La inteligencia espiritual, la conciencia de sentido y aportación, nos ayuda a pasar de las visiones personales independientes a la experiencia de la interdependencia que respetando la individualidad o sentido de nuestro singular papel en la vida, también escucha y siente la totalidad del sistema y del entorno del que formamos parte.
Nuestra inteligencia espiritual nos ayudará a encontrar nuestro propio "para qué", el propósito que da sentido a nuestra vida, nuestra capacidad mental se encargará de concretar el "qué", lo que queremos lograr, nuestra capacidad física nos permitirá disciplinarnos y comprometernos para descubrir el "cómo", es decir, la manera de lograrlo y nuestra pasión será la fuerza de los sentimientos que en cada paso impulsará al "para qué", al "que" y al "como".
Ahora podemos observar las necesidades a nuestro alrededor. Observar los talentos que una vez disciplinados y aplicados podrán responder a esas necesidades. Observar si nuestra conciencia nos inspira e impulsa a pasar a la acción y comprometernos en esa actividad. Quizás ahí se encuentra la posibilidad de dejar oír nuestra voz y de encontrarnos con nuestra vocación. La mente no puede tener lo que no elige ser, por lo tanto la oportunidad está en desarrollar una visión que trascienda nuestros límites y trabajar por ella, de corazón, con conciencia y responsabilidad.
El reto es llegar a ser lo que puedes ser