ACERCA DE DEJAR MORIR NIÑOS DEFECTUOSOS
Desde el punto de vista oculto, es justo o injusto dejar morir un niño defectuoso, como se hizo en el caso Bolínger? Por favor denos su opinión sobre la materia.
Respuesta: Cuando consideramos a los defectuosos como clase, es necesario, en primer lugar, comprender que el Espíritu no es defectuoso. Ha tenido innumerables vidas pasadas durante las cuales ha sembrado ciertas semillas y recogido de ellas experiencias adecuadas. Las experiencias que no pudieron ser cosechadas en una vida han sido pospuestas hasta la próxima vida o vidas subsecuentes. Ninguno de nosotros, sin embargo, es capaz de expresar en un cuerpo todas las adquisiciones que hemos obtenido en nuestras muchas vidas anteriores; por consiguiente tenemos muchas anomalías aparentes traídas a luz en la investigación de los experimentadores psíquicos, quienes han encontrado que gente ignorante de la clase campesina en esta vida, bajo los efectos de la hipnosis o en trance, han sido capaces de hablar griego o hebreo, y también de discurrir eruditamente sobre temas profundos. Así es que es evidente que el Espíritu puede ser comparado a un diamante en bruto que está siendo gradualmente pulimentado en la piedra de pulir de la experiencia. En cada vida una nueva faceta aparece y agrega luz a la ya obtenida a través de las facetas pulidas en muchas vidas anteriores. Por medio de este proceso obtendremos finalmente la luz perfecta que nos hace divinos. A causa de nuestra limitada percepción, llamamos malas a ciertas acciones, y buenas a otras acciones, pero en la realidad, desde un punto de vista más amplio, es simplemente una cuestión de experiencia. Algunos atributos o facetas del diamante espiritual parecen ser completamente perfectas en esta vida. Al menos no parecen estar fuera de lo ordinario como para ser suficientemente notadas, y por lo tanto les damos el calificativo de perfectas. Otros atributos son diferentes del resto, y en nuestra ignorancia, por lo tanto, les llamamos defectuosos. Lo mismo pasa con los cuerpos, aunque ciertamente ninguno de nosotros posee un cuerpo perfecto, no obstante, tomamos un promedio como patrón o modelo, y cualquier cosa que no se acomode a él lo llamamos defecto. Permitimos a aquellos que no son mentalmente muy diferentes de la generalidad de nosotros deambular sin ser molestados, pero aprisionamos a los que parecen tener una inclinación mental decididamente diferente. No prestamos atención a las deformidades ordinarias del cuerpo, pero llamados defectuosos a los que son materialmente diferentes del patrón corriente. Algunos creen que tienen derecho a destruir a cualquiera o cualquier cosa que no se acomode al modelo que ellos creen normal. Lo cierto es que el cuerpo normal es el resultado de un cierto modo de vida en existencias anteriores, el cual era entonces el patrón. Pero las así llamadas mentes anormales y cuerpos defectuosos son los resultados de los esfuerzos de los Espíritus por tener libertad de moverse a lo largo de lo que llamaríamos lineamientos inconvencionales de pensamiento o acción. Por lo tanto el genio y la idiotez han sido siempre hermanos gemelos, y cualquier médico que atente quitar la vida a alguno que crea defectuoso, es tan responsable por privar al mundo de un gran genio, como de librarlo de una pobre criatura que sería una carga para sí mismo y para los demás durante su miserable existencia. Así es que, aun desde ese punto de vista sería absolutamente contrario al interés de la sociedad permitir a nadie que decida arbitrariamente si un niño debe vivir o morir. Es deber de cada médico hacer todo lo que esté en su poder para prolongar la vida en el cuerpo para que el Espíritu pueda obtener la experiencia para la que ha venido. Si esa vida está destinada a ser interrumpida la naturaleza por sí misma cuidará de ello. La investigación del caso Bolinger muestra que ese Ego había vivido su vida anterior como una monja, y fue quemada en la hoguera. El resultado fue que perdió el fruto de esa vida, y bajo la ley de la mortalidad infantil fue, pues, necesario que el nuevo cuerpo muriese poco tiempo después del nacimiento. Así es que ninguna operación pudo haber salvado la vida en este caso, pero eso no excluye el hecho de que el médico fue negligente en su deber de esforzarse por conservar la vida. No es el caso hablar en un periódico de las causas que, generadas en su previa existencia, condujeron a la tragedia y pusieron fin a esa vida y que determinaron el nacimiento en la vida presente en forma defectuosa. Es suficiente decir que el Espíritu ha volado ahora al Primer Cielo y allí recibirá el entrenamiento moral que le devolverá los frutos de la experiencia almacenados durante esa infeliz vida pasada. Así es que cuando renazca en el curso de unos pocos años probablemente tendrá un cuerpo perfectamente normal.
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