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FOLLETOS ROSACRUCES: EL ARCO EN LAS NUBES
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 15/01/2010 19:14

 

 

 

Tengo que explicar previamente y a razonar los motivos que me inducen a tratar

del asunto del "Arco en las Nubes": Hace poco he estado dictando el manuscrito

de un libro que desde entonces ya ha sido editado. En el curso del dictado se

pusieron de manifiesto ciertos puntos que requerían una investigación, siendo uno

de ellos la fuerza vital que entra en el cuerpo por el bazo. La investigación

demostró que esta fuerza se manifiesta en distintos colores y que obra

distintamente en los diversos reinos de la vida; por este motivo era preciso

proceder con cautela antes de publicar esta información. Un amigo, después de

haber leído algo del manuscrito, hizo venir de su biblioteca en Seattle un libro

publicado hace unos cuarenta años y titulado Los principios de Luz y Color, por

Babbitt. Yo me referí a este libro y lo encontré muy interesante, por estar escrito

por un clarividente. Después de haber estudiado el libro durante una hora, yo

reanudé mi investigación, con el resultado de ver mucho más claro en el asunto

que antes. Es un asunto muy profundo porque la misma vida divina parece estar

incorporada en estos colores.

Entre otros casos e investigando hacia atrás en la Memoria de la Naturaleza

respecto a la luz y el color, llegué a un punto donde no había luz, como quedó

demostrado en el Concepto Rosacruz del Cosmos. Después seguí por los distintos

grados de informaciones planetarias y hasta el punto donde se vio el arco iris en

las nubes. Toda esta investigación me produjo una impresión tan profunda que me

llenó de devoción.

En la Biblia se dice que "Dios es Luz", y nada nos puede revelar la naturaleza de

Dios en el mismo grado que aquel símbolo. Si un clarividente volviese la vista

hacia atrás, hasta los tiempos primordiales, y mirase a este planeta cuando se

hallaba en formación, vería en primer término algo así como una nube negra, sin

forma, saliendo del caos. Después vería cómo esta nube de sustancia virginal se

convertía por el Fiat Creador en luz, su primera manifestación visible, una neblina

luminosa de fuego. Entonces vendría un momento en que aquella neblina de

fuego quedaría envuelta en una atmósfera de humedad, y después de esto

llegaría lo que conocemos con el nombre de Período Lunar. Más tarde aún se

presentaría el estado más obscuro y más denso llamado Período de la Tierra.

En la Época Lemuriana la primera incrustación de la Tierra empezó cuando el

agua hirviente se evaporó. Sabemos que cuando hacemos hervir una y otra vez

agua, en la caldera se forma una incrustación; del mismo modo el hervir de la

humedad en la superficie del ígneo globo terráqueo produjo la corteza dura que

hoy constituye la superficie de la Tierra.

La Biblia dice respecto de la última época que no llovía en la Tierra, sino que una

niebla se levantaba de ella. Esta niebla que surgía de la Tierra húmeda la envolvía

por completo. Entonces no podíamos ver la luz del Sol como ahora; el Sol tenía el

aspecto de un arco de luz eléctrica de ahora en una noche oscura; tenía un aura a

su alrededor. En aquella atmósfera nebulosa vivíamos en el primer período

Atlántico. Más tarde vino una época en la cual la atmósfera iba refrescándose

poco a poco y se condensó el agua, expulsando finalmente a los atlantes de su

tierra por una inundación formidable, un diluvio, tal como lo recuerdan las distintas

religiones.

