Dios, no es ese Dios lejano y ajeno a nuestras preocupaciones cotidianas, Él no reside en lugares especiales para el culto, Él está en nuestra propia alma, siempre dispuesto a ayudarnos en todo momento.
“Cuando el hombre pierde de vista el amor de un dios personal, el reino de Dios, se convierte solamente en el reino del bien” lo cual no es suficiente, porque estamos ignorando que “la mayor revelación del amor de nuestro Padre, se ve en la vida de otorgamiento de su Hijo, que vivió en la tierra el ideal de la vida espiritual. Es el Ajustador residente, quien individualiza el amor de Dios para cada alma humana.” 40
El mundo está como está, porque nos hemos olvidado “que el verdadero Dios, no está lejos, que es parte de nosotros, su espíritu habla desde dentro de nosotros”45 y sólo tenemos que aquietar nuestra alma, para escuchar lo mucho, que tiene que decirnos en forma particular y no a través de terceros, porque la verdadera religión es “la actitud de un alma individual, en sus relaciones conscientes con el Creador” 1603 porque lo que tú tienes que decirle a Dios, no es lo mismo que yo necesito decirle y por tanto, las respuestas de Dios son también diferentes, para cada ser humano.
Y estas relaciones, no son las de un siervo hacia su señor, sino las que tiene un buen padre con su hijo, son de amor y de respeto por su individualidad, pues “cada ser humano, define la religión en términos de su propia interpretación experiencial, de los impulsos divinos, que emanan del Espíritu de Dios, que en él reside y por lo tanto esta interpretación debe ser única y totalmente distinta de la filosofía religiosa de todos los demás seres humanos.” 1130
Jesús no nos pide uniformidad, sino por el contrario, el nos pide que “no seamos dogmatizados y estandarizados según las interpretaciones religiosas de los hombres, incluso de los hombres buenos.” 1591
Cuando Dios deja de estar en los altares o en lugares determinados, comenzamos a “sentirlo” en nuestro propio corazón donde debería estar siempre, y con quién deberíamos tener el trato y la confianza para conversar con él con el corazón abierto, para ser capaces de contarle nuestras cuitas, con la sencillez que un niño conversa con su padre...
yolanda silva solano