LOS LIBROS DEL SALVADOR
Durante el siglo dieciocho aparecieron en Inglaterra ciertos textos antiguos que
parecían ser las enseñanzas desconocidas o “perdidas” del Cristo. Estaban escritas en
copto, es decir, la más reciente forma de la lengua egipcia que fue escrita en caracteres
griegos. Dichos textos habían sido, aparentemente, traducidos al copto de un griego
original y en ellos hay muchas frases y modismos que reflejan la influencia griega.
Estos documentos comprenden el libro conocido popularmente como Pistis Sophia Fe
Sabiduría más apropiadamente llamada según los eruditos, El Libro del Salvador.
No hubo realmente ninguna traducción adecuada de Pistis Sophia en inglés ni en
ninguna otra lengua europea hasta 1896 en que Mr. G. R. S. Mead publicó su gran obra.
Los eruditos creían que los documentos permanecían desconocidos, excepto por unas
pocas citas publicadas. Sin embargo, este período de la historia se caracteriza por un
súbito despertar del interés en el Cristianismo Gnóstico o esotérico y parecen haber
buenas razones para suponer que tanto el Libro de Enoc como el de Pistis Sophia
pueden haber sido traducido a las lenguas europeas antes de lo que creen los eruditos.
Documentos descubiertos en el siglo veinte en el Mar Muerto en Palestina y en
Nag Hammadi en Egipto contienen doctrinas similares a las que se hallan en Pistis
Sophia y ofrecen nueva evidencia de que un Cristianismo esotérico existía en verdad
entre los primitivos cristianos. El libro de Enoc había sido bien conocido en los siglos
anteriores pero repudiado por las Iglesias y Sinagogas, fue oculto en criptas y cavernas.
Como Pistis Sophia, el Libro de Enoc fue redescubierto en el siglo dieciocho y
traducido a las lenguas modernas en el curso del siglo diecinueve o anteriormente.
Las doctrinas de Pistis Sophia son menos conocidas que las de Enoc pero son
peculiarmente interesantes para el estudiante Rosacruz. Allí leemos que Jesús vivió en
Palestina y enseñó a sus discípulos durante este tiempo sólo los “Misterios Menores”.
Pero en el quinceavo día del mes Tybi día de la Luna Llena- Él y sus discípulos se
reunieron al amanecer en el Monte de los Olivos y cuando el Sol salió, “surgió tras Él,
una Potestad de gran Luz brillando muy excesivamente. Salió de la Luz de las Luces
(el Sol interior) salió del Ultimo Misterio (el Padre) desde adentro y esa Potestad de Luz
descendió sobre Jesús y le rodeó enteramente... y Él brilló muy excesivamente”.
Cegados, los discípulos le pidieron que atrajese hacia Sí la Luz de modo que pudiese ser
visible de nuevo. La luz que ellos vieron cubriéndole “emitió muchos Rayos de Luz”,...
no como otros sino... De diversas clases y era de diversos tipos, desde abajo hacia
arriba, un rayo más excelente que el otro... en una grande e inconmensurable aureola de
luz; se extendía desde debajo de la tierra hasta el cielo.
Cuando esa Potestad de Luz hubo descendido exactamente sobre Jesús,
gradualmente le rodeó... luego ascendió o se remontó a lo alto, resplandeciendo muy
excesivamente en una luz inconmensurable”. “Después de tres horas las potestades de
los cielos se agitaron y todas fueron puestas en movimiento una contra otra... toda la
tierra se agitó, desde la tercera hora de ese día hasta la novena hora de la mañana...
(Pero) todos los Ángeles y sus Arcángeles (gobernantes) y todas las Potestades de lo
alto, todas cantaron alabanzas al Interior de los Interiores, de modo que el mundo entero
oyó sus voces, sin cesar en ellas hasta la novena hora de la mañana”.
Puesto que este acontecimiento tuvo lugar once años después de la Resurrección
de Cristo, parece relacionarse con las Iniciaciones del hombre Jesús, quién como dice el
“Concepto Rosacruz del Cosmos”, recibió en devolución del Espíritu del Sol los
átomos-simientes de su cuerpo denso y vital y construyó un cuerpo vital temporal para
funcionar en él por algunos años mientras enseñaba el núcleo de la nueva fe.
Pistis Sophia nos dice que cuando, en esta ocasión, Jesús ascendió a lo alto, estaba
revestido únicamente de la aureola más inferior, pero que cuando descendió de lo alto
estaba rodeado de una Triple Aureola, una por encima de la otra y cada una de ellas más
hermosa que la anterior. Esta Triple Aureola, era, por lo tanto triple halo, no
simplemente tres colores, sino tres arco iris con rayos de brillante luz blanca irradiando
a través de ellos. Fue entonces cuando Jesús enseñó a sus discípulos los Grandes
Misterios que nunca antes habían sido conocidos sobre la Tierra.
De nuevo Max Heindel dice: “Fue en aquel tiempo en que los Caballeros del Grial
y de la Tabla Redonda, los santos Druidas y los Trottes del Norte de Rusia estuvieron
entre las órdenes a través de las cuales trabajó el Maestro Jesús, diseminando los nuevos
Misterios del Cristo, que son los Misterios Mayores, a los que se refiere la Filosofía
Rosacruz.
En esta Iniciaciones Jesús fue alzado a lo alto por el Espíritu del Sol; porque de
acuerdo con las Enseñanzas de la Sabiduría Occidental el Espíritu del Sol no es el
mismo ser que el hombre Jesús. Fue el Arcángel Cristo quien tomó los cuerpos denso y
etérico de Jesús en el Bautismo; fue EL quien fue crucificado y fue EL quien resucitó de
la tumba, saturó la Tierra con su Aura y luego ascendió al Sol. Allí atravesó,
espiritualmente, el Mundo del Espíritu de Vida y en el Mundo del Espíritu Divino se
reunió con el Padre, después de lo cual descendió una vez más a la Tierra y ha
continuado haciéndolo así desde la primera Ascensión de Pascua.
Jesús y sus discípulos participaron de los Misterios de Cristo en su principio:
contemplando la Ascensión del Arcángel Cristo al Sol y su retorno en el ciclo anual y
recibiendo de Sus manos las varias Iniciaciones; entrando por las “puertas” para las
cuales tenían las necesarias “Vestiduras”, y llevando a cabo el “Matrimonio” o “Unión”
con el correspondiente Principio Cósmico en las Grandes Iniciaciones.
Tocante a estas Iniciaciones del Cristo leemos en el apócrifo Evangelio de Felipe
(de Nag Hammadi): “Y no es posible que nadie vea a los que están establecidos a menos
de que se haga como ellos. No como el hombre cuando está en el mundo; él ve el Sol
pero no es un Sol; y ve los cielos y la tierra y todas las otras cosas pero él no es estas
cosas; así sucede con la verdad. Pero... tú ves al Espíritu (Santo) y te conviertes en el
Espíritu (Santo). Tú ves al Cristo y te conviertes en Cristo. Tú ves al Padre, y te
conviertes en el Padre... Porque tú te conviertes en lo que ves”.