Dicen que los cisnes son capaces de entonar bellas y melodiosas notas, pero sólo justo antes de morir.
Desconocedor de esto, un hombre compró
un día un magnífico cisne, el cual se decía no sólo que era el más
bello, sino también uno de los que mejor cantaba.
Pensó que con este animal agasajaría a
todos los invitados que frecuentemente tenía en su casa y sería motivo
de envidia y admiración para sus compañeros.
La primera noche que lo tuvo en su casa
organizó un festín y lo sacó para exhibirlo, cual preciado tesoro. Le
pidió que entonase un bello canto para amenizar el momento, pero para su
molestia y decepción, el animal permaneció en el más absoluto y férreo
silencio.
Así fueron pasando los años y el hombre pensó que había malgastado dinero en la compra del cisne.
Sin embargo, cuando ya el bello animal
se sentía viejo y a punto de partir para otra vida, entonó el más bello
canto que oídos humanos hayan escuchado.
Al escucharlo en el más absoluto deleite el hombre comprendió su error y pensó:
-Que tonto fui cuando pedí a mi bello
animal que cantara en aquel entonces. Si hubiera conocido lo que el
canto anuncia, la petición hubiese sido bien distinta.
De esta forma, el hombre y todos lo que
le conocían comprendieron que las cosas en la vida, incluso las más
bellas y anheladas, no pueden apurarse. Todo llega en el momento
oportuno.