"Con su apoyo, con sus consejos, los amigos pueden ser una ayuda preciosa en las pruebas de la vida. Pero no es razonable correr a su casa o coger el teléfono cada vez que tengamos alguna razón para estar tristes, decepcionados o descontentos. Aunque nos sintamos un poco mejor después, se trata de una mejoría pasajera, porque no hemos hecho ningún verdadero trabajo interior para resolver los problemas y, a la primera ocasión, volvemos a caer en los mismos estados negativos. Así que, no sólo hemos envenenado a los demás, sino que no hemos mejorado nada en nosotros mismos.
¿Algo o alguien te ha contrariado? Quédate en casa tranquilo, concéntrate en la luz, reza, canta, escucha música... O bien sal de casa y ve a caminar por las calles o por la naturaleza, y no te presentes ante los demás hasta que no te sientas capaces de aportarles algo bueno, constructivo. Si te acostumbras a observarte, constatarás que tienes más bien tendencia a hacer lo contrario: cuando las cosas van mal, corres a casa de los demás para compartir tus problemas y, cuando las cosas van bien, no tienes nada que contarles. Pues bien, de ahora en adelante piensa en compartir sólo las cosas buenas con tu entorno, tu paz, tu gozo: esto contribuirá también a aligerarte, a liberarte."