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~~CATECISMO~~: EL USO LITÚRGICO DE LAS CAMPANAS EN LA IGLESIA: LOS SAGRADOS BRONCES
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De: Atlantida (Mensaje original) |
Enviado: 25/07/2021 00:05 |
Introducción
“la
principal intención de la Iglesia es alabar con júbilo a Dios, no
solo con los órganos, y otros instrumentos, sino también con las
campanas y voces bien sonantes”
Blas
Ortiz, La
catedral de Toledo, 1549,
Toledo.
Con
estas palabras subrayaba el doctor Blas Ortiz la importancia que
tenían las campanas en el desarrollo de la liturgia del templo
Primado, cuyos toques equiparaba en importancia al de los órganos y
los cantos. Esta importancia no era exclusiva de la catedral
toledana, sino un reflejo de la secular tradición que han tenido los
“bronces sagrados” en el devenir de la Iglesia.
Las
campanas no son instrumentos al uso, son instrumentos con alma. Ya
desde la Edad Media eran conscientes de su importancia, por eso se
las bendecía y se les daba un nombre, como a un miembro más de la
comunidad. Su voz por tanto, en virtud de esta bendición es más que
un mensaje, es oración. Es por ello que los pueblos y parroquias se
han identificado estrechamente con sus campanas y las han hecho sonar
en todo tipo de circunstancias, especialmente en momentos difíciles,
en los que actúan casi como intercesoras.
Hasta
hace pocos años era inconcebible una iglesia sin campanas, puesto
que eran parte intrínseca de la liturgia. Actualmente la situación
es bien diferente, apenas quedan campaneros (y cada vez menos), cuyo
oficio heredaban de su antecesor, de quien aprendían cada uno de los
toques. Las manos son progresivamente sustituidas por artificios
mecánicos y la capacidad creativa del campanero por un ordenador que
mueve los martillos con toques estandarizados.
Analizamos
a continuación diferentes aspectos de las campanas en relación a su
uso litúrgico: el origen de su uso, su solemne bendición, la
responsabilidad de tocarlas y los diferentes toques litúrgicos.
1. Origen
del uso litúrgico de las campanas
El
precedente litúrgico de las campanas lo encontramos en el shofar
y
las trompetas, tal como aparecen en los escritos del Antiguo
Testamento, si bien, la campana como instrumento era conocida y
ampliamente usada en la cuenca mediterránea, pero sin finalidad
litúrgica. Las campanas existían siglos antes de la Encarnación
de Nuestro Señor. El pueblo judío contaba con instrumentos cuya
finalidad es similar a la de las campanas: a día de hoy, en
determinadas festividades aún hacen sonar el shofar,
y en diferentes pasajes del Antiguo Testamento la gloria de Dios se
manifiesta a través del sonido de las trompetas, como cuando Moisés
asciende al Sinaí (Ex 19, 17-19) o en la caída de las murallas de
Jericó (Jos 6). Las trompetas también sirven como instrumento de
llamada para convocar al pueblo, como las que mandó hacer Moisés
en plata para convocar a las tribus de Israel durante su periplo por
el desierto (Nm 10, 1-11). El uso y significado de las trompetas
pasó a las campanas en el mundo cristiano. Estos instrumentos eran
bien conocidos en el mundo romano con el nombre de tintinabula;
eran de pequeño tamaño y con ellas se avisaba de la apertura y
cierre de las termas. Se sabe que en Grecia también se habían
usado para avisar de la venta de pescado.
En
el primitivo cristianismo, durante la época de persecución, no
existían las campanas para llamar a los fieles a los divinos
oficios, siendo necesario hacerlo en secreto en lugar y fecha
concretos. Una vez reconocido el cristianismo como la religión
oficial del imperio, se vio la necesidad de convocar a los fieles de
una manera pública. Tradicionalmente se ha reconocido a San Paulino
de Nola (+431) como el primero en usar las campanas en la iglesia.
De hecho, la palabra campana proviene de la región italiana de
campania,
donde se encuentra la ciudad de Nola, famosa desde la antigüedad
por sus fundiciones de bronce. Sea como fuere, lo cierto es que a
partir del siglo VII aparecen las primeras referencias a campanas en
las iglesias como parte de la liturgia. No obstante, algunos
especialistas retrotraen la fecha al siglo V. El nombre signum,
fue la forma más antigua para designar a las campanas de iglesia,
puesto que con ellas se daba señal para los oficios divinos. Con
este nombre se conocía a las campanas entre los visigodos y los
mozárabes; no obstante en el Pontifical Romano también se emplea
el término campana.
En
las rúbricas del Liber
Ordinum del
ritual visigodo aparecen mencionadas repetidamente las signa,
lo cual demuestra que estaban plenamente integradas en la liturgia.
Hasta
el siglo XII, aproximadamente, las campanas debían ser de pequeño
formato. A partir de este momento, gracias al perfeccionamiento de
la técnica de fundición, empiezan a aparecer bronces de mayor
tamaño, posibilitando una mayor riqueza y variedad de toques. Esta
progresiva ampliación de los repertorios obligó a redactar reglas,
o normas de toques, llamadas también consuetas, donde quedaban por
escrito a través de someras descripciones las campanas y la forma
en que se interpretaban los diferentes toques. Estas reglas son
propias de templos con una compleja actividad cultual, especialmente
catedrales y colegiatas. Son las “partituras” de los toques, que
servían para establecer una norma y para guiar al campanero. Las
más antiguas datan del siglo XIV. A medida que avanzan los siglos
encontramos más reglas de toque, redactadas como un complejo manual
con una descripción, en ocasiones, bastante minuciosa. Por lo
general durante la Edad Moderna las reglas de toques aparecen como
un capítulo más de los ceremoniales de las catedrales. Tomamos
como referencia El
Ceremonial de la Santa Iglesia de Toledo, redactado
entre 1585 y 1590, conocido popularmente como el “Ceremonial de
Rincón”, por ser el racionero Juan Rincón uno de los redactores
del documento. En éste aparece el toque de campanas como un
epígrafe más del extenso y complejo ritual de la sede toledana. En
el primer capítulo dedicado a las campanas (Libro
I, Capítulo 2. Del tañer de las campanas)
se describen las diferentes formas de tañer a las horas canónicas,
Misas y procesiones de cada día y según la clase de día, ferial,
domingo o fiestas. El segundo capítulo (Capítulo
tres: de cómo se dan clamores en los fallecimientos, novenarios,
cabos de año y aniversarios)
aborda la compleja jerarquización de toques fúnebres del templo
primado.
