las preocupaciones materiales.
De vez en cuando, durante algunos instantes por lo menos, deteneos, entrad en vosotros mimos, abríos a la inmensidad… después volved a vuestras ocupaciones."
(Omraam M. Aivanhov)