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De: o-x-loli-ta-x-o  (Mensaje original) Enviado: 19/07/2003 00:06
LA HORA-ECUADOR
Quito - Viernes, Julio 18, 2003
Misterios que hablan de brujas y hechiceras
En la Península Ibérica dos regiones se destacaron por la proliferación de brujas y hechiceras: Galicia y Euskadi donde las innumerables denuncias hicieron que se creara una comisión investigadora de estos seres.
Historia de una persecución

En la Península Ibérica dos regiones se destacaron por la proliferación de brujas y hechiceras: Galicia y Euskadi donde las innumerables denuncias hicieron que se creara una comisión investigadora de estos seres.

En la antigüedad la cacería de brujas se convirtió en un verdadero estilo de vida que se sustentó en la mal llamada "santa inquisición", concepto bajo el cual se condenó y mató a miles de personas que tenían creencias que no se apegaban a la religión.
Ejemplos de esta persecución se vivieron en muchas partes de Europa y el mundo, así Navarra y el País Vasco fueron unas de las zonas más asoladas por la obsesión brujeril.
Ya en 1466 los guipuzcanos obtienen de Enrique IV permiso para que los alcaldes persigan y juzguen a las brujas que asolan la provincia. Poco después nace en la sierra de Amboto un notable foco de aquelarres. En 1507 treinta brujas fueron quemadas por el tribunal inquisitorial de Logroño. Y en 1525 más de 400 personas son interrogadas en Pamplona, donde dos niñas confiesan haber participado en un aquelarre, y colaboran en el arresto y condena de un centenar de presuntas brujas.

Sin embargo, el inquisidor Alonso de Salazar y Fría, radicalmente disconforme con sus colegas, descubrió contradicciones en los testimonios, y no encontró evidencia sobre la realidad de los aquelarres, concluyendo que en toda la comarca no se había cometido ningún verdadero acto de brujería. La inquisición española respaldó en las Instrucciones de 1614, que recomendaban benevolencia y cautela en esta clase de procesos. Gracias a ellas la península quedó prácticamente libre de la locura en que la caza de brujas sumió al resto de Europa.

¿Culpables o diferentes?

A las brujas se las acusaba de arruinar las cosechas, de provocar enfermedades y muertes entre los animales y sus propios vecinos, de matar niños, de practicar el incesto y el aborto, de comer carne humana y beber sangre y de desenterrar cadáveres.

Pero es muy difícil saber qué hubo de cierto en tales acusaciones, ya que estas descripciones suelen proceder de sus perseguidores y, cuando figuran en las declaraciones de las propias brujas, fueron obtenidas mediante amenazas y torturas, que inducían a las acusadas a ajustarse a lo que sus torturadores querían escuchar.

Otras de sus visiones seguramente se deben al carácter alucinógeno de las sustancias que las brujas se aplicaban. No se entiende, que nadie en aquella época, fuese capaz de preguntarse cómo era posible que aquella pobre gente pudiese entregarse a las prácticas repugnantes y abominables que se les atribuían. Y todo ello para condenarse sin remedio por toda la eternidad, con el único propósito de obtener unos supuestos poderes sobrenaturales que, sin embargo, les dejaban indefensos ante sus jueces y torturadores.

Todo invita a pensar que hubo una campaña de desprestigio perfectamente orquestada en la que se jugó con los impulsos más inmediatos y viscerales del pueblo, dirigiéndolos contra estos contestatarios que se rebelaban contra el orden establecido.

¿Por qué más brujas que brujos?

Los cronistas de la caza de brujas lo dejan claro. Por cada hombre 500 mujeres practican la brujería, asegura Bodin. Por cada brujo, 10 mil brujas, aumenta De Lancre. Los textos de la época muestran una gran prominencia del sexo femenino.
¿A qué se debe? Esta claro que la Iglesia, como otras religiones patriarcales, vio en ella el origen de todos los males, inclinándola aún más hacia la brujería, como protesta contra la represión de que era objeto.

