El perdón es una práctica poderosa que cambia mi vida para bien. Cuando el dolor de injurias pasadas surge en mi mente, invito a que el perdón llene mi corazón. Aún si no sé cómo perdonar, estoy dispuesto a hacerlo. Gracias al espíritu de Dios en mí, tengo el poder de dejar atrás el pasado y aceptar el gozo del presente. Permito que el amor divino me sane —corazón, mente y alma.
El dolor pasado se disipa al recibir con beneplácito nuevo gozo en mi vida. La paz y el amor prevalecen a medida que creo nuevos recuerdos. Mi mente está libre de juicio y negatividad. El amor de Dios obra en mí y por medio de mí. Mi corazón receptivo y compasivo hace que yo sea una persona mejor.
Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.—Lucas 11:4