La Vida no se destruye, se transforma
Por la muerte, la familia no se destruye.
Se transforma. Una parte de ella parte hacia lo invisible.
Creemos que la muerte es una ausencia,
cuando en realidad es una presencia secreta.
Creemos que crea una distancia infinita,
cuando en realidad suprime toda distancia,
llevando al espíritu lo que se ubicaba en la carne.
Cuántos vínculos renueva,
cuántas barreras destruye,
cuántos muros abate,
cuánta niebla disipa
si la amamos.
Cuántos más seres abandonan el hogar,
más vínculos celestes tienen los supervivientes.
El cielo, entonces, ya no está habitado sólo por ángeles, santos conocidos o desconocidos y por Dios misterioso,
sino que se transforma en algo familiar,
es el hogar de la familia,
la buhardilla de la casa -por así decir-,
y de arriba abajo, el recuerdo, la ayuda y las llamadas se responden
cuando se le invoca para asuntos incómodos o para encontrar trabajo.
Padre Sertillanges, O.P.