Cuando aquella atmósfera nebulosa envolvía la Tierra, el arco iris era una cosa

imposible. Este fenómeno ocurre generalmente cuando hay una atmósfera clara

en algunos sitios y una nube en otros. Hubo un tiempo luego, cuando la

humanidad vio el arco iris por primera vez. Cuando yo observé aquella escena en

la Memoria de la Naturaleza, me pareció una verdadera maravilla. Hubo

refugiados que fueron expulsados de la Atlántida, que está actualmente en parte

bajo el océano Atlántico, pero también incluía partes de la actual Europa y

América. Estos refugiados fueron empujados hacia el Este, hasta que llegaron

finalmente a un sitio donde la Tierra era elevada, donde la atmósfera estaba

bastante más clara y donde vieron el cielo limpio por encima de sus cabezas. De

repente surgió una nube y de esta nube salió un relámpago. Ellos oyeron el

retumbo del trueno, y habiendo escapado del peligro de la inundación y huido bajo

la dirección de un guía al que reverenciaban como a Dios, le preguntaron

ansiosos: "¿Qué pasará ahora con nosotros?" "¿Es que por fin vamos a ser

destrozados?" Aquel guía les indicó con el dedo el arco iris en la nube diciendo:

"No, mientras este arco se dibuje en las nubes, las estaciones seguirán una a otra

sin interrupción"; y aquellos hombres miraron con gran admiración y consuelo

aquel arco de esperanza.

Cuando consideramos al arco iris, como una de las manifestaciones de la

Divinidad, podemos aprender magníficas lecciones de devoción, porque, a la vez

que miramos los relámpagos con pavor y oímos los truenos con miedo, el arco iris

en el cielo tiene que provocar siempre en el corazón humano una admiración por

la belleza por su séptuple faja de color. No hay nada que se pueda comparar con

aquel arco magnífico y yo deseo llamar la atención sobre algunos hechos físicos

en relación con él.

En primer lugar el arco iris nunca aparece al mediodía, sino siempre después de

que el Sol ha pasado hacia abajo y atravesando más de la mitad de la distancia

entre el meridiano y el horizonte; y se presenta tanto más hermoso, grande y claro,

cuanto más cerca está el Sol del horizonte. Nunca se muestra en un cielo limpio.

Generalmente tiene por fondo una nube oscura y pavorosa, y lo vemos siempre

cuando apartamos la vista del Sol. No podemos estar mirando hacia el Sol y ver el

arco iris al mismo tiempo. Cuando le miramos desde abajo, el arco se nos aparece

como la mitad de una esfera encima de la Tierra y de nosotros. Pero cuanto más

subimos, tanto más parte de la esfera vemos, y en las montañas, alcanzando una

suficiente altitud por encima del arco, le vemos como una séptuple esfera -

séptuple como la Divinidad, de la cual es una manifestación.

Ahora, a la vista de estos hechos físicos vamos a considerar el lado místico del

asunto. En la vida ordinaria, cuando estamos en el punto culminante de nuestra

actividad física, cuando la prosperidad máxima está en nuestras manos, cuando

todo nos es fácil y nos sonríe, entonces no necesitamos de la manifestación de la

luz y vida divinas. No necesitamos de aquella alianza, por decirlo así, que Dios

hizo con el hombre a su entrada en la Época Aria. No nos interesa la vida superior;

nuestra nave se desliza suavemente en mares tranquilos y no queremos otra

cosa; todo es tan bueno para nosotros aquí que aparentemente no hay razón

alguna para que miremos más allá.

Pero de repente se presenta la tormenta, una época en la vida de todos en que las

penas y dificultades nos asedian. La tempestad del desastre nos priva de todo

bienestar físico, y estamos, quizás, solos en un mundo de tristezas. Entonces,

cuando nos apartamos del Sol de la prosperidad física, cuando dirigimos la vista

hacia la vida superior, siempre veremos sobre la negra nube del desastre el arco

de la alianza entre Dios y el hombre, demostrando que estamos siempre

capacitados para el contacto con la vida superior. Quizá entonces no sea el

momento más propicio para establecerlo, porque todos necesitamos cierta

evolución material, la cual se realiza del mejor modo cuando no estamos en

contacto demasiado íntimo con la vida superior. Pero para evolucionar y progresar

y buscar gradualmente un estado cada vez más elevado de espiritualidad, es

preciso que en un momento dado se nos presenten dificultades y pruebas que nos

pongan en contacto con la vida superior. Cuando podamos considerar las pruebas

y las tribulaciones como un medio para aquella finalidad, entonces las penas se

convertirán en las mayores bendiciones que podríamos recibir. Cuando no

tenemos hambre, ¿por qué preocuparnos por el alimento? Pero cuando notamos

las angustias de la inanición y estamos sentados delante de una comida, por

rústica que sea, daremos gracias a Dios por deparárnosla.

