Aunque la materia pueda traspasar el radio de nuestra percepción sigue siempre
existiendo. Así sucede con el conocimiento interior. La conciencia subsiste también, aún
cuando no pueda dar seriales de existencia. Esto ha sido probado en varios casos en los
que una persona ha muerto aparentemente, no pudiéndose percibir el más leve
movimiento respiratorio, y en el último momento, antes del entierro, el supuesto muerto
ha vuelto a la vida, repitiendo todas las palabras y describiendo todos los actos de
aquellos que lo rodeaban cuando estaba en trance. Por lo tanto, si la materia es
indestructible y se sabe que existen estados invisibles e intangibles de la misma y si el
conocimiento interior está tan alerta o es quizás más perspicaz cuando el cuerpo denso
está en trance que en la vida despierta, ¿no es razonable suponer que este conocimiento
interior puede modelar la materia invisible para nosotros y funcionar en ella cuando se
desencarna (así como moldea durante la vida terrestre la materia de este mundo)
produciendo o trayendo así a la existencia otro mundo de formas y de conocimiento
interior tan real para el espíritu desencarnado como este mundo lo es para los ojos
físicos?
Aún durante la vida en el cuerpo denso conocemos y tratamos con el mundo invisible en
cada momento de nuestra existencia, y la vida que en él vivimos es la parte más
importante de nuestro ser: La base de la vida en el cuerpo denso. Todos tenemos una
vida interna, que vivimos en medio de nuestros pensamientos y sentimientos,
contemplando escenas y condiciones desconocidas para nuestro alrededor externo. Allí
la mente da forma a nuestras ideas, convirtiéndolas en imágenes mentales que después
exteriorizamos. Todo cuanto vernos en torno nuestro y todo cuanto está en contacto con
nuestros sentidos no es sino la sombra evanescente de un mundo invisible e intangible.
El mundo visible es la cristalización de los dominios invisibles, así como la conchita dura y
graciosa del caracol no es más que la cristalización de los jugos de su blando cuerpo.
Además, así como la casita del caracol es inerte y permanecería inmóvil si el caracol no
la moviera, así también los cuerpos vegetales, animales y humanos no son sino
emanaciones inertes del espíritu que subyace en el mundo invisible y salvo que esa vida
subyacente galvanice la forma y la ponga en acción, ésta es incapaz de movimiento.
Esos cuerpos se conservan únicamente mientras sirven para los propósitos del Espíritu;
cuando éste los abandona ya no hay nada que pueda mantener la forma unida y por eso
se disgrega, se desintegra.
Aún más, todo lo que vemos en tomo nuestro como las casas, automóviles, vapores,
teléfonos, y en una palabra, todos los objetos que la mano del hombre ha construido, no
son más que IMAGINACIONES cristalizadas, que tienen su origen en el mundo invisible.
Si Graham Bell, no hubiera imaginado el teléfono, nunca hubiera éste existido. Fue la
"vida interna" de Fulton la que dio a luz el primer buque de vapor, mucho antes de que se
hiciera el visible "Clermont".
En cuanto a la realidad y permanencia de los objetos del mundo invisible, la son mucho
más que lo que equivocadamente creemos, son el pináculo de la "realidad".
Consideremos nuestras imágenes mentales o imaginaciones como menos reales que un
miraje y hablamos de ellas muy a la ligera, como de "simples pensamientos" o "nada más
que una idea", cuando en verdad son realidades subyacentes de todo lo que vemos en
torno nuestro, en el mundo en que vivimos. Una ilustración aclarará el punto:
Cuando un arquitecto desea construir una casa no empieza por pedir que se manden
materiales al sitio requerido y por contratar obreros ordenándoles que empiecen a
construir. Antes formula una idea; medita sobre ella; primero construye la casa "en su
mente" con tantos detalles como sea posible. y de este modelo mental podría construirse
la casa si pudiera ser visto por los obreros, pero dicho modelo está aún en el mundo
invisible y a pesar de que el arquitecto lo ve claramente, el "velo de la carne" impide que
los otros lo vean. De manera, pues, que es necesario llevarlo al mundo de los sentidos y
hacer planos visibles de la casa a fin de que los obreros puedan trabajar de acuerdo con
ellos. Esta es la primera consolidación de la imagen mental del arquitecto y cuando la
casa está construida vemos en piedra y madera lo que fue primero una idea en la mente
del arquitecto, invisible para nosotros.
En cuanto a la relativa estabilidad de la idea y del edificio es bien claro que la casa puede
ser destruida por la dinamita o por cualquier otro poderoso medio de destrucción, pero la
"idea" de la mente del arquitecto ni siquiera él mismo puede destruirla y mediante esa
ideación puede construirse otra casa idéntica en cualquier momento mientras viva el
arquitecto. Y aún después de su muerte esa idea puede encontrarse en la memoria de la
Naturaleza (de la que se hablará algo más en la próxima Instrucción) por cualquiera que
esté calificado para ello; sin importar nada el tiempo en que esa idea se imprimió allí,
pues nunca se perderá ni destruirá.
