4. LAS DIFICULTADES DE LA TRANSICIÓN
La verdadera religión convierte al religionista en fragrancia social y es causa de discernimiento de la hermandad humana. Pero la formalización de los grupos religiosos muchas veces destruye aquellos mismos valores para la promoción de los cuales se organizara el grupo. La amistad humana y la religión divina se ayudan mutuamente y son significativamente esclarecientes si el crecimiento de cada uno está equilibrado y armonizado. La religión da nuevo sentido a todas las asociaciones de grupo: familias, escuelas y clubes. Imparte nuevos valores al juego y exalta el verdadero humor.
El liderazgo social se transforma por la compenetración espiritual; la religión impide que todo movimiento colectivo pierda de vista sus verdaderos objetivos. La religión, juntamente con los niños, es el gran unificador de la vida familiar, siempre y cuando sea una fe viviente y creciente. La vida familiar no puede existir sin niños; puede ser vivida sin religión, pero tal falta multiplica enormemente las dificultades de esta íntima asociación humana. Durante las primeras décadas del siglo veinte, la vida familiar, después de la experiencia religiosa personal, sufre mayormente por la decadencia consiguiente a la transición de las antiguas lealtades religiosas a los nuevos significados y valores que están surgiendo.
La verdadera religión es una manera significativa de vivir en forma dinámica frente a frente con las realidades comunes de la vida diaria. Pero si la religión ha de estimular el desarrollo individual del carácter y aumentar la integración de la personalidad, no debe ser estandardizada. Si ha de estimular la evaluación de la experiencia y servir como un señuelo que en sí mismo es un valor, no debe ser estereotipada. Si la religión ha de promover lealtades supremas, no debe ser formalizada.
Sean cuales fueran los trastornos que acompañen el crecimiento social y económico de la civilización, la religión es genuina y valiosa si fomenta en el individuo una experiencia en la cual la soberanía de la verdad, la belleza, y la bondad prevalece, puesto que tal es el verdadero concepto espiritual de la realidad suprema. Y a través del amor y de la adoración esto se vuelve significativo como hermandad con el hombre y filiación de Dios.