Por ti, para que tú un día llegaras, ¿no respiraba yo a media noche el flujo que ascendía de las noches? Porque esperaba, con magnificencias casi inagotables, saciar tu rostro cuando reposó una vez contra el mío en infinita suposición. Silencioso se hizo espacio en mis rasgos; para responder a tu gran mirada se espejaba, se ahondaba mi sangre. ¡Qué expresión fue sembrada en mi interior para que, cuando crece tu sonrisa, proyecte sobre ti espacio cósmico! Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde. Precipitaros, ángeles, sobre este linar azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!
Rainer Maria Rilke
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