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~~CATECISMO~~: Suma Teológica de Tomás de Aquino
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De: Atlantida (Mensaje original) |
Enviado: 19/10/2017 05:06 |
Suma teológica de Tomás de Aquino, las cinco vías
Es necesario entender que para Tomás de Aquino la contradicción entre la razón y la fe no puede darse, sino más bien se ayudan mutuamente, “la filosofía y la teología se distinguen por el objeto formal, pero su objeto material puede coincidir parcialmente” pues hay verdades reveladas que pueden adquirirse sólo por el uso de la razón natural, porque la fe puede fundamentarse en la razón y la razón puede llegar a lugares a los que antes no podía gracias a la fe, porque “al ignorante le bastará creer, pero el filósofo está obligado a demostrar”.
Se puede especular que la intención de Tomás de Aquino en su libro Suma teológica, es dar a conocer las verdades de la religión cristiana de forma sencilla para las personas principiantes en estos temas. Dentro de estas verdades de la religión cristiana se encuentra el tema de la “doctrina sagrada”, que Tomás intenta explicar mediante la resolución de los siguientes diez cuestiones: de la necesidad de esta doctrina, si es ciencia, si es ciencia una o múltiple, si es especulativa o práctica, de su comparación con otras ciencias, si es sabiduría, cuál sea su objeto, si utiliza el raciocinio, si debe emplear locuciones metafóricas o simbólicas, y si los textos sagrados que utiliza pueden exponerse en varios sentidos. Mas sólo resuelve las dos primeras cuestiones y después continua explicando temas relacionados con la existencia y el ser de Dios.
A la primera cuestión si es necesario que haya una doctrina distinta de las ciencias filosóficas
Tomás afirma que si es necesaria esta doctrina pues, “los principios
que usa el filósofo derivan de la razón; la argumentación teológica saca
los suyos de la revelación. Los dominios de una y otra ciencia son,
pues, distintos”,
puesto que algunas verdades sobrepasan la capacidad de la razón humana
por lo que es necesario que estas verdades se le dieran a conocer al ser
humano por medio de la revelación.
A la segunda cuestión si la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias,
responde que no es necesario poner una ciencia sobre otra en cuanto
importancia, pero no niega que es muy necesaria la doctrina sagrada,
pues el entendimiento humano se muestra muy débil y limitado frente a
diversas verdades.
En el campo ontológico se muestra un contenido sustancioso que se
relaciona con la existencia y el ser de Dios, pues Tomás demuestra la
existencia de Dios mediante cinco vías. Y éste conocimiento de Dios
implica inteligibilidad o luminosidad infinita para el hombre, pues lo
que “no es evidente de un modo inmediato, requiere de una demostración
racional. Tanta luminosidad es superior a las facultades humanas y, por
lo tanto, se tiene que proceder paso a paso en la demostración de su
existencia”, y esta demostración se lleva a cabo por medio de la explicación de las cinco vías para lograr el conocimiento de Dios.
Éstas cinco vías tratan de cinco caminos ascendentes, que parten de
algo concreto y van a algo menos sencillo, para alcanzar las diversas
facetas de Dios; dichas vías buscan concebir a Dios como: el primer motor, la primer causa, el ser necesario, el ser perfecto, y el ordenador Supremo del Universo. La primer vía, el primer motor “se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven”,
y estas cosas que se mueven son por fuerza, movidas por algún otro
movimiento, y este movimiento está precedido de otro movimiento, por lo
que “es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie,
éste es el que todos entienden por Dios”.
La segunda vía, la primer causa
debe de ser necesariamente Dios, pues todos los demás seres tienen como
causa una fuerza externa a dicho ser, y en el plano del hombre no
existe un ser que sea causa de si mismo. Sólo Dios puede ser su propia
causa, afirma Tomás, “es necesario que exista una causa eficiente
primera a lo que todos llaman Dios”.
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Primer
Anterior
2 a 7 de 7
Siguiente
Último
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La tercera vía, el ser necesario
para la existencia de todos los demás seres, debe de ser necesario por
el simple acto de existir, y todo ser ajeno de cierta forma a este ser
tiene necesidad del mismo creador, pues no hay algo que puede iniciar su
existencia de la nada, por lo que gracias a la existencia de un ser
puede llegar a existir otro ser. Dice Tomás que, “aceptar una serie
indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea
necesario por si mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su
necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual
todos llaman Dios”.
