LA REINA DE SABA
La leyenda masónica es voluminosa, circunstancial, vulgar y aún artificiosa
y fantástica para el profano que no acierta a descubrir el importante
significado subyacente en cada palabra; pero sólo expondremos los
fragmentos relacionados con nuestro capital objeto y las explicaciones para
enlazarlos.
Los sucesos que condujeron a la conspiración tramada contra el Gran
Maestre Hiram Abiff, a que nos referíamos en el capítulo anterior, y que
culminó en su asesinato, comenzaron con la llegada de la reina de Saba,
atraída a la corte de Salomón por referencias de la maravillosa sabiduría de
este monarca y el esplendor del templo en cuya construcción estaba
empeñado. Dicese que llegó cargada de soberbios presentes y que desde un
principio admiróle en extremo la sabiduría de Salomón. La misma Biblia,
escrita con arreglo al criterio de las Jerarquías Jehovísticas, insinúa que la
reina vió en la corte de Salomón a otro más gallardo, aunque nada concreta
sobre el particular. El matrimonio de Salomón con la reina de Saba no llegó
a consumarse, pues de lo contrario el nombre masón se hubiese desvanecido
hace largo tiempo, y la humanidad en general fuera hoy hija sumisa de la
iglesia dominante, sin opción ni albedrío ni prerrogativas. Tampoco podía
casarse con Hiram so pena de quedar quebrantada la religión. Ha de esperar
a desposarse con quien reúna las buenas cualidades de Salomón y de Irma y
esté libre de sus flaquezas. Porque la reina de Saba simboliza la compleja
alma de la humanidad, y al término de la obra de nuestra era o etapa
evolutiva, el alma será la esposa; y Cristo, a quien San Pablo llama Sumo
Sacerdote del orden de Melquisedec, desempañará el doble oficio de cabeza
espiritual y temporal, será sacerdote y rey, en beneficio eterno de la
humanidad en general que está ahora esclavizada a la iglesia o al Estado,
pero en consciente o inconsciente espera el día de la emancipación
simbolizada en el milenio, cuando descienda del cielo la maravillosa ciudad
de la paz, la Nueva Jerusalén. Y cuanto más pronto se efectúe esta
entrefusión, mejor será para el linaje humano. Por lo tanto, ya se intentó
esta entrefusión en la época y en el lugar donde según la leyenda ocurrió el
episodio del amor de Salomón y de Hiram. Allí las dos Ordenes iniciáticas
se concertaron con el intento de realizar una definitiva unión simbolizada en
el Mar de Bronce. Pro vez primera se intentó esta obra que no hubiera
podido llevarse a cabo anteriormente, porque el hombre no estaba todavía lo
bastante evolucionado; pero en este otro entonces parecía como si los
combinados esfuerzos de los hijos de Seth y los hijos de Caín pudieran
realizar la obra, y a no ser por el deseo que cada linaje tenía de quitarle al
otro el afecto de la reina de Saba o alma de la humanidad, se hubiera
conseguido una equitativa unión entre la Iglesia y el Estado y muy
poderoso impulso recibiera con ello la evolución humana.
Sin embargo, tanto la Iglesia como el Estado estaban celosos de sus
particulares prerrogativas. La Iglesia sólo admitía la unión bajo
circunstancia de que había de mantener todo su antiguo dominio sobre la
humanidad y asumir además el poder temporal. El Estado tenía análogas
exigencias egoístas, y la reina de Saba o humanidad en general permanece
todavía célibe. La leyenda masónica relata en los siguientes términos la
historia del intento y su fracaso.
Después que la reina de Saba hubo visto el suntuoso palacio de Salomón y
hubo hecho sus exquisitos regalos de oro y obras de arte, quiso ver también
el grandioso Templo, cuya construcción estaba, a punto de terminar.
Maravillóse mucho de la magnitud de la obra, pero le extrañó la aparente
ausencia de operarios y el silencio reinante en aquel lugar, por lo que le
suplicó a Salomón que llamara a los operarios para que ella pudiese ver a
quienes habían labrado tal maravilla; pero aunque los palaciegos de
Salomón obedecían el más leve deseo del monarca, y aunque el Dios
Jehová había ordenado a Salomón que edificara el templo, los operarios no
estaban sujetos a su autoridad, pues sólo obedecían a quien tenía
La Palabra y El Signo. Por lo tanto, nadie acudió al llamamiento de Salomón,
y la reina de Saba no pudo menos de inferir que tan maravillosa obra estaba
construida por alguien superior a Salomón. En consecuencia, insistió la
reina en ver y conocer al Rey de las Artes y a sus admirables operarios, con
mucho pesar de Salomón, quien sentía haber desmerecido en la estimación
de la reina.
