El 20 de enero de 1991, mientras las fuerzas aliadas bombardeaban persistentemente a Iraq, una llamada telefónica anunciaba, 'Valentine ha muerto... Se fue en paz esta tarde.' Tenía noventa años. Su muerte fue en contra de las predicciones astrológicas, que le auguraban una vida de cien años.
Al morir Valentine U.G. estaba en California. Cuando se le comunicó la noticia de su muerte le dio instrucciones a los que la habían estado cuidando para celebrar los ritos de despedida, de una manera silenciosa y sin ninguna emotividad: 'Es extranjera. Necesitarán permiso de la policía para cremar el cuerpo. El consulado suizo en Bombay también debería saber de su muerte. Su cuerpo puede ser cremado sin ninguna ceremonia ya que ella no tenía creencias religiosas de ningún tipo. ¿Qué harán con las cenizas?' preguntó. 'Las vamos a arrojar a las aguas de un río sagrado, el Kaveri,' contestaron los amigos.
A Valentine, que había creado el Fondo para los Viajes de U.G. Krishnamurti con su herencia, a menudo la gente le preguntaba por qué había dedicado toda su vida y su fortuna tan solo para estar con U.G. Pero nunca contestó a tales preguntas.
Un pequeño párrafo de su diario, escrito en francés, lo dice todo: '¿En dónde podría hallar un hombre como él? Al fin he conocido a un hombre, un hombre al que muy raramente se lo puede conocer.'
En 1953, mientras U.G. estaba viajando por el hermoso valle de Saanen en los Alpes, algo en él dijo, 'Bájate del tren y pasa un tiempo aquí.' Y él hizo exactamente eso. Mientras estaba allí se dijo, 'Este es un lugar en el que debería pasar el resto de mi vida.' Tenía mucho dinero por entonces, pero su mujer no compartía su inclinación. Odiaba el clima. Desde entonces, vivir en Saanen había permanecido como un sueño insatisfecho para U.G. Y ahora, así como así, se había materializado. Valentine preparó una casa para U.G. en Saanen.
Y entonces, un día, J. Krishnamurti llegó allí. Comenzó a dar charlas y encuentros en el valle de Saanen cada verano. U.G. en ese momento no estaba interesado en Krishnamurti, o llegado el caso, en nada. Ni una vez, hasta que cumplió cuarenta y nueve años, habló con Valentine sobre su interés en la verdad o la realidad, etc. Aunque no quedaba ni rastro de ninguna búsqueda en él, ni el deseo de buscar algo, sentía que algo extraño le estaba sucediendo.
Durante ese tiempo (él se refiere a eso como 'el período de incubación') toda clase de cosas sucedían dentro suyo -- constantes dolores de cabeza y terribles 'dolores en el cerebro'. Consumía grandes cantidades de aspirina para aliviarse pero sin éxito. Un día Valentine le dijo, '¿Sabes la cantidad de dinero que estás gastando en tus aspirinas y tu café? Te tomas quince tazas de café por día. ¿Sabes lo que significa en términos de dinero? Son como trescientos o cuatrocientos francos por mes. ¿Qué te pasa?' U.G. no podía explicarle a nadie la naturaleza de los dolores de cabeza que sufría por entonces.
Me sucedían toda clase de cosas extrañas. Recuerdo cuando me rocé el cuerpo de esta forma, hubo una chispa, como el brillo de un fósforo, en el cuerpo. Valentine solía salir de su habitación para ver -- pensaba que había automóviles pasando por ese lado en la mitad de la noche. Cada vez que me daba vuelta en mi cama había una chispa de luz. Era tan extraño. Era electricidad -- por eso digo que esto es un campo electromagnético. Al principio pensé que era por mis ropas de nylon y la electricidad estática; pero entonces dejé de usar nylon. Yo era un hereje escéptico, de la cabeza a los pies. Nunca creía en nada. Incluso si hubiera visto un milagro justo enfrente de mis ojos, no lo hubiera creído en absoluto -- tal era el carácter de este hombre. Nunca se me ocurrió que algo de esa clase me estaba a punto de ocurrir.
Puesto que todo el 'asunto espiritual' estaba fuera de su sistema, U.G. no relacionó lo que le estaba pasando con la liberación o moksha. Pero de alguna forma, en el fondo de su mente, la pregunta sobre '¿Qué es ese estado llamado moksha o liberación?' persistía.