Desconocemos si en la Catedral de Toledo existen normas
posteriores a la del “ceremonial de Rincón”, pero por algunas
referencias del erudito cronista toledano Sixto Ramón Parro,
sabemos que los toques debieron mantener el esquema fijado en esta
norma hasta mediados del XIX, momento en el que, por diversas
causas, se inicia una progresiva simplificación en la técnica y en
el repertorio.
2. Objetos
sagrados: la bendición solemne de las campanas
La
importancia de las campanas en la vida de la Iglesia se advierte en
su bendición, acto que tradicionalmente ha sido revestido de tal
importancia y solemnidad, que con frecuencia se le denomina
consagración, y que es equiparable en importancia a la consagración
de un templo y objetos litúrgicos principales como el cáliz y la
patena. Las primeras noticias de bendiciones de campanas datan del
siglo VIII, aunque Alcuino (+804), maestro de Carlomagno, señala
que no es una costumbre nueva.
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Bendición de campana en Valencia. Fuente: https://radiocristiandad.files.wordpress.com |
En
el Liber
Ordinum
de la iglesia visigoda y mozárabe se recoge el rito de bendición
de las campanas, así como el exorcismo que precede a la misma. Esta
bendición, cuyo origen data algún autor en el siglo V, demuestra
la importancia que se concedía a las campanas como un importante
sacramental. La Solemne bendición hace una breve exposición de las
trompetas que mandó realizar Moisés y las campanillas del traje
sacerdotal de Aarón. Continúa impetrando las gracias divinas
invocando la señal de la cruz como fortaleza del hombre contra los
ataques del diablo y pidiendo a Dios que su sonido recuerde a los
fieles el cumplimiento de los mandamientos divinos y sirva de
consuelo y ánimo para los enfermos y los tristes. Con el correr de
los siglos esta bendición fue solemnizándose, añadiéndose más
elementos como la ablución, la unción del Santo Óleo de enfermos
y el Santo Crisma, así como otras oraciones. La inclusión del
Crisma confiere a la campana un carácter de consagración, de
objeto apartado de todo uso profano y reservado en exclusividad para
el culto divino, del mimo modo que el cáliz y la patena. Este
carácter excepcional de las campanas hizo que se considerara causa
de procesamiento ante la Inquisición a los menospreciadores
de campanas.
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Ceremonia de bendición de una campana en una ciudad centroeuropea. Foto: http://ikomutoprzeszkadzalo.pl |
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Después
del Concilio de Trento se fijó en el Pontifical Romano la bendición
solemne de las campanas, sin la cual incluso el obispo podía
prohibir que se tocaran. Esta bendición, de origen muy antiguo,
tiene un carácter solemne y solo podía impartirla un obispo. La
bendición debía realizarse antes de izar las campanas a las
torres. Para ello se montaban sobre una estructura que las dejaba
suspendidas, de modo que se pudieran circunvalar y acceder a su
interior. El obispo se revestía con alba y capa pluvial, y portaba
sus signos de autoridad pontifical, el báculo y la mitra simple.
Después del rezo de diferentes salmos, se inicia el rito de
bendición, que comienza con la bendición solemne del agua, en la
cual el prelado echa la sal en forma de cruz. En esta primera
oración se mencionan los efectos de la bendición sobre el bronce:
ahuyentar a los espíritus malignos, alejar las tormentas y aumentar
la devoción de los fieles. Con esta agua bendecida el obispo
empezaba a lavar el bronce, tarea que continúan los ministros
asistentes. Seguidamente el obispo puesto en pie frente a la campana
trazaba con el Óleo de enfermos una cruz en la parte exterior
mientras recita otra oración en la que hace mención de las
trompetas de plata que mandó hacer Dios a Moisés para convocar al
pueblo de Israel y continuaba diciendo:
“su
sonido sirva a los fieles de estímulo para alcanzar el premio y de
cuando su dulzura llegue a resonar en los oídos de los pueblos,
crezca en ellos la devoción de la fe, se alejen las asechanzas de
los enemigos, el estruendo de los granizos, la violencia de los
torbellino, e ímpetus de las tempestades, se templen los truenos
dañosos, moderen y hagan saludables los aires, se humillen a la
diestra de tu virtud las aéreas potestades, para que teman, y huyan
cuando oigan esta campana, en que está esculpida la señal de la
Cruz de tu Hijo, a quien se humilla toda criatura y toda lengua
confiesa después de muerto Rey en el Cielo con el Padre y el
Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amen”
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Obispo recitando una de las oraciones del ritual de bendición de campanas. Foto: http://ikomutoprzeszkadzalo.pl
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A
continuación el obispo limpiaba la cruz que había dibujado sobre
la campana y entona la antífona Vox
Domini, super aquas multas, Deus majestatis intonuit: Dominus super
aquas multas
(La voz del Señor se cierne sobre las aguas...) a la que prosigue
la schola
cantorum
cantando el salmo 28. Seguidamente tenía lugar uno de los momentos
más importantes de la bendición: el prelado realizaba siete cruces
en el exterior del bronce con el Santo Óleo de enfermos y después
con el Crisma otras cuatro en el interior. En estas cruces el obispo
recita la siguiente oración: Santi+ficetur,
et conse+cretur, Domine, signum istud. In
nomine Pa+tris, et Fi+lii, et Spiritus + Sancti. In
honorem (nombre
que se le impone).
Pax tibi. Es
en este momento en el que se consagraba la campana y se le imponía
nombre, generalmente de un santo; de ahí que esta bendición en
ocasiones también se le llame bautizo. Proseguía la celebración
con otra solemne bendición en la que se vuelven a recordar sus
cualidades. A continuación se inciensaba la campana, colocando un
incensario o brasero debajo para que el humo envuelva a todo el
bronce. En el incienso se ponía también mirra y otras resinas
aromáticas (timiamas). Mientras el humo envolvía la campana la
schola
entonaba
la antífona Deus
in sacto via tua: Quis Deus magnus sicut Deus noster? y
el salmo 76. Finalmente, el obispo puesto en pie recitaba la última
oración, en la que volvía a pedir la protección de Dios
repitiendo las bondades y beneficios de las campanas en los fieles.
