LOS OLORES DE MI INFANCIA
En cascada misteriosa trascienden por mi memoria
como fugaces estrellas en un cielo de esperanza,
los olores que en mi infancia dejaron tan honda huella,
¿Cómo divorciarse acaso de la embriagante fragancia
de aquel sol haciendo ocaso entre mil nubes doradas?
Con destellos encarnados y sus brillantes naranjas.
Y mis mañanas de siempre con olores siempre nuevos
como la alfalfa cortada por el brazo mañanero,
apilada a fiel resguardo en el mullido granero;
y ese sentir vocinglero de los bidones de leche
ordeñada en el potrero, con el mugir de las vacas
y el ir y venir de becerros en busca de su alimento.
Olvidaba de momento a la incitante presencia
de aquel aroma que siempre, brotaba en mágica esencia
de la cocina encantada de la tía Chuy Hortensia,
las tortillas recién hechas, el atole que ya humea,
sobre del fogón sonriente con sus tizones y mechas;
y el pan del horno de barro, con un olor… que envenena.
Y los huevos estrellados con su salsa bien bravera,
que requema la garganta de aquel que va y la torea
del molcajete de piedra, que guarda cantos de mi tierra;
y he de mencionarlo ahora, tal vez el olor a monte,
allá, donde el río nace en la espesura del cerro,
con sus parvadas de tordos y aquellas nubes de polvo,
que cuando el sol las tocaba, eran cual polvito de oro
que el camino adornaba y los ensueños guardaba.
Y en el campo, el labrantío despide también su esencia,
a surco recién abierto, a tierra mojada acaso
con el sudor del labriego, en fin, los olores de mi infancia
brillan hoy en mi memoria como niños que sonríen
y rebrincan en la estancia.
Hoy, esos olores viejos, ¡Como han cambiado compadre!
Ya en nada se les parecen a las sublimes fragancias
que adornaran con su brillo, esos días de la infancia;
hoy, el olor es a humo que mana de esa carcacha,
que el drenaje está tapado, que ese lodo fermentado,
que la polución del aire, ¡Yo no sé tal vez que tanto!
Solo te puedo decir que como presagio ingrato,
los pájaros se han marchado, ya no tenemos si acaso
el más leve de sus cantos, y como esas parvadas de aves,
¡Un día vamos a marcharnos! Pues bien,
siento decirlo compadre, los olores de mi infancia
de mil recuerdos tan gratos, ¡Hoy, son asunto olvidado!
EDUARDO