"Aunque es indispensable que los niños y los adolescentes estudien, que obtengan diplomas, nos vemos obligados a constatar que la formación del carácter es más importante que el desarrollo del intelecto.
Porque lo esencial, es vivir, no es ser médico, abogado, ingeniero o economista. Y para vivir, para afrontar todas las condiciones de la existencia, es importante trabajar nuestro carácter. La instrucción es una cosa y la educación es otra. Más que de profesores eruditos, la juventud tiene necesidad de instructores que les revelen qué es la vida y cómo deben vivirla para que las fuerzas, las cualidades, los dones que poseen puedan manifestarse en plenitud.
Hasta que no se haga hincapié en la formación del carácter, y solamente en el desarrollo del intelecto, los conocimientos dados a los jóvenes en las escuelas y en las universidades sólo servirán para su éxito personal; y este éxito, van a obtenerlo a menudo a expensas de los demás. Pero si se les enseña a trabajar también su carácter, a no tratar de utilizar sus conocimientos exclusivamente para su propio provecho, veremos cómo surgen seres capaces de hacer evolucionar a toda una sociedad."