BÚSQUEDA DE LA PUREZA
Urbain Faligot nos ha transmitido una historia que nos permite aproximarnos al modo de vida que era seguido allá en los siglos XII y XIII por los hombres que en nuestros tiempos conocemos como cátaros. Según esas noticias se cuenta que un día un perfecto llamó a la puerta de una comunidad cátara a cuyos integrantes no conocía y en la que deseaba integrarse. Una vez recibido y acogido por el grupo, preguntó cuál sería su trabajo. El anciano le habría respondido:
"Nos levantamos a las cinco de la mañana; después de las oraciones y el desayuno, trabajamos tejiendo hasta las diez. Rezamos y seguidamente vamos a cortar madera para alimentar los hornos.
A continuación, después de comer nuestra rebanada de pan, oramos y escuchamos las oraciones de un predicador.
Luego volvemos a nuestros trabajos hasta las seis, hora en la que comemos nuestra segunda rebanada de pan con un pescado seco.
Después de esto nos reunimos para escuchar la penitencia de aquellos de entre nosotros que han pecado, luego rezamos hasta las diez y vamos a acostarnos."
Entonces, el perfecto preguntó al anciano:
"-¿La tierra es arcillosa por aquí?
-Quizá, lo ignoro. ¿Por qué? –respondió el anciano.
-Me gusta utilizar mi tiempo libre preparando ladrillos para reparar los muros."
Murallas de Carcasona, corazón del país de los cátaros |
Esta breve historia nos habla de la existencia de unas comunidades de hombres que seguían un modo de vida cristiano intensamente austero. Estos grupos, que buscaban la pureza en íntima comunión con el Creador, habrían de ser perseguidos y exterminados en unos tiempos en que los clérigos católicos sentían que sus privilegios estaban amenazados por la predicación de unos hombres que eran más religiosos que ellos mismos.
Los rasgos distintivos del catarismo, algunos de cuyos antecedentes podrían ser buscados en el maniqueismo, en las creencias gnósticas del mundo helenístico tardío y en las doctrinas de los bogomilos (grupos herejes asentados en la zona de la actual Bulgaria), estaban ya implantados en el entorno del año 1000 en el propio corazón de la Europa románica (el Mediodía francés). En esos momentos, cuando los miedos apocalípticos recorrían el mundo cristiano, que aguardaba temeroso la inminente llegada del fin de los tiempos, existieron grupos de hombres que buscaron el piadoso retorno a los ideales que Cristo había predicado y cuya práctica los apóstoles habían seguido. Para la fundamentación de sus creencias utilizaron como base doctrinal, esencialmente, las enseñanzas de los Evangelios, rehuyendo expresamente los textos del Antiguo Testamento. Estas comunidades nos anuncian la llegada de lo que, ya en los siglos XII y XIII, conocemos como catarismo.
Desgraciadamente, poco después del año 1000 veremos también como surgen las primeras hogueras destinadas a la quema de herejes de las que tenemos conocimiento en la historia del cristianismo. En 1022, doce canónigos de Orleans que se habían desviado de las enseñanzas oficiales de la Iglesia habrían de ser los primeros hombres consumidos por el fuego a causa de sus creencias religiosas.