Si dormimos bien todas las noches, no apreciamos todo el bien que esto significa,

pero si noche tras noche no hemos podido conciliar el sueño, nos damos cuenta

de su gran valor en cuanto se nos presenta otra vez el sueño normal. Cuando

gozamos de buena salud y no sentimos dolor de ninguna clase en nuestros

cuerpos, estamos propensos a olvidar hasta la existencia del dolor físico. Pero

inmediatamente después de una enfermedad o de grandes sufrimientos, nos

damos cuenta de todo el bien que significa la salud.

Así, pues, por el contraste entre los rayos del Sol y la oscuridad de la nube, vemos

en esta última el arco que nos llama hacia una vida superior; y si dirigimos nuestra

mirada hacia este símbolo, nos será mucho más provechoso que continuar

andando por los caminos de la vida inferior.

Muchos de nosotros estamos inclinados a atormentarnos por nimiedades. Esto me

recuerda una historia publicada recientemente en una de nuestras revistas, de un

niño que había subido por una escalera. Él había estado mirando hacia arriba

mientras estaba subiendo, y había llegado tan alto que una caída le hubiera sido

mortal. Entonces se paró y miró abajo, e instantáneamente fue presa del vértigo.

Cuando desde una altura miramos hacia abajo, se nos va la cabeza y tenemos

miedo. Pero alguien desde arriba le llamó diciendo: "Mira hacia arriba, chiquillo;

súbete hasta aquí y yo te ayudaré." Él miró arriba, y en el acto el vértigo y el miedo

desaparecieron; entonces subió más hasta que le cogieron por una ventana.

Debemos mirar siempre hacia arriba y olvidar las pequeñas molestias de la vida,

porque el arco de la Esperanza está siempre en la nube. A medida que tratamos

de vivir la vida superior y de subir hasta las sublimes alturas de Dios, veremos

como el arco de la paz se convierte en una esfera y que hay tanta paz aquí abajo

como allí arriba. Es nuestro deber el llevar a cabo la obra que nos corresponde en

este mundo, y no debemos nunca substraernos a esta obligación. Todavía

tenemos otro deber que cumplir para con la vida superior, y en interés de esta

última, nos reunimos la noche del domingo y acumulando nuestras aspiraciones

progresaremos hacia las alturas espirituales.

Debemos recordar también que llevamos dentro de nosotros un poder espiritual

latente, que es más grande que cualquier otro poder del mundo, y a medida que

se desarrolla somos responsables del modo de usarlo. Con el fin de aumentar este

poder debemos tratar de dedicar una parte de nuestro tiempo libre al cultivo de la

vida superior, de modo que, cuando la nube del desastre desciende sobre

nosotros, estemos capacitados con la ayuda de aquel poder, para encontrar el

arco dentro de la nube. Así como el arco iris aparece al final de la tormenta, así,

cuando hayamos obtenido el poder de ver el arco brillante de nuestra nube de

desastre, el final del desastre ha llegado y el lado luminoso empieza a aparecer.

Cuando mayor sea el desastre, tanto mayor era la lección que necesitábamos.

Cuando estamos en el sendero del mal, más tarde o más temprano, recibimos un

amistoso pero fuerte latigazo, para volver otra vez a las realidades de la vida y

reconocer a la fuerza que el sendero de la verdad va hacia arriba y no hacia abajo,

y que Dios gobierna al mundo.

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: UN PROBACIONISTA Enviado: 02/08/2017 16:13
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