Concluía la bendición con la lectura del Evangelio de Lucas (10,
38-42) en la que se narra la visita de Jesús a Marta y María. El
sentido simbólico de este pasaje es que la campana invita al fiel a
escoger
la mejor parte. Terminaba
la bendición con un toque simbólico.
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Obispo ungiendo de Crisma el interior de una campana. Foto: http://ikomutoprzeszkadzalo.pl |
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Obispo ungiendo una campana. Foto: http://ikomutoprzeszkadzalo.pl |
Esta
solemne bendición consagraba las campanas de tal modo que no todo
el mundo podía tañerlas, solamente clérigos. Era una de las
atribuciones del ostiario,
(clérigo
que había recibido la primera de las órdenes menores) junto con
abrir y cerrar las puertas del templo y cuidar las cosas sagradas.
Sin embargo, esta atribución no siempre se ha cumplido, puesto que
las campanas han sido tocadas en los últimos siglos por sacristanes
o por campaneros. En algunos campanarios catedralicios se exigía
que el campanero mayor fuera sacerdote, no tanto por esta
consideración hacia los “sagrados bronces”, sino por el
conocimiento del funcionamiento de la Liturgia. El Cardenal
Lorenzana señalaba en el edicto publicado en 1782 (Edicto
en que se prescribe el moderado uso del toque de campanas) que
la consagración se había omitido, al no haber sido posible guardar
el suficiente respeto hacia las campanas:
“Es
muy antiguo en la Iglesia de Dios el uso de las campanas, y la
consagración de ellas o su bendición está llena de misterios;
pues en la unción con Santo Crisma se conoce quan particularmente
se consagran para el culto divino, al modo que se ungen las manos de
los Sacerdotes, los Cálices y la Patena, por cuya razón se mandó
en un Concilio en Colonia y después por S. Carlos Borromeo, que
sólo un clérigo vestido de sobrepelliz pudiese tocar las campanas;
y acaso por no guardarla este respeto debido a su consagración, se
ha omitido por el común el consagrarlo, y solo se usa de
bendecirlas”.
Es
probable que por esta, y otras razones, la Santa Sede aprobara entre
finales del siglo XIX y principios del XX dos nuevos rituales de
bendición:
El
ritual de bendición aprobado en 1892 está destinado a campanas de
uso profano. A diferencia de los anteriores, puede no hacerse, y no
es constitutivo (constituyen al objeto que la recibe como reservado
para uso sagrado), sino invocativo (implora el auxilio divino en
favor de las personas o cosas, para bien del alma o del cuerpo), del
mismo modo que se bendice un coche o un avión: no las convierte en
objetos consagrados para el culto.
El
ritual aprobado en 1902 se refiere a campanas de uso litúrgico, y
por tanto constitutivo, viene a ser una simplificación del
tradicional. Esta bendición podía impartirla cualquier sacerdote
con el consentimiento directo del obispo. Es una bendición simple,
sin abluciones, Óleos, Unciones con Crisma ni
brasero con timiama y mirra.
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Después
del Concilio Vaticano II se realizó un nuevo ritual de bendición
de campanas, en la línea simplificadora del aprobado en 1902.
Observamos
en la breve exposición aquí escrita, que hay una evolución en la
consideración de las campanas dentro de la liturgia católica. En
los primeros siglos de la baja Edad Media la campana aparece como un
objeto litúrgico de primer orden, bendecido con una solemne
bendición que la consagra para el servicio religioso. A medida que
pasan los siglos esa consideración va poco a poco disminuyendo,
debido a la modernidad y la progresiva secularización de la
sociedad. Esto lo vemos también en las inscripciones de las
campanas. Hasta el siglo XVIII las campanas pedían la intercesión
del santo con un ora
pro nobis
junto su nombre. A partir del XIX aparecen como una dedicación:
“Dedicada a San José”.
3. Los
campaneros
Ya
hemos comentado que la consagración de los bronces implicaba que la
persona responsable de tocarlos fuera también consagrada, siendo
tradicionalmente el ostiario
(clérigo
que había recibido la primera de las órdenes menores) el encargado
de tañerlas. Sin embargo, la realidad es que al menos durante los
últimos siglos han sido los sacristanes o los campaneros, ambos
seglares, los encargados de tocarlas. Las primeras noticias que
tenemos sobre los primeros campaneros es que eran sacerdotes, así
aparece en documentos del siglo VIII, no siendo originalmente una
atribución de los ostiarios,
los cuales solo tenían por responsabilidad abrir y cerrar los
templos. Es en el siglo XI cuando se empieza a asignar a los
ostiarios
el tañido de las campanas. Las decretales de Gregorio IX (+1241)
-lib. 1, tít. 27 (de
officio custodis)-,
ponen como oficio propio del custodio
el tocar las campanas a las horas canónicas, bajo dependencia del
Arcediano. El custodio
guarda bastantes analogías con el sacrista,
y
este con el tesorero.
En
las Partidas de Alfonso X se dice que corresponde al tesorero o
sacristan
el cuidado de las cosas materiales de la iglesia y el tañer las
campanas. En el Caeremoniale
Episcoporum se
trata
del oficio del sacrista
de catedrales y colegiatas. Corresponde a él la responsabilidad de
tocar las campanas a Misas, Horas Canónicas, al elevar la Hostia
Consagrada en la Misa Mayor, al Viático, así como al amanecer, al
mediodía y al anochecer para dar la señal del Ángelus.
Se especifica también que en cuanto se pueda el sacrista
debía ser sacerdote, dejando la puerta abierta para que éste
pudiera ser un seglar. ¿Cuándo dejaron de ser tocadas las campanas
exclusivamente por sacerdotes o ministros con órdenes menores?