El templo de Salomón es nuestro sistema solar, que constituye la gran
escuela de vida para nuestra evolucionante humanidad. Escritas están en las
estrellas las líneas generales de su historia pasada, presente y futura, y todo
normal entendimiento puede discernir su plan. En el esquema
microcósmico, el templo de Salomón simboliza también el cuerpo humano
donde el individualizado espíritu o ego evoluciona como evoluciona Dios
en el universo. La obra del verdadero templo se lleva a cabo por fuerzas
invisibles que actúan silentemente y edifican el templo sin golpeteos de
martillo. Así como el templo de Salomón fue visible en todo su esplendor a
la reina de Saba, así también se percibe fácilmente el trabajo de dichas
fuerzas invisibles, tanto en el universo como en el hombre, pero se
mantienen en el transfondo y actúan sin ostentación, ocultándose a todos los
que no tienen el derecho de verlas ni de mandarlas.
La relación entre estas fuerzas naturales y la obra que realizan en el
universo se comprenderá mejor con un ejemplo. Supongamos que un
albañil desea construir una casa para habitarla. Escoge el terreno, acumula
allí los materiales y después con las herramientas de su oficio comienza a
echar los cimientos. Poco a poco se levantan las paredes, se tienden las
techumbres, se completa el interior y se acaba el edificio. Supongamos
también que durante todo el tiempo que estuvo trabajando, un perro ( que es
un inteligente espíritu perteneciente a otra posterior oleada de vida
evolucionante) vigilaba sus acciones y el procedimiento de construcción,
viendo como iba edificando la casa hasta dejarla concluida. Pero el perro no
comprende bien lo que el albañil está haciendo ni cual es su propósito.
Supongamos asimismo que el perro fuese incapaz de ver al albañil ni de oír
el ruido del martillo y demás herramientas. En este caso se hallaría el perro
respecto del albañil como la humanidad en general se halla con relación al
Arquitecto del Universo y de las fuerzas que actúan bajo su mandato. El
perro sólo podría ver entonces los materiales que uniéndose lentamente
tomaban forma hasta terminar el edificio. También la humanidad ve el
silente crecimiento de la planta, del ave y del bruto, pero es incapaz de
comprender las causas de este crecimiento material y los cambios que
ocurren en el universo visible, porque no ve el innumerable ejército de
invisibles operarios que sigilosamente actúan en profundo silencio para
producir tales resultados. Tampoco responden los invisibles operarios al
llamamiento de quien no posee el signo y la palabra de poder, por muy alta
posición que ocupe en el mundo.
Los clérigos ponderan siempre la necesidad de la fe, mientras que los
estadistas dan mayor importancia y ponen toda su confianza en las obras.
Pero la fe manifiesta en obras es el supremo ideal de expresión.
La humanidad puede y debe admirar la elevación de sentimientos y la
brillantez de la oratoria; pero cuando un Lincoln quebranta las cadenas que
aherrojaban a una esclavizada raza, o un Lutero se rebela a favor de los
oprimido espíritus de la humanidad y les asegura la libertad religiosa, la
manifiesta acción de estos emancipadores revela una belleza d alma que no
se advierte en quienes se remontan a las nubes, pero temen mancharse las
manos en la obra del templo de la humanidad. Estos no son verdaderos
constructores de templos y serían incapaces de inspirarse en la
contemplación del maravilloso templo que describe Manson en El
Sirviente en la Casa. El autor se llama Man-son, que puede significar que
se considera Hijo del Hombre, auque también puede significar “masón”,
porque el siervo en la casa era asimismo constructor de templos.
Maravillosa intuición denota el autor del drama al trazar la escena en que su
siervo, el operario enamorado de su obra, le habla al mundano clérigo,
henchido de bajezas y tan vil como un sepulcro blanqueado, del templo que
había construido. Este concepto es una joya mística, y la exponemos para
meditación del lector.
“Me temo que no sea capaz de considerarlo en toda su esencial importancia.
Se ha de examinar bajo cierto aspecto y en determinadas condiciones.
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