No sabía tu nombre, ni de que mal sufrías, yo siempre te veía sentado en tu silla.
Sí, aun te recuerdo sentado en tu silla, desde tu ventana veías al mundo que tú querías.
Tu semblante era muy triste, a veces me sonreías, y me decías adiós con una pena marchita, yo a veces intuía que tenías el alma herida.
Dejaste de ser niño, y tú ya lo sabías que aquella lesión de tu cuerpo, te llevaría a una eterna agonía.
No sabía ni sé tu nombre pero yo sabía lo que querías, querías ser un hombre de risas, llantos y alegrías.
Han pasado muchos años, más de quince se diría, y tú sigues aun mirando por esa ventana fría, viendo como cae la noche, viendo como llega el día.
Me gustaría saber tu nombre, hombre sentado en esa noche fría, para decirte que todo tiene un porqué en esta rápida y fugaz vida.
Tú y yo lo ignoramos, pero quizá en la otra vida, tú serás un elegido, y yo estaré siempre en la orilla...

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