Desconocemos cuándo ocurrió, pero debió ser una consecuencia
lógica del aumento del tamaño de las campanas a partir de los
siglos XII y XIII: en días de fiesta solemne algunos campanarios
españoles necesitaban entre veinte y treinta campaneros. En el
siglo XVI era ya una realidad que en prácticamente toda España y
en Europa las campanas eran tocadas por seglares. Es por ello que
tanto en el segundo Concilio de Colonia (1536) como San Carlos
Borromeo obligaran a llevar sobrepelliz a los campaneros en señal
de reverencia a los “sagrados bronces”. Ante esta situación en
el siglo XVIII se omitió la consagración, como bien expone el
Cardenal Lorenzana en su decreto sobre el Uso moderado de las
campanas (1782) citado en el anterior capítulo. Por ser
responsabilidad en principio de sacerdotes y después de clérigos
inferiores viene la tradición de colocar los campanarios en
cimborrios o en torres próximas al coro o al presbiterio. Un
vestigio de esta práctica lo encontramos en las llamadas “campanas
de señales” que cuelgan de estructuras sobre el transepto, sobre
el tejado del coro, o incluso sobre el presbiterio o la sacristía,
para avisar al campanero de dar inicio a la señal de coro o
coordinar ciertos toques con la liturgia.
4. Los
toques litúrgicos
La
Iglesia ha sabido a lo largo de su historia elevar las cosas
materiales para servir a un fin sobrenatural, elevó las campanas
como instrumento que sirviera para la santificación de las almas y
gloria de Dios. El uso propio de las campanas benditas para el culto
divino se condensa en la glosa recogida en el Extrav. Quia
cunctos. (De
off. Custodis, lib. I, tít. 5):
“Laudo
Deum verum, plebem voco, congrego clerum, defunctos ploro, nimbum
fugo, festaque honoro” (Alabo al Dios verdadero, llamo al pueblo,
reúno al clero, lloro a los difuntos, ahuyento a las nubes
tempestuosas, doy lustre a las fiestas).
Por
lo tanto, no deberían tocarse sino para usos estrictamente
religiosos. La Iglesia nunca ha permitido que sean tocadas para usos
contrarios a los sagrados, como entierros de herejes o infieles,
victorias de los enemigos de la Iglesia, causas a las que se siga
derramamiento de sangre, ni para convocar a una ejecución o acción
de guerra. Sin embargo, para usos caritativos
sí
que lo ha permitido, como es el caso de los toques de incendio o
calamidades, de orientar a perdidos, sacar el ganado, señalar el
final e inicio de la jornada de trabajo, la entrada de los niños a
la escuela etc.
Como
podemos ver en esta glosa latina, las virtudes de las campanas son
diversas, y dependiendo de cada una de sus funciones tocan de una
manera o de otra. De este modo se fue creando un código lingüístico
identificable por la comunidad. Podríamos sumar otras funciones que
no aparecen reflejadas en este verso, como son las campanas horarias
y los carillones, artificio tradicionalmente denominado en España
como “órgano de campanas”, pues es un teclado que activa los
martillos de diferentes campanas completamente afinadas y que
permiten al carillonista interpretar una melodía. Tanto las
campanas horarias como los carillones son el reflejo de una
cosmovisión diferente a la cristiana. Los relojes marcan una
división matemática y exacta del tiempo, mientras que los
carillones son unos instrumentos inventados en los Países Bajos en
el siglo XVI para ser tocados durante las horas que están abiertos
los mercados de las plazas. Los toques “litúrgicos” (en un
sentido muy amplio, englobando los que también son de uso profano)
parten de un concepto cronológico cristiano: Dios es Cronócrator,
Señor del tiempo con un significado y una función: “un tiempo
para nacer, tiempo para morir; un tiempo para plantar, un tiempo
para cosechar; un tiempo para matar, un tiempo para sanar...”
(Eclesiastés 3, 1-8), por eso los toques litúrgicos están
organizados de forma jerárquica, en función de la importancia de
las celebraciones y del ciclo natural, en el que la liturgia se
engarza a la perfección.
Laudo
Deum verum: toques
de oración y alabanza a Dios
Es
la alabanza a Dios el fin principal de las campanas consagradas al
culto Divino. Al ser un objeto consagrado para tal fin, su sonido
se reviste de cierta sobrenaturalidad, convirtiéndose así en un
potente y recurrente sacramental. La potencia de su sonido y las
virtudes que le confieren su solemne bendición, la convierten en
el instrumento más adecuado para la alabanza a Dios. De ahí que
se emplearan tradicionalmente en los momentos de mayor alabanza,
como los “Te Deum”, en la Elevación, en la exposición del
Santísimo, en la bendición con el Santísimo, en las procesiones.
Toque
de Alzar
En
el siglo XII empiezan a aparecer los primeros datos del toque de
campanas al alzar la Hostia y el Cáliz durante la Misa. En el
siglo XVI debía ser una práctica ya extendida por la
cristiandad, pues Gregorio XIII (+1585) concedió indulgencias a
aquellos que al oír el toque rezasen de rodillas dondequiera que
estuvieran. Suele presentar una forma genérica: tres campanadas
espaciadas al elevar la Hostia y otras tantas al elevar el Cáliz,
aunque puede haber variaciones locales. Estos toques son
simultáneos a los de la campanilla de mano tocada por un acólito,
cuyo origen parece coincidir en el tiempo con el de las campanas
de torre. En ocasiones muy solemnes la campanilla de mano puede
ser sustituida en España por las llamadas “ruedas de campanas”.
Estas ruedas también se tocan a la salida de alguna Misa Solemne,
en algunas procesiones, en el Gloria de la Vigilia Pascual, al
Exponer y Reservar.
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El
Ángelus
El
toque del Ángelus es quizás uno de los más asociados a las
campanas, puesto que son ellas las que marcan el momento en el
cual debe rezarse esta oración. Aunque actualmente el Ángelus
haya quedado reducido a la oración que marca el mediodía
(solar), era costumbre rezarlo también al amanecer y al
anochecer. Éste último, al menos en el arzobispado de Toledo,
era llamado el toque de oración o de oraciones, y marcaba el
final de la jornada, y el momento en que debían recogerse todos
en sus casas. El de la mañana recibía varias denominaciones,
siendo generalmente conocido como toque del alba.
Fue
el Ángelus de anochecer el primero en aparecer. Según la leyenda
fue instituido por Urbano II (1088-1099) tras el éxito de la
primera cruzada. San Buenaventura en 1269 mandó a los
franciscanos que exhortasen a los fieles a rezar la Salutación
angélica a los tres golpes de campana, uno por cada Ave María.
