III. Los elementos fundamentales en catequesis
1. La finalidad
La finalidad es la meta que se desea conseguir. Al emprender un
viaje, la meta marcada nos fija el camino a elegir, los medios más
oportunos para llegar a ella, la duración y el costo alto o bajo que
deseamos pagar por el trayecto. Lo mismo es en catequesis. Quien conoce
la meta, puede elegir muy bien el camino. Quién no sabe a dónde va ¿cómo
podrá elegir bien lo que necesita?
Por lo tanto, el catequista debe habituarse a fijar las prioridades
de su trabajo. Es decir, debe conocer muy bien cuál meta es prioritaria y
cuál secundaria. Podrá seleccionar las prioridades según la meta que
debe lograr al final de su curso.
2. El contenido
El contenido de la catequesis es la doctrina o mensaje que
transmitimos. Este mensaje es el del Jesucristo. De hecho, la catequesis
es la acción de la Iglesia que transmite este mensaje para que los
hombres crean en Él.
Pero ¿Dónde está el contenido de la fe que debe transmitir la
catequesis? ¿Toda la doctrina de la fe cristiana tiene la misma
importancia en la catequesis? ¿Debemos transmitir todo el contenido cada
vez que damos catequesis? Y, si no podemos dar todo el mensaje del
Evangelio ¿cómo podemos seleccionarlo correctamente? La respuesta a
estas preguntas nos dará las pistas básicas para no errar a la hora de
establecer cuál es el contenido correcto de la catequesis.
El contenido de la fe que debe transmitir el catequista está en la
Revelación. La Revelación la podemos encontrar en sus tres fuentes: la
Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia. No toda la
doctrina de la fe cristiana tiene la misma importancia en la catequesis.
Hay verdades, que tienen más importancia que otras. Más aún, el buen
catequista debe enseñar a sus alumnos a distinguir cuáles verdades de la
fe son importantes y cuáles tienen menos importancia.
Aunque es ideal cumplir siempre con toda la doctrina de la fe
programada, es oportuno recordar que la integridad del contenido es una
meta y no un punto de partida.
3. El destinatario
Hay muchos tipos de destinatarios: según edades, ambientes y
comunidades. La catequesis no se dirige a personas con las mismas
características, y no es más que repetir siempre las mismas cosas, en el
mismo orden y de la misma manera.
Debemos tener en cuenta también que las personas cambian de
características con el tiempo y según las épocas. Y, consecuentemente,
los materiales y los métodos que servían para la catequesis hace
tiempo... hoy son menos adecuados. Debemos precisar: el contenido de fe
es el mismo, pero el destinatario no es el mismo.
El catequista que no logra adaptarse al grupo de personas que debe
catequizar o que no sepa acomodarse al ritmo especial de alguna persona
que se está educando en la fe, nunca lograr realizar una buena
catequesis. Pero, destaquemos la necesidad de lograr la adaptación al
destinatario sin traicionar el contenido de la fe.
4. El método
El método es el conjunto de mecanismos que ayudan a obtener un fin.
Es un conjunto porque es la suma de varios elementos.
Es un conjunto de mecanismos porque los principios que contiene cada método actúan como palancas para levantar un peso.
Y decimos que ayuda a obtener un fin porque el método es un instrumento para lograr una meta.
No es lo mismo método que técnica. El método tiene varios mecanismos
que funcionan en buena armonía. La técnica tiene un sólo elemento.
El método no es lo importante. Lo importante es la meta.
Puede haber muchos métodos buenos y útiles.
Un buen método tiene que responder a las exigencias del objetivo de
la catequesis, del contenido a transmitir y del destinatario a quien se
dirige.
Hay métodos más útiles para motivar y otros más útiles para enseñar;
hay métodos útiles para niños que nos sirven para jóvenes o adultos; hay
métodos oportunos para tratar un tema que no sirven para tratar otro
tema.
