Sabemos
cuantas horas seguidas podemos aguantar trabajando, pero no sabemos cuantas
horas necesitamos para ocuparnos de nuestra mínima tranquilidad personal. Ocurre
también con frecuencia, que tampoco
sabemos manejarnos demasiado bien frente a las frustraciones, ante las que
solemos buscar salidas que más que calmarlas parece
exacerbarlas.
Pero los hechos son los hechos: nuestro cuerpo
biológico, en especial nuestro sistema nervioso, tiene sus propias limitaciones
de funcionamiento, no puede estar permanentemente activado forzado a trabajar al
máximo, ni menos a soportar la máscara que nos ponemos cuando queremos aparentar
lo que en realidad no somos. A veces una
autoestima mal entendida, es nuestro peor enemigo, el ego no ayuda a la
serenidad, porque “cuando te sientes importante, pierdes enegría a través del
desgaste de la dignidad del ego, de manera que queda poca nergía para realizar
la tarea. Es el ego el que agota más que el esfuerzo del
logro.”555
Si no damos
importancia a los primeros síntomas de cansancio y miedo, podemos caer en lo que
la neurociencia denomina un ataque de pánico o crisis de ansiedad, las que
traen mayores complicaciones a nuestro organismo, las mismas que podríamos
evitar si en verdad nuestra fe fuese algo vivo y real en vez de ser una
costumbre y un conjunto de ritos y oraciones dichas sin conciencia, porque la fe
verdadera nos permite sentirnos realmente hijos de Dios y amados por Él en una
forma única y personal, porque es cierto "que Dios mora en el Paraíso, pero su
divina presencia también está en la mente de los hombres."139
Cuando
logramos sentir a Dios cerquita de nuestra vida cotidiana, nos sentimos seguros,
porque confiamos en su amor paternal, aún cuando "la mente del hombre es incapaz
de comprender cómo un Dios tan grande y majestuoso como el Padre Universal,
puede descender de su morada en
perfección infinita para fraternizar con cada criatura humana, entonces tal
intelecto finito debe hallar la certidumbre de la comunión divina en la verdad
del hecho de que un fragmento real del Dios viviente reside en el intelecto de
cada mortal de mente normal y moralmente
consciente. Los Ajustadores del Pensamiento residentes, son parte de la Deidad
eterna del Padre Paradisiaco. El hombre no necesita ir más allá de su propia
experiencia interior de contemplación del alma de esta presencia de realidad
espiritual para encontrar a Dios e intentar la comunión con él,"62
yolanda silva
solano