San Buenaventura defendía que a la caída del sol tuvo lugar la
Anunciación. Uno de los mayores propagadores de esta oración
vespertina fue el Papa Juan XXII, que en 1318 la enriqueció con
Indulgencias.
El
toque del amanecer debió aparecer poco después. En diferentes
Concilios y Sínodos europeos del siglo XIV se menciona este
toque, pero rezado en recuerdo de la Pasión del Señor.
Finalmente, en el Concilio de Colonia (1423) se describe por vez
primera el toque del mediodía, pero sólo para los viernes y en
memoria de la Pasión. El Papa Calixto III la enriqueció con
Indulgencias en 1456. En el año 1500 Alejandro VI renueva el
decreto de Calixto III.
El
Papa León X (1513-1521) concedió mil quinientos días de
indulgencias cada vez que al toque de campana de amanecer,
mediodía y atardecer se rezasen de rodillas las tres Avemaría.
Desde este momento las tres devociones se funden en una. La
oración del Ángelus, tal como se conoce actualmente, ya aparece
fijada en un devocionario de 1573. Han sido varios los Pontífices
que han fomentado a través de numerosas indulgencias el rezo del
Ángelus.
El
toque del Ángelus se organiza en base a la oración. Por lo
general se toca la campana grande dando uno o tres toques por cada
una de las Ave Marías. A veces se hace un aviso previo con otra
campana de la torre. En el antiguo arzobispado de Toledo este
toque presenta la peculiaridad de contar con una segunda parte
(que viene a corresponderse con la oración final) que puede ser
repicada o con una campana pequeña a vuelo. La constitución
sinodal del Cardenal Sandoval y Rojas en 1601 ordenaba que se
tañese de una forma concreta:
“Cosa
justa es que en todas las yglesias se taña de un mesmo modo al
Ave María, y que donde ay más de una yglesia, se taña en todas
a un mismo tiempo. Por ende ordenamos y mandamos que de aquí
adelante, en cada una de las yglesias de este nuestro Arzobispado,
los sacristanes o campaneros de ellas, cada día al anochecer
tañan al Ave María, dando nueve golpes en una campana grande de
tres en tres: y acabados los dicho nueve golpes, tañan una
campana abuelo: y en los sábados y vísperas de fiestas, repiquen
las campanas, conforme a la festividad del día siguiente. Lo cual
cumplan, so pena de dos reales a cada uno de los que lo contrario
hizieren, por cada vez, aplicados a la fábrica de las dichas
yglesias y fiscal, por mitad”.
Sobre
los toques el Ave María del mediodía dice que han de tocarse
tres golpes con una campana grande dejando un intervalo entre uno
y otro.
En
aquellos pueblos en los que se ha conservado el toque manual el
esquema viene ser el descrito en la constitución sinodal, aunque
por lo general la segunda parte es repicada y no con campana a
vuelo.
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Bendición de una campana. Foto: http://ikomutoprzeszkadzalo.pl |
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Convocatoria
al Viático
Aunque
la circunstancia en la que se lleva el Viático es fúnebre, pues
es la comunión de una persona agonizante, la salida del Santísimo
del templo constituye un motivo de alabanza.
En
el Viático, como en otras ocasiones en las que sale el Santísimo
a la calle, su presencia es avisada con una campanilla. Los
primeros datos que se tienen acerca de esta campanilla datan del
siglo XIII. Tanto en el Ceremoniale
Episcoporum (Lib.
1, c.6, n.3) como el Ritual
Romano (Tit.
VI, c.4, De
Communione infirmorum, n.
7), las rúbricas establecen se han de tocar las campanas para
avisar que se va a llevar el Viático, de forma que sea convocada
la parroquia y asistan al traslado los parroquianos y la cofradía
del Santo Sacramento con velas. Este piadoso acompañamiento fue
enriquecido con indulgencias por el Papa Inocencio XII en 1693.
En
algunas ocasiones el Viático era llevado con gran pompa y
solemnidad. En estos casos se prescribió que debían tocarse las
campanas de las iglesias e incluso de los conventos al pasar
delante de sus puertas.
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El
Triduo de Semana Santa
El
Triduo de Semana Santa es un tiempo en el que las campanas tienen
especial protagonismo. Es costumbre hacer tocar las campanas
durante el Gloria del Jueves Santo y la Vigilia del Sábado Santo.
Entre ambos toques las campanas quedan completamente mudas, siendo
sustituidas por las “carracas” y las “matracas”, cuyo
áspero sonido hacen las veces de campanas (incluso sustituyendo a
la campanilla que señala la Elevación del Jueves).
Los
primeros datos acerca del toque de campanas en los Gloria en
Jueves Santo y Sábado Santo son medievales, pero por ellos se
deduce que debe ser una tradición antigua. La explicación
simbólica que justifica este silencio es que las campanas, al
representar de forma mística los predicadores evangélicos, y al
estar durante este triduo escondidos y callados los Apóstoles por
miedo a ser acusados, Cristo, solo y abandonado dio testimonio de
la Verdad desde el madero de la cruz, con voz solitaria y casi
apagada. Por eso callan las campanas y sólo se oyen los maderos.
En
el toque del Gloria tenían preferencia las catedrales o la
iglesia matriz de la ciudad, no pudiendo tocar ninguna parroquia
hasta que éstas tocasen.
A
propósito de los toques de Gloria, hay que mencionar que en
algunas localidades es también tradicional tocarlo en la Misa del
Gallo. Del mismo modo que se solemniza el Sábado Santo la
Resurrección del Señor, se subraya en esta celebración su
nacimiento en Belén.
-
Toque
de los Viernes
El
toque de los viernes a las tres de la tarde (hora nona), en
memoria de la muerte del Señor, fue instituido por Benedicto XIV
en 1740. Es un toque relativamente moderno y que no ha arraigado
como otros en la devoción popular. La oración que convoca este
toque consiste en rezar de rodillas cinco Padrenuestro y un
Avemaría. León XIII lo enriqueció en 1886 con indulgencias.