Los inquisidores

Según los historiadores tras las cacerías de brujas los clérigos e inquisidores que "luchaban contra el demonio" se transformaron en seres sexualmente frustrados que encontraron un chivo expiatorio en la mujer.

Una respuesta está en una religión lunar, eminentemente femenina, centrada en la diosa madre, cuyo comparsa es un dios cornudo; divinidad de la magia y del conocimiento no racional, progresivamente suplantada por el dios solar de la luz y la racionalidad.

También griegos, romanos y anglosajones temían a las hechiceras; mujer y magia han sido siempre sinónimos.

Lo cierto es que en su furia por exterminar las nuevas corrientes del pensamiento, la inquisición uso a las brujas como víctimas.

Cacería de brujas

El sadismo, la curiosidad morbosa y las peores cualidades humanas exacerbaron el espíritu de los cazadores de brujas, convirtiéndolos en verdugos despiadados, capaces de las más terribles atrocidades.

El principal catalizador de tan horrible proceso histórico es el Malleus Maleficarum, verdadero manual del cazador, que resumía cuantos chismes sobre la brujería circulaban en la época e intentaba justificar el uso de todos los métodos en las investigaciones.

Esta obra siniestra, causa de incontables crímenes y sufrimientos, pronto se convirtió en un auténtico bestseller y desató una epidemia de libros brujeriles, que se editaban por cientos de miles.

Los jueces se consideraban a sí mismos instrumentos de la providencia; creían que su función les protegía de maleficios, formulaban a los sospechosos preguntas tan escabrosas como insanas y aceptaban cualquier testimonio, incluido el de niños, idiotas, histéricos y delirantes.

Algunos aceptaron dinero o chantajearon a los acusados; no faltaban a los delatores de brujos profesionales y quienes por este procedimiento se quedaron con las fortunas de sus súbditos o familiares, mientras conducía a aquellos a la hoguera.

La caza de brujas, en la que participaron intensamente los católicos y protestantes, constituye uno de los más negros episodios de la historia de la humanidad.

Los contemporáneos de la época describían a las brujas como mujeres repulsivas, capaces de realizar hechizos y preparar ungüentos y brebajes con virtudes mágicas, aunque entre las procesadas no faltan miles de bellas jóvenes cuya virginidad pudieron comprobar los verdugos.

El poder de las hierbas, pócimas y drogas

Se suponía que las brujas eran expertas en toda clase de hierbas. Con ellas y los más singulares elementos preparaban en su caldero ungüentos mágicos, pócimas curativas, eficaces venenos y filtros amorosos que guardaban en jarras y botellas.

Se les atribuía ser depositarias de antiguos conocimientos transmitidos de madres a hijas, de iniciadora a iniciada.

Hoy sospechamos que el vuelo nocturno y otras de sus visiones eran producidas por ciertas plantas alucinógenas que, mezcladas con grasa, penetraban por los poros de su piel, tras frotarlas enérgicamente.

Nynauld distingue en 1615 tres variedades de ungüentos: "el que produce la ilusión momentánea de una transformación animal; el que permite creer a las brujas que van al sabbat, pero se localiza únicamente en la imaginación; el que permite un verdadero viaje al sabbat, mientras dios lo permita".

¿Usaban alucinógenos?

Por insólita que nos parezca esta posibilidad, no hay que descartar que algunas pócimas pudieran en efecto facilitar una experiencia extracorporal que permitiera a la bruja desplazarse psíquicamente al punto de reunión. Esto puede deducirse de las descripciones pormenorizadas que algunas acusadas hicieron de lugares que nunca habían visto físicamente, y es refrendado por prácticas semejantes de los brujos tribales, capaces de describir certeramente lo que sucede en lugares remotos sin salir de su cabaña.

Inquisidores y eruditos de la época han descrito la composición de estas unturas y el modo que tenían de administrárselas. Gracias a ellos, los investigadores modernos han identificado diversos elementos alucinógenos, y varios narcóticos de extracción vegetal.
Así sabemos que en algunas de sus combinaciones mezclaban belladona, beleño, adormidera, acó


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