click ¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas de temblor de astros, ni en las alboradas vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
¿Al margen de ningún sendero pálido, que ciñe el campo, al margen de ninguna fontana trémula, blanca de luna?
¿Bajo las trenzaduras de la selva, donde llamándolo me ha anochecido, ni en la gruta que vuelve mi alarido?
¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde, en remansos de cielo o en vórtice hervidor, bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!
¡Y ser con él todas las primaveras y los inviernos, en un angustiado nudo, en torno a su cuello ensangrentado!
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