La liturgia de la Palabra es una parte esencial de la Misa. Antes de pasar a la Eucaristía se proclama la Palabra de Dios, que en los domingos y solemnidades consta de dos lecturas, un salmo responsorial y el Evangelio.
Generalmente, los laicos son los que proclaman estas lecturas, por lo que el papel de lector es de gran importancia en la misa para que todos los feligreses puedan escuchar qué quieres decirles Dios a cada uno de los presentes a través de la Escritura.
Por ello, es importante leer y proclamar bien las lecturas. Sobre esto sabe mucho Ángel Manuel Pérez Vázquez, locutor profesional, católico comprometido y profesor de lectura en Misa.
1.- Antes de empezar la lectura, coloquemos el micrófono a una cuarta (más o menos) de la boca.
2.- Leamos la lectura previamente. Mejor dos veces, una primera para saber que dice el texto; y una segunda para fijarse en las palabras o nombres que nos puedan resultar difíciles. Y mucho mejor leerla en voz alta.
3.- Es decisivo comenzar nuestra lectura de forma pausada, nunca con precipitación. Así los fieles podrán seguir y enterarse de lo que se lee.
4.- Para que se nos oiga y entienda bien, son importantes dos cosas: llenarnos de aire y la segunda es abrir bien la boca para que podamos proyectar nuestra voz adecuadamente.
5.- Durante la lectura debemos mantener la ilusión de que prestamos nuestra voz a la Palabra de Dios y servimos a nuestra comunidad.
6.- Si nos equivocamos nos detenemos un instante y la volvemos a decir con calma. No hace falta pedir perdón.
7.- Los silencios en nuestra lectura son esenciales. Las pausas hacen que brillen especialmente las palabras. Aprovecharemos para respirar, y casi seguro que nos haremos escuchar.
8.- Cuando termines la lectura, espera unos segundos y di mirando a los asistentes y con cierta solemnidad:
PALABRA DE DIOS. Esperas respuesta y te vas