-
Plebem
voco: toques
de llamada y convocatoria
La
convocatoria de las campanas al pueblo es una de sus finalidades
más elementales, pues su toque aúna las voluntades y corazones en
un solo cuerpo. La finalidad principal es la de convocar para una
celebración religiosa, especialmente para las Misas y otras
funciones, como Rosario, Novenas, así como toques de oración. Por
otro lado, la iglesia presta el uso de las campanas para fines
prácticos de convocatoria, siempre y cuando no vayan contra la
Iglesia. Toques como el de arrebato
o quema
para avisar de un incendio; sacar el ganado, entrada de los niños
a la escuela, pagar la contribución …
-
Congrego
clerum: Las
Horas Canónicas
Muy
acertadamente el autor del verso sobre las virtudes de la campana
separó la convocatoria del clero de la de los fieles, puesto que
para los consagrados es obligatorio el rezo de las Horas Canónicas.
Parece ser que éste fue el primitivo fin de las primeras campanas
de iglesia, convocar al rezo de las Horas. En un principio
imaginamos que se debía hacer con una campana; poco a poco fueron
apareciendo más, de forma que se empezaron a jerarquizar los
toques según las horas y según la clase del día: ferial, domingo
o diferentes tipos de festividades. Es por ello que en muchos
templos, especialmente en catedrales, las campanas conservan el
nombre de su función: hay campanas llamadas feriales, dominicales,
clásicas (para fiestas de primera y segunda clase). En Castilla
suele haber siempre un aguijón,
que
es la campana encargada de llamar a coro a los canónigos.
-
Defunctos
ploro: Toques
fúnebres
En
el Liber
Ordinum de
la liturgia visigoda y mozárabe aparece reflejado el toque de
campanas durante el traslado de los restos mortales de un fiel. Por
tanto, el uso de campanas en las celebraciones funerarias debió
ser uno de los más antiguos, junto con la llamada al rezo de las
Horas Canónicas. En siglos posteriores abundan los datos sobre
toques funerarios. Con el discurrir de los siglos se tendió a
legislar, ya que se tocaban atendiendo a la jerarquización social,
cometiéndose bastantes abusos. En ocurrencia de un toque fúnebre
en jornada solemne, ésta última prevalece, suprimiéndose en ella
los toques fúnebres. La excepción es la Solemnidad de Todos los
Santos. No se pueden tocar tampoco durante el triduo de Semana
Santa.
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Agonía
El
Ritual
Romano (Tit.
V, cap. 8,
In inspiratione,
n.2) decía que cuando hubiera un agonizante se tocase una señal
con la campana, para que los fieles rogasen con sus oraciones por
él. Este toque no siempre se da, y si existe, es comúnmente
conocido con el nombre de toque de
agonía.
-
Muerte
de un fiel
Al
final del antedicho capítulo del Ritual
Romano (n.4)
se prescribía que una vez hubiera expirado el agonizante, se
diera por medio de la campana, y en la forma acostumbrada al
lugar, la señal de haber muerto, a fin de que los que la oyese
rogaran a Dios por el alma del finado. En el antiguo arzobispado
de Toledo existe una forma muy concreta de interpretar este toque,
que recibía el nombre genérico de “las campanadas”, o “las
campanadas de muerto”; también era conocido por el nombre de
clamor, agonía o tránsito. Consiste en una secuencia de
campanadas pausadas con la campana grande de la torre y su número
indica si era hombre o mujer. La peculiaridad de esta secuencia es
que alude a la costilla de Adán, siendo frecuente su número en
torno a unas 12 campanadas, diferenciando con una más o menos el
sexo del finado. No obstante, existen pueblos en los que la
secuencia se prolonga hasta la treintena, generalmente para el
hombre. La relación con este pasaje bíblico presenta una
profunda base teológica, puesto que por la desobediencia de
nuestros primeros padres la humanidad fue herida con el pecado
original y con la inevitable muerte. Otra peculiaridad, que tiene
resonancias teológicas, es que nunca se debe tocar de noche; si
el fallecimiento tiene lugar de noche, se espera al amanecer.
-
Entierro
La
Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares
declaró el 21 de Agosto de 1697 que debía guardarse la costumbre
de tocar algunos toques de campana, tanto al anochecer de la
víspera, como por la mañana del día en que ha de decirse el
oficio de difuntos. Esta costumbre también se tiene en cuenta
para el día del entierro. El Ritual
Romano
(Tit. VI, cap. 3 Exequiarum
ordo,
n. 1) prescribía que cuando el cadáver se trasladase a la
Iglesia, se tocaran las campanas de modo y forma acostumbrada en
la localidad, para convocar a los asistentes al funeral o al
entierro. Este toque recibe diferentes denominaciones, siendo el
de doble o clamor el más habitual en el antiguo Arzobispado de
Toledo. Este toque también se usa en los funerales y en los
aniversarios.
-
Muerte
de Niño
Los
niños que fallecían con menos de siete años han tenido
tradicionalmente un tratamiento especial. El Ritual
Romano
advertía que en estos casos no se tocasen las campanas, y si se
hacía, no fuera en tono fúnebre sino festivo y la Misa celebrada
por ellos se hiciese con vestiduras blancas y no negras. La
explicación es bien sencilla: los niños menores de siete años
mueren sin conciencia de pecado, por tanto van directos al cielo
sin pasar por el purgatorio. De ahí que este toque sea un repique
más bien alegre, interpretando generalmente con las campanas
pequeñas de la torre. Existe una coplilla que, con múltiples
variantes locales, servía para marcar el ritmo. Ésta viene a
decir: “din dan, al cielo van”. Este toque recibe diversas
denominaciones: toque de Gloria, de Párvulos, Parvulillos etc.
-
El
toque de Ánimas
Este
toque de oración por las Ánimas nace en el siglo XVI, poco
después de que se fijara la forma definitiva de las tres
oraciones del Ángelus. Es interpretado una hora después de las
Avemarías del atardecer. Parece que fue promovido por el Papa
Gregorio XIII (1572-1585), el cual concedió indulgencia a todos
los fieles que al oír el toque rezasen por los difuntos. Posee
este toque otras indulgencias concedidas por varios Papas.
-
Nimbum
fugo: los
controvertidos toques contra las tormentas.