La cuarta vía que es llamada el ser perfecto, pues toma
en consideración necesaria la capacidad de perfección a la que puede
llegar algún ser, pues los seres se les puede decir su proximidad o
distancia en la que se encuentran con respecto a la perfección. Y la
perfección a la cual el ser quiere llegar está contenida en su totalidad
y abundancia en el ser de Dios que “es para todas las cosas causa de su
ser, de su bondad y de todas sus perfecciones”.
Y por último está la quinta vía en la que se nombra a Dios como el ordenador Supremo del universo.
Dios es el ser creador y ordenador de todo el universo pues hay muchos
seres que carecen de conocimiento, por lo que solos y sin ayuda externa
no pueden encontrar su lugar en el universo; y no sólo los seres que
carecen de conciencia son ordenados por Dios, sino también los seres
dotados de razón y libertad necesitan ser ordenados por una fuerza
superior a ellos, por un “ser inteligente que dirige todas las cosas
naturales a su fin, a éste llamamos Dios”.
Un problema sonante dentro de la Suma teológica es la relación que existe entre la esencia y la existencia,
pues es diferente la esencia de la existencia, porque la existencia es
provocada por un factor externo, porque nada tiene más actualidad que
aquello de lo que alguien se percata que existe. No se puede pensar que
los principios esenciales de cada esencia causen su propia existencia,
más estas especulaciones no se pueden aplicar a a la existencia y al ser
de Dios, pues Dios es la primera causa eficiente por lo que es
imposible que en Dios la esencia sea distinta de la existencia. Puesto
que la esencia y la existencia son lo más perfecto que puede ser real,
Dios por tener la capacidad de ser y existir sin la necesidad de otro
ser externo, es perfección y el hombre es perfectible.
En cuanto a la perfección y su origen se puede concluir que Dios es el
origen perfecto de la perfección que se encuentra en las demás seres
creados. Pues, “Dios es la primera causa eficiente de las cosas, es
necesario que preexistan en Él las perfecciones de todos los seres del
modo más eminente”.
El último punto que se trata en este libro es sobre si el bien tiene razón de causa final,
más antes hay que explicar concretamente esta cuestión, pues es
necesario conocer que el bien es lo que todas las cosas apetecen, y las
cosas que se apetecen de alguna forma tienen razón de ser fin, por lo
tanto el bien es buscado como fin. Como se ha explicado anteriormente,
mientras que el bien es de carácter “apetitivo” para el hombre, lo bello
se relaciona con la capacidad cognoscitiva del mismo, pues “se llama
bello aquello cuya vista agrada, y por eso la belleza consiste en la
debida proporción, ya que los sentidos se deleitan en las cosas
debidamente proporcionadas como algo semejante en ellos”,
pues los sentidos de alguna forma son de carácter cognoscitivo, por lo
que lo bello está fuertemente relacionado a la razón de la causa final.
“La voluntad tiene como objeto propio el fin, y, por tanto, el dicho existimos porque Dios es bueno se ha de entender con referencia a la cusa final”.
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Tomás de Aquino: Suma Teológica, segunda parte, cuestiones 1-18
En este fragmento de la obra de Santo Tomás de
Aquino se abordan principalmente los temas referentes a la finalidad y
la bienaventuranza del hombre, el acto voluntario e involuntario, la
voluntad y su objeto, la elección de los medios que conducen al fin y la
bondad y la maldad presentes en el hombre. En esta entrada intento
abarcar de manera general cada una de las cuestiones presentes,
explicando en qué consisten y cuáles son las soluciones y respuestas del
autor.
La
primera cuestión trata el tema del último fin del hombre en común, aquí
el Santo se pregunta si el hombre debe obrar por un fin, si el obrar por
un fin es propio de la naturaleza racional y si los actos humanos se
especifican por el fin. Define al libre albedrío como la facultad de la
voluntad y de la razón que sólo están presentes en el hombre y distingue
las acciones que son humanas de las que son acciones del hombre; las
acciones humanas son las que vienen de una voluntad deliberada, y las
del hombre son aquellas que pueden estar presentes en él pero no son
propiamente humanas, porque no pertenecen al hombre como tal. Continúa
afirmando que todas las acciones humanas se dan por un fin y que “es
propio de la naturaleza racional tender a un fin moviéndose y
dirigiéndose por sí misma”[1]
y que los actos humanos se especifican por el fin “el principio de los
actos humanos, como tales, es el fin, [y] es termino de ellos porque lo
que constituye el término del acto humano es lo que intenta como fin la
voluntad”,[2] respondiendo de esta manera a la primera cuestión.
