Una vez alguien le comentó a mi padre, el Rav Berg, que las personas son afortunadas si en el curso de sus vidas tienen al menos 5 amigos verdaderos a quienes amen realmente. El Rav le respondió: “Las personas son afortunadas incluso si tienen tan siquiera un amigo de verdad”. El Rav explicó que la verdadera prueba para nuestra amistad no se encuentra en cuánto amas a alguien cuando está en su mejor momento, sino en cuánto lo amas cuando están en el peor. No es una coincidencia que ésta también sea la verdadera prueba de la espiritualidad.
Esto se debe a que la amistad ES espiritualidad.
Con cada paso que damos nos acercamos lentamente a sentir más amor genuino, tolerancia y dignidad humana hacia otros y nos alineamos cada vez más con el amor incondicional del Creador, el cual es la fuente de toda plenitud y de las bendiciones que buscamos.
Aprender a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es un trabajo para toda la vida. Mientras más aprendemos a amar, más alegría invitamos a nuestra vida.
(Yehuda Berg)