En
virtud de la solemne bendición que reciben las campanas adquieren
una serie de cualidades. Una de ellas es la de alejar a los
espíritus malignos. En principio se debían usar contra asechanzas
de muchos tipos, como calamidades, pestes y peligros detrás de las
cuales se entendía la mano del maligno. Esta práctica, que hoy
nos resulta llamativa, debía ser muy frecuente durante la Edad
Media, pero fue progresivamente perdiendo fuerza con el paso del
tiempo, hasta prácticamente desaparecer. Debemos recordar que una
de las campanas de la Catedral Primada, la dedicada a la Ascención,
es
también conocida con el apelativo de sermonera
o espanta
diablos.
Se
sabe que con las campanas se exorcizaba, se tocaba contra las
pestes y las brujas, pero la práctica más frecuente de lucha
contra el maligno era el toque contra las tormentas. Este tipo de
toques todavía se tocaban en España a mediados del siglo XX,
llamados generalmente “a nublo”. En Castilla consistía en un
repique con las campanas grandes, que a modo de onomatopeya, venía
a decir: tente
nublo, tente tú, que Dios puede más que tú, si eres piedra vete
allá si eres agua vente acá. Tente nublo redoblado que Dios puede
más que el diablo …
Existen numerosas versiones de esta coplilla, pero la finalidad
era la misma. Se solía tocar a diario desde la cruz de mayo a la
de septiembre (del 3 de mayo al 14 de septiembre), como medida
preventiva, para evitar que una mala tormenta acabase con la
cosecha del año. Cuando aparecían nubes tormentosas en los meses
de estío los campaneros subían a la torre para tocar, mientras
que en la iglesia se congregaban los vecinos para rezar. La
efectividad de este toque fue atribuida a partir del siglo XVI al
efecto físico de los bronces, del mismo modo que los cañones al
disparar al aire disipan las nubes. En el siglo XVIII los
ilustrados atacaron fuertemente a la Iglesia por mantener esta
práctica, la cual consideraban supersticiosa y peligrosa para el
campanero, que podía ser alcanzado por un rayo.
En
el Ritual
Romano (Cap.8,
tít. 9) se prescribía el toque de campanas cuando hubiera
tempestades, a fin de que rogasen los fieles y los sacerdotes a
Dios con las rezos convenidos por el final de este peligro. La
defensa de este toque por parte de la Iglesia es que su efectividad
se debe no al efecto físico del sonido sino al de las oraciones de
la Iglesia, a las que se suman las de los fieles. Las oraciones de
la Iglesia no son solo las que el sacerdote reza en nombre de ella
que están fijadas convenientemente en el ritual, sino también las
que se pronunciaron al bendecir la campana.
-
Festaque
decoro:
La fiesta y su gradación.
El
toque de campanas es una de las formas más sublimes que la Iglesia
ha instaurado para dar gloria a su Creador. Es por ello que las
campanas suenan con especial acento en las principales
celebraciones del calendario litúrgico. La tradición de la
Iglesia sabiamente ha ido ordenando y jerarquizando la importancia
de cada una de las festividades, de modo que las campanas subrayan
esta jerarquización. La forma de tocar es variada, la Iglesia
nunca ha impuesto un patrón de toques, porque ha considerado que
es una cuestión organizativa meramente local que de forma orgánica
debe adaptarse a las necesidades. Esto es un fenómeno estudiado y
comprobado: las parroquias de una misma diócesis suelen tener el
mismo patrón. Para hablar de la jerarquización debemos hacer una
primera división según el tipo de templo donde se realicen: por
un lado aquellos donde se reza la Liturgia de las Horas
(catedrales, colegiatas, algunas parroquias con cabildo parroquial,
conventos y monasterios) y por otro lado las parroquias. Hay que
resaltar la importancia del culto catedralicio, pues es el templo
que cuenta normalmente con más medios para un culto elaborado y
esplendoroso, y por tanto, el que suele tener mayor número de
campanas, de mejor calidad y toques más complejos. Las torres
catedralicias son el espejo donde se miran sus parroquias, de ahí
que las parroquias de una misma diócesis compartan un mismo
patrón.
En
las catedrales el esquema frecuente para señalar las Horas es
diferenciar las menores de las mayores mediante los toques. Tomando
como referencia las indicaciones del “Ceremonial de Rincón de
Toledo” (1590): a Prima, Nona y Completas (si se rezaban) se
tocaba el esquilón de Coro, el cual originalmente estaba colocado
en la terraza superior del ochavo de la torre y actualmente se
encuentra en el interior. La Tercia, aunque es considerada menor se
tocaba como mayor porque seguidamente se celebraba la Misa Mayor.
En Vísperas (primeras y segundas) y Maitines si los había, los
toques eran más complejos y variaban según la clase. Rincón
enumera varios tipos de “claustros” (que es como se laman este
tipo de toques), que en número de tres precedían al vuelo del
esquilón:
|
|
|
|
-
Fiestas
de dos capas
(ferias y dominicas): una campana en los tres “caustros”.
-
Fiestas
de cuatro capas: dos campanas en el primero y tercer “claustros”
y una en el segundo.
-
Fiestas
de seis capas sin procesión: tres campanas en el primero y
tercer ”claustro” y dos en el segundo.
-
Fiestas
de seis capas con procesión: todas las campanas en los tres
“claustros”.
Esta
división de toques, con algunas variaciones, es la que se ha
mantenido en la Primada hasta mediados del siglo XIX.
En
las parroquias no se llegaba a este nivel de complejidad. Por lo
general para la Misa (Mayor) diaria se hacía un toque sencillo, a
veces repicado. Los domingos y fiestas “menores” se repicaban
las campanas (en las fiestas de forma más elaborada que en los
domingos) y en contadas solemnidades (generalmente día del patrón,
titular del templo, Domingo de Resurrección y Corpus Christi) se
volteaban las campanas. A veces se tocaban también para otro tipo
de celebraciones, como son las bodas y bautizos. Los toques de
campanas de las parroquias se orientan a la “cura de almas” y la
práctica sacramental de los fieles, mientras que las catedrales y
las colegiatas dirigen su culto a la alabanza a Dios a través del
rezo de las Horas y la liturgia.
5. Las campanas en la Archidiócesis toledana
La
morfología de las campanas, esto es, su aspecto externo, varía según la
provincia eclesiástica en que nos encontremos. Esta morfología viene
determinada en su mayor parte por la forma que presente el yugo que
sujeta la campana.
