Cuando nos sentimos amados
por lo que somos,
y no por lo que tenemos,
no existe alegría más grande.
Este contentamiento hace bien
a nuestra autoestima:
sentirnos queridos y deseados
por la simple persona que Dios nos hizo.
Contando con reciprocidad,
este es un grande paso
para una unión placentera,
colmado de deleite, entendimiento,
atención, y la certeza de
complicidad rumbo a la felicidad.
Elias Torres
}
|