En 1963, era imposible caminar por las calles de Gstaad sin tropezarse con J. Krishnamurti. U.G. siempre trató de evitarlo, debido a que no veía ninguna razón para que ambos se encontraran. Un día, cuando estaba volviendo a casa, comenzó a llover torrencialmente. U.G. estaba todo mojado. En ese momento, el Mercedes de Krishnamurti se detuvo con un chillido. La puerta se abrió de golpe y él le gritó a U.G., '¡Súbete, rápido!' 'Gracias,' dijo U.G., 'pero no he asegurado mi vida. Y no confío en cómo conduces.' 'Como quieras,' dijo Krishnamurti y se fue.
En abril de 1967, U.G. resultó estar en Paris con Valentine. Algunos de sus amigos le sugirieron, '¿Por qué no vas a escuchar a tu viejo amigo Krishnamurti? Está dando charlas aquí.' Como Valentine no había oído nunca a Krishnamurti, U.G. pensó que deberían ir. Cuando llegaron, tenían que pagar dos francos como tarifa de admisión para la entrada. U.G. no estaba dispuesto a hacerlo. Dijo, 'Hagamos algo tonto. Vamos al Casino de Paris.' Incluso cuando costaba veinte francos fueron allá. Mientras miraba el show U.G. tuvo una experiencia extraña. 'No sabía si era la bailarina la que estaba bailando en el escenario o si era yo el que estaba bailando. Había un movimiento muy especial dentro de mí. No había división. No había nadie viendo a la bailarina.' Esa experiencia, que duró hasta que salieron del teatro, dejó muy confundido a U.G.
La última vez que tuvo un sueño fue una semana antes de ese incidente. En el sueño lo picaba una cobra y moría instantáneamente. Su cuerpo era llevado en una camilla de bambú al lugar de la cremación. Lo colocaban en una pira funeraria. Las llamas del fuego lo despertaron de golpe. Encontró que su frazada eléctrica estaba en 'alto'. Ese sueño fue un preludio de su 'muerte'.
Aunque U.G. ya no sueña, sigue teniendo lo que podrían llamarse 'experiencias de muerte'. Llamarlas 'experiencias de muerte' es engañador porque la muerte no puede ser experimentada por él ni por nadie. Como dice U.G., 'No es algo poético o romántico, como "morir a todos tu ayeres". La muerte y el nacimiento son procesos simultáneos. No hay espacio entre el nacimiento y la muerte.'
Esa muerte que U.G. atraviesa sucede en cualquier clase de situaciones y lugares. Una vez en Roma había ido a ver una película de James Bond junto con unos amigos, incluyendo al Dr. F. Leboyer, la renombrada autoridad en parto natural. En una escena en la que se hacían unos disparos, Leboyer descubrió a U.G. colapsando en el piso. Se asustó. Unos segundos después, U.G. revivió. Leboyer dijo, 'La forma en que caíste, U.G., fue exactamente como un hombre al que le disparan.' Leboyer llegó a decir que mientras U.G. se recuperaba, sus movimientos eran similares a los de los bebes recién nacidos. U.G. dijo, 'Esos movimientos fueron el origen del Yoga. Los movimientos traen al cuerpo de regreso a su ritmo natural. Lo que hoy llaman Hatha Yoga no es más que acrobacias.'
Cada vez, esta 'muerte' le ocurre a U.G. de diferente manera. No se puede predecir. No hay forma de saber cómo ni cuando le sucederá. Es uno de esos 'eventos extraños e inesperados'. Para U.G., es una renovación del cuerpo. Dice que cuando el cuerpo no se pueda renovar a través de ese proceso, lo que llamamos 'muerte final' sucederá. U.G. describe el proceso de la siguiente manera: 'Es muy similar a la muerte real -- manos y pies fríos, endurecimiento del cuerpo y dificultad para respirar.'
Un observador de ese proceso dijo que U.G. parecía un cadáver. U.G. no puede describir lo que realmente sucede durante esa condición. Dice: 'No tiene nada que ver con lo que la gente llama "experiencia de muerte cercana".' Y agrega, 'Esas son útiles solo para escribir libros, organizar seminarios y hacer dinero.' También dice que ese proceso no es algo que le ocurra solo a él. Les sucede a todos los organismos vivos del planeta incluyendo al planeta mismo. Dice que la razón por la que la gente no se da cuenta del proceso es porque están bloqueados por el pensamiento.
Los eventos en el Casino de Paris seguidos por el sueño en el que U.G. vio su cuerpo quemándose fueron solo el comienzo de una serie de eventos extraños que estaban por ocurrir luego.