Si bien podemos así "inferir" inductivamente la existencia de un mundo invisible no es
ese el único medio de probarlo. Hay gran abundancia de testimonios directos que
demuestran que existe tal mundo, testimonios de hombres y mujeres de incuestionable
integridad, cuya veracidad y corrección no han sido nunca motivo de discusión sobre
otros asuntos, que afirman que el mundo invisible está habitado por los que llamamos
muertos, quienes están viviendo allí en plena posesión de todas sus facultades
emocionales y mentales, viviendo bajo condiciones que hacen su vida tan real y
provechosa como la nuestra o quizás más. Es posible demostrar también que por lo
menos algunos de ellos se toman mucho interés por los asuntos del mundo físico.
Bastará con apelar a sólo dos ejemplos de fama mundial. En primer término está el
testimonio de Juana de Arco, la "Doncella de Orleans" que oía "voces que la hablaban y
que la dirigían". Consideremos la historia de su vida y veamos si ella no lleva el sello de la
verdad. Aquí nos encontramos con una muchacha sencilla, pura y sin sofismas, poco más
que una niña, que nunca había estado fuera de su ciudad nativa antes de llevar a cabo su
“misión". Era extremadamente tímida, temerosa de desobedecer a su padre, si bien las
imperiosas "voces" le hicieron desafiar su disgusto v fue en busca del rey de Francia.
Después de muchas dificultades, pero constantemente guiada por las voces, a ella le fue
concedida una audiencia por el rey. Cuando ella entró, el rey estaba en medio de sus
cortesanos, los que habían puesto un muñeco en el trono, y todos esperaban verla
desconcertada porque jamás habla visto al rey, pero guiada por las fidelísimas voces
Juana marchó sin vacilar hacia él y lo saludó. Lo convenció de la verdad de su misión
susurrando en su oído un secreto abrumador que él sólo conocía.
Ante esa prueba se quitó el comando del ejército francés de manos de experimentados
generales, que habían sido derrotados por los ingleses en todas partes y se lo puso en
manos de esa niña que nada sabía de estrategia, si bien guiada por sus invisibles guías
llevó las tropas francesas a la victoria. Su conocimiento de la táctica militar fue la
constante admiración de sus compañeros y en sí mismo era una prueba de la dirección
invisibles que ella invocaba. Vemos después su apresamiento, sujeta durante años
enteros a traiciones y sufrimientos por sus crueles perseguidores, quienes la querían
inducir a que dijera que no había habido tales voces, pero los archivos de su proceso y de
las diferentes pruebas a que fue sometida demuestran por sus respuestas una sencillez
mental, una inocencia inmaculada y una rectitud sin igual en los anales de la historia, lo
que confundía a sus jueces más y más. Ni aún la muerte en la hoguera la pudo hacer
abjurar la verdad que conocía, y hasta en los tiempos actuales su testimonio respecto a
las voces guiadoras del mundo invisible se mantiene firme, sellado con su sangre. Esta
mártir de la verdad ha sido últimamente canonizada por la misma iglesia que antes la
condenó.
Ah, dirá alguno, si bien no hay duda alguna de que era una honrada muchacha y sencilla
campesina, estaba sufriendo alucinaciones "... ¡Extrañas alucinaciones las que le
permitieron señalar al rey sin vacilar, a quien no había visto nunca, y decirle un secreto
que sólo él conocía, y describir batallas que se estaban efectuando a muchas millas de
distancia, lo que después era corroborado por los que habían tomado parte en ellas!
Pero pasemos al segundo ejemplo, que no se refiere seguramente a una "mente
sencilla". En ese respecto Sócrates era una absoluta antítesis de Juana de Arco, porque
era la inteligencia más sutil, la mente más grande que hayamos conocido, no igualada en
los presentes días. También él selló su testimonio sobre la voz guiadora del mundo
invisible con su vida y podemos tomar como un hecho evidente el que esa voz debe
haber sido extraordinariamente inteligente, pues si no, no hubiera podido aconsejar a un
sabio tan grande como Sócrates.
Decir que era un loco o que sufría alucinaciones sería muy fuerte, porque un hombre que,
como Sócrates, trataba todos los asuntos con tanta exactitud, está más allá de toda
sospecha por ese lado y lo más razonable sería confesar que "hay más cosas en los
cielos y en la tierra" que las que conocemos individual o colectivamente y entonces
debemos comenzar a investigarlas.
Esto es precisamente lo que la mayor parte de las personas avanzadas están haciendo
en nuestros días, realizando que es tan absurdo ser demasiado escéptico para investigar
como ser excesivamente crédulo y tomar por artículo de fe todo cuanto oigamos.
Unicamente informándonos nosotros mismos apropiadamente nos será posible arribar a
una conclusión digna de nuestra condición humana, sin importar nada el que nos
decidamos por un camino o por el otro.