Un buen método en catequesis no sólo transmite bien la doctrina, sino
que además fomenta la aceptación de la fe en el corazón de quien recibe
el mensaje de Cristo.
El catequista es el factor principal para el éxito de un método. La
catequesis es, ante todo, un testimonio. Y los aparatos o los mecanismos
no pueden dar testimonio. Sólo las personas son testigos.
Un buen método en catequesis debe envolver a toda la persona. Los
métodos mejores activan todas las facultades del ser humano: la
imaginación, la voluntad, los sentimientos, la inteligencia, la memoria,
etc.
5. El agente
El lugar que ocupa el catequista entre Dios y el destinatario nos
ayuda haber su función mediadora. Su papel es acercar a Dios y al
destinatario. Su función, pues, es mitad sobrenatural y mitad humana.
Es, por esto, que el catequista tiene que lograr su máxima capacitación
en lo espiritual y en lo humano.
En segundo lugar, conviene destacar los límites del catequista.
Muchos rechazan ser catequista porque son imperfectos y sin cualidades.
Pero, si buscáramos un santo perfecto para dar catequesis, nadie estaría
capacitado. El catequista es un instrumento. Y tiene los límites del
instrumento.
6. El lenguaje
Hay diversos lenguajes: de la palabra, de los gestos, de la música,
de la imagen, del silencio, lenguaje bíblico, lenguaje eclesial,
lenguaje teológico y lenguaje común.
El lenguaje es uno de los elementos en que el catequista debe
adaptarse al destinatario. Si no lo hace, no le entenderán. Por eso,
debe aprovechar todos los lenguajes que le ayuden a transmitir su
mensaje. Debe tener claro que el lenguaje es un medio de comunicación.
No tiene más importancia que ser instrumento. Pero debe vigilar que sea
el más oportuno para hacerse entender y para lograr que el mensaje del
Evangelio sea comprendido.
7. Los instrumentos didácticos
Hoy día, la técnica nos ofrece de usar videos y otros materiales
didácticos para la catequesis. Pero no debemos convertir nuestra
catequesis en una gran maquinaria de instrumentos que producir la fe
como una fábrica de coches. La catequesis necesita los instrumentos.
Pero debe superar a los instrumentos. Recordemos que ningún instrumento
sustituye el testimonio personal y experiencial de quien afirma la fe en
Jesucristo ante los demás, es decir, la acción personal y directa del
catequista.
Los buenos materiales siguen los principios básicos que aplicamos
anteriormente al método. Es decir, adaptación al destinatario para quien
se dirige, variedad que atienda a los objetivos y al contenido que
prevé nuestro programa, que sea rico de motivaciones y enseñanzas, etc.
8. Las circunstancias. Lugar y tiempo
Importa elegir bien el horario y el lugar en que se imparte la
catequesis. Si organizamos un curso para niños mientras están en la
escuela, es evidente que habrá mala asistencia. Si elegimos un lugar al
que es difícil llegar porque no hay transporte, también habrá poca
asistencia. Somos humanos. Y damos catequesis a seres humanos. Y, si no
está organizado humanamente nuestro programa, no tendrá aplicación para
seres humanos.
9. Los canales para catequizar
Entendemos por canales los conductos por los que el catequista
utiliza para llevar el mensaje del Evangelio, por ejemplo, la radio. Es
obvio que algunos de los canales de que hablaremos son más bien lugares.
Es decir, son espacios en los que el evangelizador se hace presente
para transmitir su mensaje; por ejemplo, la parroquia o la zona
habitacional. También los llamamos canales porque son el conducto amplio
en que se realiza la catequesis.
Hay canales más adecuados para determinados contenidos. Hay canales
más adecuados para las capacidades del catequista y hay canales más
adecuados según los destinatarios. Hay que tener en cuenta también
otros elementos para elegir el canal de catequesis más adecuado para
cada ocasión.
10. La promoción
Buena motivación para acudir y recibir con gusto el mensaje del evangelio.