Recordará usted haber leído en el Concepto Rosacruz del Cosmos el modo en que desde Noé hasta
Cristo, bajo el régimen de Jehová, se fomentó el universal egoísmo en la humanidad entera. AI hombre se le
dijo que: "EI Cielo, más aún, los Cielos, son del Señor y que la tierra la ha dado Él a los hijos de los
hombres". Así el hombre diós obligado a la busca de posesiones materiales y no tuvo idea de los tesoros de
la gloria, que son los frutos del sacrificio propio. A consecuencia de esto su vida celestial fue haciéndose
cada vez más estéril; su progreso espiritual decayó y de no habérsele dado un nuevo impulso hubiera
fenecido con el tiempo.
En aquel entonces, el Espíritu Cósmico de Cristo, el "Redentor", comenzó Su labor bienhechora y al
fin consiguió el acceso a la tierra mediante la "sangre purificadora de Jesús" cuando fue derramada en el
Gólgota, y ahora el Espíritu de Cristo está trabajando desde el interior de nuestro globo para atenuar sus
físicos y superfísicos constituyentes. Se sintió una enorme invasión espiritual en el momento en que Él entró
en la plena posesión de la tierra, en el Gólgota, tan grande que verdaderamente aquella intensidad de la luz
cegó a las gentes. Desde aquel momento empezó el principio del altruismo a manifestarse más extensamente
sobre nuestra raza; paulatinamente vamos cesando en la costumbre de mirar por nuestro propio interés
exclusivamente y estamos acumulando tesoros espirituales mediante el interés que nos tomamos por el
bienestar del prójimo. De no haber venido Cristo, hubiera sido forzoso el echar fuera otra luna para
libertarnos de los peores elementos, pero de esto quedamos a salvo por la gracia del sacrificio del Espíritu
Cósmico Cristo, sacrificio que no significa Su muerte, según se entiende vulgarmente, sino que es una
infusión de la tierra con una vida superior que nos permite vivir más abundantemente en el espíritu.
En esta venida de Cristo a la tierra tenemos una analogía entre ella y la administración de la Panacea
Espiritual, de acuerdo con la ley "Como arriba es abajo". En cada célula del cuerpo humano existe una vida
de la célula separadamente, pero por encima de esto está el ego que dirige y gobierna todas las células, de
forma que actúen en armonía. Durante ciertas enfermedades de duración prolongada, el ego se vuelve tan
atento sobre su dolencia que cesa en su misión de vivificar plenamente las células; así las dolencias del
cuerpo crean la inacción mental y puede llegar a la imposibilidad de echar afuera la enfermedad sin un
especial impulso para disipar la bruma mental y dar nuevo comienzo a las actividades de las células. Esto es
lo que la Panacea Espiritual ejecuta. Así como la invasión de vida de Cristo en ce Gólgota empezó a disipar
la cubierta de miedo creada por la ley inexorable que pendía sobre la tierra como un paño mortuorio, así
como puso en el sendero de paz y buena voluntad a millones de seres humanos, así también cuando se aplica
la Panacea, la vida de Cristo reconcentrada en ella, recorre el cuerpo del paciente infiltrando en cada célula
el ritmo que despierta de su letargo al prisionero ego, devolviéndole la vida y la salud. Que Dios nos
conceda el capacitarnos pronto para llevar a la humanidad doliente esta elevada dádiva.