La
segunda cuestión se centra en descubrir el objeto en que consiste la
bienaventuranza del hombre, en ella Santo Tomás se pregunta dónde radica
dicha bienaventuranza, si en las riquezas, en la gloria, el poder, en
algún bien creado, en la voluntad o en el entendimiento, y a lo largo de
varias justificaciones culmina diciendo que “la última y perfecta
bienaventuranza no puede estar sino en la visión de Dios [donde] la
esencia de la beatitud consiste en un acto del entendimiento”.[3]
Primeramente
el santo discrimina las riquezas como camino de bienaventuranza en
cuanto a que con ella sólo se adquieren bienes materiales pero no
espirituales, expresando que las riquezas están al servicio de la
concupiscencia desordenada; clasifica a las riquezas en naturales, que
son las que sirven al hombre para remediar sus necesidades y las
artificiales que no ayudan a la naturaleza, como el dinero. Respecto a
la gloria o fama también es rechazada, pues esta “noticia esclarecida
con alabanza”[4]
como la define el santo, puede ser engañosa, pasajera y sin
estabilidad, diciendo que “la fama de ningún modo puede hacer al hombre
feliz”;[5] mientras que la gloria que está en Dios si es causa de la beatitud para el hombre y motivo de felicidad al ser estable.
Del
poder, el autor se expresa diciendo que es imposible que éste traiga la
felicidad, porque sirve para el bien y para el mal y “la beatitud es el
bien propio y perfecto del hombre”.[6]
La beatitud no puede provenir de algún bien creado pues ella es el bien
perfecto que sacia totalmente el apetito y el hombre no puede encontrar
en cosa creada al bien universal, sino en Dios que puede llenar la
facultad humana.
Se
puede resumir esta cuestión con la siguiente expresión del autor: “para
la perfecta beatitud se requiere que el entendimiento alcance la misma
esencia de la causa primera. De esta suerte logrará la perfección por la
unión con Dios, como su objeto, en el cual únicamente está la
bienaventuranza del hombre”.[7]
En esta sentencia se contiene una síntesis de antropología, gnoseología
y ontología, elementos que se presentan entremezclados y plenifican al
hombre.
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La siguiente cuestión se adentra en el tema del
voluntario e involuntario, aquí uno de los problemas consiste en si se
da el voluntario en los animales irracionales, a lo que el autor
responde que el acto voluntario puede ser perfecto e imperfecto, el
primero es propio de la criatura racional y el segundo es la aprehensión
de la realidad sin percibir su noción formal y que es captado por el
sentido e instinto natural, dándose por tanto, en los irracionales;
termina diciendo que “solo la criatura racional posee el voluntario
perfecto; [y que] el imperfecto compete a los animales irracionales”.[8]
Otro
problema es el de si a la voluntad se le puede inferir violencia, a lo
que Santo Tomás responde primero definiendo a la voluntad y después
emitiendo una respuesta clara: la voluntad es “la tendencia procedente
de un principio cognoscitivo interior, […] todo lo que es forzado o
violento proviene de un principio exterior, por lo tanto, la coacción o
violencia son contrarios a la naturaleza misma del acto voluntario”.[9]
Los
últimos problemas de esta cuestión son el de si la concupiscencia y la
ignorancia causan el involuntario. Primeramente Santo Tomás dice que “la
concupiscencia, lejos de causar involuntario, contribuye a hacer más
voluntarios los actos por ella inspirados”,[10]
pues el voluntario es aquello a lo que la voluntad tiende y la
concupiscencia mueve a la voluntad a desear aquello, se trata más bien
de un acto voluntario. Respecto a la ignorancia, depende de las
circunstancias se puede o no dar el involuntario, “la ignorancia causa
involuntario si priva del conocimiento exigido para la voluntariedad del
acto”,[11]
y por otro lado “no puede causar involuntario absoluto, sino hace los
actos parcialmente involuntarios, en cuanto proceden de un movimiento de
la voluntad a la acción que no se producirá con un conocimiento
actual”.[12] El autor dice que no puede ser querido aquello que es ignorado.
