En nuestra vida terrenal,
Es difícil recordar que somos almas
Y no simples cuerpos físicos.
Constantemente nos distraen
Las ilusiones y desilusiones de este mundo.
Nos enseñan que el dinero, el poder,
Y el prestigio y las posesiones materiales
Son de suma importancia
Y a veces incluso el motor
De nuestras vidas.
Nos enseñan que para ser felices
Tenemos que lograr que los demás
Nos aprecien y nos respeten.
Estar solo, nos dicen, es ser desgraciado.
Recordar que somos almas,
Que somos inmortales y que existimos siempre en un vasto mar de energía es la clave para llegar a la alegría y a la felicidad.
En ese mar energético, toda una serie de espíritus que están para ayudarnos nos conducen por el sendero de nuestro destino, nuestro viaje evolutivo hacia la conciencia de Dios.
No competimos con ninguna otra alma: nosotros tenemos nuestro sendero y ellos el suyo.
No se trata de una carrera, sino de un viaje que emprendemos juntos hacia la luz de la conciencia.
Las almas que han progresado o evolucionado más tienden una mano con amor y compasión a las que se han quedado atrás.
La última alma que completa su trayecto no vale menos que la primera.
Todo es crecimiento y aprendizaje, un crecimiento continuo.
El cuerpo no es más que un vehículo que utilizamos mientras estamos aquí.
Al morir no nos llevamos
Las cosas que poseemos.
Nos llevamos nuestros actos y nuestras obras,
Los frutos de la sabiduría de nuestro corazón.
Cuando despertamos a la idea
De que todos somos seres espirituales,
Cambian nuestros valores.
Y por fin podemos ser felices y estar en paz.
Tomado del Libro: "Sólo el amor es Real"