Esta morfología del
yugo determina también de forma decisiva el tipo de toque que se puede
realizar con la campana (repique, medio vuelo o volteo) y el sonido que
genera la misma (especialmente en los volteos y medios vuelos).
El yugo no es ni más ni menos que el contrapeso que tienen las campanas para poder ser osciladas.
Se piensa que este tipo de toque (el paso del repique con cuerda
al volteo u oscilación) surgió a finales de la Edad Media en el sur
peninsular (archidiócesis sevillana) extendiéndose después al levante y
centro peninsular. En el sur y el levante este tipo de toque se adquirió
en la forma de volteo de la campana, lo que genera un ritmo ternario (2
golpes y un silencio) en cada vuelta completa. Por su parte en el
centro peninsular, especialmente en la provincia eclesiástica de Toledo
(la actual Castilla-La Mancha, Madrid y sur de Castilla y León) el toque
de campana en movimiento evolucionó a dos variantes: el volteo como en
el sur y levante y el medio vuelo. Si el volteo genera un ritmo ternario
(dos golpes y silencio) el medio vuelo genera un ritmo binario de dos
golpes consecutivos rítmicos.
Para poner en práctica estos toques surgió el denominado yugo “toledano” que a continuación pasamos a describir.
A. El yugo toledano
Se denomina yugo toledano a una morfología de yugo propia del centro peninsular surgida en la archidiócesis de Toledo.
De forma general un yugo se compone de las siguientes partes (Imagen 1):
- Eje:
Los ejes son dos piezas de hierro insertas en acanaladuras realizadas
en la parte inferior de cada lado del brazo, de forma que no entren en
contacto con el bronce e impidan la transmisión de la vibración al muro.
Sujetan la campana a la torre y suelen asentarse sobre unos cojinetes
que tradicionalmente eran de madera, estando estos empotrados en la
pared de la torre.
- Brazo:
El brazo es la pieza de madera donde se sitúa el eje de giro. Esta
pieza es la principal de todo el conjunto, pues lleva fijada en él los
ejes.
- Cabeza: es la parte superior del yugo y sirve en buena medida de contrapeso. Su tamaño y forma son muy variables.
Adicionalmente los yugos pueden poseer una palanca inserta en el
brazo para oscilar o voltear la campana. En el caso de Toledo, todos los
yugos originales poseen esta palanca que permitía a los campaneros
manejar las campanas durante los toques.
El tipo de yugo determina el contrapeso que posee la campana. En el caso
de los yugos toledanos se trata de yugos relativamente pequeños para el
tamaño de la campana, que contrapesan poco por sí mismos y se sirven de
parte de la campana para que ella misma sirva de contrapeso. Para
conseguir que parte de la campana contrapese el yugo se desarrollaron
ejes acodados, en forma de “L”, que son típicos de la diócesis toledana
(Imagen 1).
Además de presentar los ejes
acodados, el yugo toledano tiene rebajado el brazo, de forma que la
campana queda embutida dentro de esta pieza del yugo, lo que otorga
mayor robustez al conjunto.
La cabeza suele ser en general
estrecha y estilizada, otorgando esbeltez al conjunto, y más que para
contrapesar sirve para manejar la campana en los volteos junto con la
palanca.
Los abarcones que sujetan la
campana suelen estar fijados mediante tornillos a una pieza de madera
más pequeña dispuesta transversalmente a la cabeza en la parte superior.
Así mismo, estos yugos suelen tener refuerzos metálicos
semicirculares en el brazo para prevenir que la madera del yugo se raje
por el peso de la campana o por secarse demasiado la madera.
Este tipo de yugo permite un control muy preciso de la pieza durante
los volteos, permitiendo tocarla a volteo completo y dejando la campana
invertida boca arriba sin mucho esfuerzo.
Así mismo permite reducir las dimensiones del vano del campanario para
instalar la campana, al estar situado la linea de giro dentro del perfil
de la propia campana (Imagen 2).
Esta
línea de giro no representa el punto exacto en que queda el 50% del peso
por encima de ella y el 50% por debajo: de ser así, con un simple
impulso la campana podría pasar bastante tiempo volteando sin volver a
impulsarla. En realidad representa el punto en que la descompensación de
peso entre la parte inferior y superior es mas o menos del 20-25 % del
peso a favor de la parte inferior.
Esta
descompensación es la que permite precisamente dejar parada boca arriba
la campana sin mucho esfuerzo, y es la que otorga al volteo de las
campanas de estilo toledanas 2 golpes más rápidos y alegres que las
valencianas. El ritmo sería así más parecido a 2 golpes y dos silencios
que a 2 golpes y silencio como es el caso de las campanas de estilo
valencianas (Imagen 3).
El yugo de estilo
toledano además permite una oscilación de la campana sin que esta llegue
a dar la vuelta completa, generándose un ritmo binario alegre. En el
caso de los yugos valencianos, esta oscilación se usa para dar los
toques de muerto, ya que el elevado contrapeso de sus yugos hace que el
ritmo de este toque sea muy lento y suene a “campanadas” de difunto.
Además del modelo de yugo toledano propuesto en el esquema, existe
otro, menos frecuente y más arcaico, que sirve solo para oscilar las
campanas sin que den la vuelta completa al presentar aún más
descompensación en el contrapesado (Imagen 4).
Esta segunda tipología de yugo aparece sobre todo en las campanas
situadas en espadañas en lugar de campanarios, y que se tocan oscilando
en medio vuelo.
Todos estos motivos serían
más que suficientes para argumentar a favor de conservar este tipo de
yugo en las iglesias en las que ya estaba presente. A ello se suma la
alteración estética que supone su sustitución, modificando notablemente
la imagen del campanario.
BIBLIOGRAFÍA
- ALONSO MORALES, Mercedes: Campanas de la Catedral de Toledo. La campana gorda, Aranjuez (Madrid), 2005.
- FERRERES S. J. , Juan Bautista: Las campanas: su historia, su
bendición, su uso litúrgico, dominio de propiedad sobre ellas,
influencia de su toque durante las tempestades (Tratado histórico,
litúrgico, jurídico y científico) (2ª edición aumentada), Madrid, 1910.
NOTAS
6 comentarios:
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Muy interesante y muy cercano a lo que busco. Imagino que es muy similar a lo que se toca en México.
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