En
la cuestión número ocho Santo Tomás escribe de la voluntad y de su
objeto, comentando si la voluntad es solamente del bien, a lo que
determina que “la voluntad es un apetito racional, y todo apetito
solamente desea el bien”[13]
pues tiende hacia lo que le conviene, así toda inclinación tiende al
bien; según Aristóteles “el fin es un bien, real o aparente”.[14]
El
texto presenta ahora la cuestión número trece que trata sobre la
elección de los medios que conducen al fin, y aquí el problema es si el
hombre elige por necesidad o libremente. Santo Tomás termina diciendo
que la elección se hace sobre los bienes particulares, por lo tanto no
puede ser necesaria,[15] pues no se hace sobre el bien perfecto o la felicidad, así “el hombre no elige necesaria, sino libremente”.[16]
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La última cuestión de este fragmento se adentra en la bondad y malicia
de los actos humanos, y el primer problema es sobre si la acción humana
deriva su bondad o malicia del objeto, a lo que responde Santo Tomás que
“las cosas exteriores son buenas en sí mismas, [pero] no están siempre
en la relación debida con tal o tal acción. Por eso, consideradas como
objetos de tales acciones, dejan ya de ser buenas”.[17]
Otro problema es el de si hay algún acto indiferente en el individuo, a
lo que rotundamente Santo Tomás responde que “necesariamente todo acto
humano, hecho con deliberación, es bueno o malo en el individuo
concreto”,[18]
definiendo a lo bueno o malo como todo lo que es contrario a la recta
razón, haciendo posible que cualquier acto individual sea bueno o malo.
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Tomás de Aquino, Cuestión 64, Del medio de las virtudes
En
esta cuestión se verán si las virtudes morales consisten en un medio,
veremos pues que la virtud moral por sí misma es la que ordena al hombre
al bien. Es decir que lo propio de la virtud moral será perfeccionar la
parte apetitiva del alma en orden a una materia determinada, “es
evidente que el bien de la virtud moral consiste en la conformidad con
la regla de la razón”, está claro pues que la virtud consiste el justo medio.
La
virtud moral vendrá a recibir su bondad de la regla de la razón y tiene
por materia las pasiones y operaciones, la virtud moral respecto a su
materia tiene su razón de medio, en cuanto que conforman la pasión con
la regla de la razón por ello vendrán a decir los filósofos “«la virtud
sustancialmente es un medio», en tanto que se aplica la regla de virtud a
su materia propia; pero «es un extremo en lo que tiene de óptimo y de
bien»”.
Es decir, que esta vendrá a ser conformable a la razón. Por ello nada
vendrá a impedir que en una virtud algo sea extremo según las
circunstancias.
De esta cuestión se desprenderán algunos artículos uno de ellos es Si el medio de la virtud moral es un medio real o un medio de razón, en este artículo veremos qué el medio de la razón puede
entenderse en dos sentidos uno de ellos es: el medio se encontrará en
el acto mismo de la razón, y este acto se vendrá a reducir a un medio y
el en segundo se podrá llamar medio de razón a lo que este establecido
por esta en cualquier materia, y es por ello que el medio de la virtud
vendrá hacer siempre medio de razón , y que la virtud moral consiste en
un medio en conformidad con la recta razón.
Ahora
bien veremos en este artículo el medio de la razón conforme a la
justicia y este se vendrá a identificar con el medio real, esto en
cuanto que la justicia da a cada uno lo que le es establecido, ni más ni
menos.
Dentro de la Suma teológica
de Tomás de Aquino encontraremos la cuestión número 72, en esta
cuestión se verá las distinción de los pecados es decir, si la
distinción de los pecados por el reato diversifican la especie, en esta
cuestión se hará una diferenciación entre pecado mortal y pecado venial y
se dirá de cada uno de ellos que “su diferencia es diferencia consecutiva de la diversidad de desorden en que se completa la razón formal del pecado”.
Es aquí donde se dirá que cuando nuestra alma se sale del recto
sendero, por un pecado que llega hasta la aversión de ultimo fin, es
decir, de Dios, a quien nos une la caridad tenemos el pecado mortal, y
por el contrario cuando se da una desviación inferior a la aversión de Dios, caemos en pecado venial. Esto significa que la falta no es tan grave para que merezca una pena eterna.
