La serenidad, es la confianza en la verdad de lo que
profesamos creer.
Libro de Urantia. Pág. 1641
La intolerancia a lo
largo de toda la historia, ha sido la causante de infinidad de muertes y
desaciertos entre los hombres. La peor es la
intolerancia religiosa, porque no se duda en matar en nombre de Dios, basta
recordar las Cruzadas y la Inquisición
Ella nace de la visión diferente que tenemos
del bien y del mal y de la incapacidad de escuchar los argumentos de la otra
persona. Al intolerante, no le
interesa encontrar la verdad, solamente desea imponer sus ideas y su criterio,
en él prevalece su ego, el cual lo vuelve sordo y ciego a cualquier otro
argumento que no sea el personal. Tiene
un gran sentimiento de superioridad, tras el cual, la gran mayoría de las veces,
se oculta un sentimiento muy fuerte de inseguridad.
“No olvidéis que la
intolerancia es la máscara, que oculta secretas incertidumbres sobre la verdad
de las creencias de uno. Ningún hombre
se molesta por la actitud de su prójimo, si tiene absoluta confianza en la
verdad de lo que cree su corazón. La
serenidad, es la confianza en la verdad de lo que profesamos creer. Los hombres sinceros, no temen el examen
crítico de sus convicciones firmes e ideales sinceros” 1641.
El intolerante sobrevalúa
sus juicios y es un crítico mordaz de la opinión ajena. Se vuelve dogmático y por lo mismo se
estratifica, porque no se permite cambiar, ignora que el estancamiento es la
muerte. Muchas veces, pone tanto énfasis
en defender sus ideas, que no le quedan fuerzas para llevarlas a la práctica
porque “cuando se siente importante, pierde energía a través del desgaste de la
dignidad de su ego, de manera que queda poca energía para realizar la tarea” 555
que con sus palabras predica y niega con sus actos.
El intolerante, no
considera a los demás hombres como sus hermanos, porque les niega la posibilidad
de hacer uso de su propio libre albedrío, ignora que “no hace falta que veamos
las cosas de la misma manera, ni que sintamos de la misma forma, ni tampoco que
pensemos de la misma manera para ser iguales espiritualmente”
1591.
Practicar la tolerancia,
debería ser nuestro primer deber en nuestro camino evolutivo, porque al
practicarla estamos realmente cumpliendo la regla de oro que es amar y
comprender a nuestros hermanos y reconocer en cada uno de ellos a un hijo de
Dios que tiene pleno derecho a usar su albedrío.
yolanda silva solano