Reconociendo este principio y la gran importancia del asunto la Society for Psychical
Research (Sociedad de Investigaciones Psíquicas) se formó hace más de un cuarto de
siglo y reunió en su seno a algunas de las más brillantes inteligencias de nuestros
tiempos. No han escatimado trabajos para separar la verdad del error en los millares de
casos puestos a su estudio, y como resultado vemos que uno de los hombres de ciencia
más prominentes de nuestros días, Sir Oliver Lodge, como presidente de la sociedad
afirmó ante el mundo, hace algunos años, "la existencia de un mundo invisible habitado
por los llamados muertos y su poder de comunicarse con este mundo ha quedado
establecido más allá de toda vacilación, con tal abundancia de casos que no hay sitio
alguno para la menor duda".
Viniendo esa afirmación de donde viene, de uno de los más grandes hombres de ciencia
modernos, que ha llevado a sus estudios psíquicos una mente aguzada por la ciencia,
que estaba bien protegido contra cualquier engaño, tal testimonio debe merecer el mayor
respecto a todos los que buscan la verdad. Habiendo, pues, examinado evidencias
inductivas, deductivas y directas, podemos agregar la existencia de otro mundo,
intangible para los cinco sentidos, pero fácil de investigar por medio del "sexto sentido",
hecho natural, reconozcámoslo o no, así como la luz y el color existen por doquiera, en
torno del ciego y del que ve. Es la ceguera del hombre la que le impide verlos. Es nuestra
"ceguera" la que nos impide ver los dominios suprafísicos; pero para todos los que se
tomen el trabajo de despertar sus facultades latentes la apertura del sentido
correspondiente no es más que cuestión de tiempo. Cuando ese tiempo llegue veremos
que los llamados “muertos" están todos en torno nuestro y que en realidad "no hay
muerte", como John McCreery dice en su hermosísimo poema:
There is no death. The stars go down (*)
To rise upon another shore,
And bright in heaven's jeweled crown
They shine for evermore.
There is no death. The forest leaves
Convert to life the viewless air;
The rocks disorganize to feed
The hungry moss they bear.
There is no death. The dust we tread
Shall change beneath the summer showers
To golden grain or mellow fruit,
Or rainbow-tinted flowers.
There is no death. The leaves may fall,
The flowers may fade and pass away-
They only wait through wintry hours,
The warm, sweet breath of May.
There is no death, although we grieve
When beautiful familiar forms
That we haye leamed to love are torn
From our embracing arms.
Although with bowed and breaking heart
With sable garb and silent tread
We hear their senseless dust to rest
And say that they are deadThey
are not dead. They have but passed
Beyond the mists that blind us here
Into the new and larger life
Of that serener sphere.
They haye but dropped their robe of clay
To put a shining raiment on;
They have not wandered far away
They are not "lost" or “gone”
Trough unseen to the mortal eye,
They still are here and lovye us yet;
The dear ones they haye left behind
They never do forget.
Sometimes upon our fevered brew
We feel their touch, a breath of balm;
Our spirit sees them, and our hearts
Grow comforted and calm.
Yes, ever near us, though unseen,
Our dear, immortal spirits tread –
For all God's boundless Universe
Is Life-there are no dead.
(*) La muerte no existe. Los astros se ponen
Para surgir sobre otros cielos
Y en la corona joyante del firmamento
Brillan eternamente.
La muerte no existe. Las hojas del bosque
Se convierten en la vida del aire invisible
Las rocas se desintegran para alimentar
A los musgos hambrientos que sobre ellas crecen
La muerte no existe. El polvo que pisamos,
Al llegar el verano se transformará
En dorados granos o dulces frutos
O en flores policromas.
La muerte no existe. Las hojas caerán
Las flores se marchitarán y dejarán de ser
Pero solo esperan en las horas invernales
El dulce y caliente hálito de mayo.
No existe la muerte, aunque lloremos
Cuando hermosas formas familiares
Que hemos aprendido a amar son arrancadas
De nuestros brazos.
Aunque con el corazón destrozado
Con negro luto y silente paso
llevemos su barro insensible a descansar
Y digamos que se han muerto.
No hay muertos; no han hecho más que pasar
Más allá de las brumas
Que aquí nos ciegan. Hanse ido a la vida nueva
Y más amplia de aquella esfera más serena.
Sólo se han sacado sus harapos
Para ponerse una veste radiante
No se han ido lejos,
No se han ido ni separado,
Aunque invisibles para el ojo mortal
Están todavía aquí y nos aman aun
Y no olvidan nunca a los seres queridos
Que dejaron atrás.
Algunas veces nuestra frente febril
Siente su caricia, un aliento balsámico;
Nuestro espíritu los ve y nuestros
Corazones se reconfortan y serenan.
Si, siempre cerca de nosotros, aunque invisibles
Están nuestros queridos e inmortales espíritu
Porque en todo el infinito universo de Dios
Todo es vida, la muerte no existe.