En la cuestión número 90 De la esencia de la ley,
veremos la ley como una especie de regla y no sólo eso si no también
medida de los actos, por cuya virtud somos inducidos a obrar. Ley pues
en efecto “procede de «ligar», puesto que obliga a obrar”.
Veremos en esta cuestión que para que la ley adquiera fuerza
obligatoria, es necesaria que sea aplicada a los hombres que han de ser
regulados conforme a ella, por lo tanto veremos que la ley no es una
prescripción de la razón, en orden al bien común, promulgada por aquel
que tiene el cuidado de la comunidad.
En
la cuestión número 91 veremos si existe una ley externa y se verá que
la ley no es más que el dictamen de la razón práctica en el soberano que
gobierna una ley perfecta. Veremos pues que esta razón del gobierno de
todas las cosas existe en Dios ya que Él es supremo monarca del
universo. La ley pues vendrá hacer regla y medida y además, puede
centrarse en dos maneras: “como sujeto activo, que regula y mide, o como
en sujeto pasivo, regulado y medido; porque una cosa participa de una
regla y medida en cuanto es regulada y medida por ella.”
Veremos
evidente que la ley natural no es más que la participación de la ley
eterna en la creatura racional. Y el texto nos mostrará que la
creatura racional está sometida a la divina providencia de una manera
especial, ya que se hace partícipe de esta providencia, siendo
providente sobre sí y para los demás.
Ahora bien en la cuestión 92 De los efectos de la ley, en esta cuestión se verá que a ley no es otra cosa que el dictamen de
la razón en un soberano, en virtud del cual son gobernados los
súbditos. “la ley tiene la propiedad de incluir a los súbditos a la
propia virtud. Siendo la virtud
algo que tiende a «hacer bueno a su poseedor», resulta que el efecto
propio de la ley es hacer buenos a aquellos a quienes se da: buenos
absolutamente o buenos relativamente”.
Se
dirá en la cuestión 93 que en todo gobernante debe preexistir la razón
del orden de aquellas cosas que han de ser realizadas por los que están
sujetos a gobierno, “la razón del que gobierna los actos de los súbditos
alcanzan carácter de ley, salvas las demás condiciones necesarias de la
ley”.
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Veremos
en esta cuestión que toda ley se deriva de la ley eterna en la medida
en que participan de la razón. Veremos también un poco de la ley humana y
veremos que está tiene razón de ley solo en cuanto se ajusta a la recta
razón. Y que cuando esta se aparta de la recta razón será una ley
inicua, y esta hará que no tenga un carácter de ley si no que tendrá un
carácter de violencia.
Ahora
bien al tratar de la ley humana nos estamos refiriendo a la cuestión
número 95, y en esta cuestión veremos que el hombre tiene por naturaleza
cierta disposición para la virtud; pero esta virtud ha de venir al
hombre en un trabajo disciplinar.
Veremos
pues que la leyes son justas: “por la razón de fin, cuando se ordena al
bien común; por razón de su autor, cuando la establecida no excede la
potestad del legislador, y por razón de la forma, cuando se imponen las
cargas a los súbditos con igualdad de proporcionalidad y en orden al
bien común”.
Ahora bien la Suma teológica de Tomás de Aquino se divide en dos partes, en la segunda parte tendremos la cuestión número 15 la cual trata el tema De la ceguera de la mente y el embotamiento del sentido, en esta cuestión veremos pues que la operación intelectual del hombre está en la abstracción de las imágenes sensibles.
En
esta segunda parte veremos pues que en el juicio por el que juzgamos lo
hombres, se considera principalmente bueno y malo por parte de aquel
que de quien se juzga, este será considerado como “honorable, cuando se
le juzga bueno, y por despreciable cuando se le juzga mal.”. Se verá que el juzgar de las cosas será distinto que
el juzgar de los hombres, pues en el juicio acerca de las cosas no se
considera lo bueno o lo malo por parte de la cosa misma que juzguemos de
ella, sino sólo el bien del juzgador si las juzga con verdad.
Concluyo
este texto diciendo que en el juicio sobre las cosas debe procurarse
interpretar cada una cual es en sí, más en el juicio de las personas se
debe interpretar en el mejor sentido.
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