Uno de los males endémicos de nuestra época es la soledad interna, aquella que muchas personas sienten, aun cuando estén conectadas al wasap y múltiples actividades. La peor de las soledades es la que se vive acompañada, porque el vacío y la soledad al igual que la felicidad, no están fuera sino dentro de la propia persona.
La vaciedad y el hastío se han convertido en un estado de ánimo casi permanente y son una de las principales causas del cansancio y el strees que sufre gran parte de la población, que por sentirse vacía, sin estímulos y cansadas de la monotonía de sus vidas, buscan refugio en la masa, perdiendo así su identidad como personas y su capacidad de pensar y actuar por ellas mismas.
"Los seres humanos infaliblemente se desalientan cuando ven únicamente las transacciones transitorias del tiempo. El presente cuando está divorciado del pasado y del futuro se torna desesperadamente trivial. Tan sólo el vislumbre del círculo de la eternidad puede inspirar al hombre a dar lo mejor de si mismo y llevar lo mejor que hay en él a su máxima expresión” 1777.
La gente de hoy ya no vive sometida a la autoridad de la iglesia o las leyes morales, hoy en día los dictadores que rigen sus vidas son lo que dicen las Redes sociales y el consumismo desenfrenado que es el alimento del primero. Paradojalmente, mientras más siguen las órdenes externas, más solas se sienten porque la sensación de vacío proviene de la impotencia de hacer algo útil con sus vidas y con el mundo en que viven, porque “no podemos buscar a Dios por medio del conocimiento, pero podemos conocerlo en nuestro corazón por medio de la experiencia personal”1453.
El gran peligro de esta sensación de vacuidad y de impotencia es que tarde o temprano lleva al hombre a un penoso estado de ansiedad y desesperación, porque en lo más profundo de su ser, sienten que “son templos de Dios y que el Espíritu de Dios mora en ellas. No es suficiente que este espíritu se haya derramado sobre nosotros. El Espíritu divino debe dominar y controlar cada fase de la experiencia humana” 381.
Si estas personas, en vez de aturdirse con el bullicio de la masa, se detuvieran un instante para escuchar el silencio de sus almas, descubrirían que “ningún mortal que conoce a Dios puede estar nunca solo en su viaje a través del cosmos, porque sabe que el Padre camina a su lado a cada paso” 1291.
yolanda silva solano