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espiritismo: ESTUDIO DEL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
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De: magicman497  (Mensaje original) Enviado: 30/12/2007 22:35

CONSIDERACIONES SOBRE

LA PLURALIDAD DE EXISTENCIAS

222

– El dogma de la reencarnación, dicen ciertas personas, no

es nuevo, pues fue tomado de Pitágoras. Jamás dijimos que la Doctrina

Espírita sea de moderna invención. Al provenir de una ley natural, el

Espiritismo debe haber existido desde el origen de los tiempos y

siempre nos hemos esforzado en probar que se encuentran vestigios

de él en la más remota antigüedad. Pitágoras como sabemos no es el

autor del sistema de la metempsicosis, pues lo tomó de los filósofos

indios y de los medios egipcios, donde existía desde tiempos

inmemoriales. La idea de la transmigración de las almas era, pues,

una creencia común, admitida por los hombres más eminentes. ¿Por

qué medio llegó hasta ellos? ¿Por revelación o por intuición? No lo

sabemos, pero, como quiera que sea, una idea no atraviesa los tiempos

y es aceptada por inteligencias destacadas, sin que tenga su lado serio.

La antigüedad de esa doctrina sería más bien una prueba que una

objeción. Hay, sin embargo, como igualmente se sabe, entre la

metempsicosis de los antiguos y la moderna doctrina de la

reencarnación, esta gran diferencia que los Espíritus rechazan de la

manera más absoluta: la transmigración del alma del hombre para los

animales y de los animales para el hombre.

Enseñando el dogma de la pluralidad de las existencias

corporales, los Espíritus renuevan, pues, una doctrina que nació en

las primeras edades del mundo y que se conservó hasta nuestros días

en el pensamiento íntimo de muchas personas.

Sólo que nos la presentan bajo un punto de vista más racional,

más conforme con las leyes progresivas de la Naturaleza y más en

armonía con la sabiduría del Creador, despojada de los accesorios de

la superstición. Una circunstancia digna de notarse es que no fue sólo

a través de este libro que ellos la enseñaron en los últimos tiempos.

Antes de su publicación fueron obtenidas, en diversos países,

numerosas comunicaciones y después se multiplicaron

considerablemente. Acaso sería esta ocasión de examinar, porque todos

los Espíritus parecen no estar conformes con este punto; esto lo

haremos más adelante.

Haciendo abstracción de la intervención de los Espíritus,

examinemos esta materia bajo otro aspecto, dejémoslos de lado por

ahora; supongamos que esta teoría no fue enseñada por ellos y más

aún: que nunca fue pensada por ellos. Coloquémonos,

momentáneamente, en un terreno neutro, admitiendo el mismo grado

de probabilidades a una y otra hipótesis, a saber: la pluralidad y la

unidad de las existencias corporales y veamos para cual de ellas nos

conduce la razón y nuestro propio interés.

Ciertas personas rechazan la idea de la reencarnación por el

único motivo de que no les conviene y dicen que bastante tienen con

una sola existencia y que no quisieran empezar otra semejante.

Reconocemos que la sola idea de aparecer nuevamente en la Tierra

las hace exasperar la ira. Pero, tenemos solo una cosa que preguntarles,

y es si piensan que Dios pidió sus consejos y consultó su gusto para

regular el Universo. Pues bien, una de estas dos cosas, o la

reencarnación existe, o no existe; si existe, aunque les contraríe, será

necesario soportarla sin que Dios tenga que pedirles permiso para

ello. Parécenos oír a un enfermo que dice: “Demasiado he sufrido

hoy, no quiero sufrir más mañana”. Por mucho que sea su mal humor,

no dejará de ser preciso sufrir, mañana y en los días siguientes, hasta

que esté curado; por tanto, si deben volver a vivir corporalmente,

vivirán y se reencarnarán; protestarán inútilmente, como un niño que

no quiere ir a la escuela o un condenado que no quiere ir a prisión,

pues, es necesario que pasen por ella. Semejantes objeciones son muy

pueriles para merecer un examen más serio. No obstante, diremos

para tranquilizarlos, que la Doctrina Espírita sobre la reencarnación

no es tan terrible como imaginan, si la hubiesen estudiado a fondo no

estarían tan asustados. Sabrían que las condiciones de esa nueva

existencia dependen de ellos; que será feliz o infeliz según lo que

hayan hecho en este mundo, y que pueden elevarse tanto, desde esta

vida, que no abrigarán temores de caer de nuevo en el lodazal.

Suponemos que hablamos con personas que creen en un futuro

cualquiera después de la muerte, y no con aquellas cuya perspectiva es

la nada, o que pretenden ahogar su alma en el todo universal, como las

gotas de lluvia en el océano, lo que viene a ser lo mismo. Si creéis,

pues, en un porvenir cualquiera, no admitiréis sin duda, que sea el mismo

para todos, pues de lo contrario, ¿cuál sería la utilidad del bien? ¿Por

qué reprimirse, y no satisfacer todas las pasiones, todos los deseos,

aunque fuese a costa de otros, puesto que no tendría consecuencias?

¿Creéis que semejante porvenir será más o menos feliz o infeliz

según lo que hayamos hecho durante la vida y desearéis, por

consiguiente, que sea lo más feliz posible, puesto que debe ser eterno?

¿Tendréis, acaso, la pretensión de ser uno de los hombres más perfectos

que existen en la Tierra y de tener, por ello, el derecho de alcanzar sin

dificultades la felicidad suprema de los elegidos? No. Luego admitís

que hay hombres que valen más que vosotros y que tienen derecho a

una mejor situación, sin que con eso estéis entre los condenados. ¡Muy

bien! Colocaos, por un instante, con el pensamiento, en esa situación

media que sería la vuestra, como lo admitís, y suponiendo que alguien

os diga: “Sufrís y no sois tan felices como podríais serlo, mientras

tenéis ante vosotros seres que disfrutan una felicidad perfecta, ¿queréis

cambiar vuestra posición con la de ellos? –Sin duda responderéis: ¿y

qué debo hacer para lograrlo?– Poco menos que nada, volver a empezar

lo que hicisteis mal y procurar hacerlo mejor. –¿Dudaríais en aceptarlo,

aunque fuese a costa de muchas existencias de pruebas? Pongamos

una comparación más prosaica. Si a un hombre que, sin ser un

pordiosero, sufre privaciones a causa de la escasez de sus recursos, se

le dijese: “He allí una inmensa fortuna de la que podéis disfrutar,

basta para ello, que trabajéis arduamente durante un minuto”. Aunque

fuese el más perezoso de la Tierra diría sin titubear: “Trabajemos un

minuto, dos, una hora, un día si fuere necesario. ¿Qué importa todo

eso si voy a terminar mi vida en la abundancia?” Y en efecto, ¿qué es

la duración de la vida corporal, comparada con la eternidad? Menos

que un minuto, menos que un segundo.

Hemos oído hacer este argumento: Dios, que es soberanamente

bueno, no puede condenar al hombre a empezar de nuevo una serie de

miserias y tribulaciones. ¿Acaso se puede sacar la conclusión de que

hay más bondad en condenar a un hombre a un sufrimiento perpetuo

por algunos momentos de error, que ofreciéndole medios de reparar

sus faltas? “Había dos fabricantes, cada uno de los cuales tenía un

obrero que podía aspirar a ser socio de su principal. Sucedió que, en

cierta ocasión, ambos obreros emplearon muy mal su jornada de

trabajo, mereciendo por ello ser despedidos. Uno de los dos fabricantes

despidió al obrero a pesar de sus súplicas, el cual no encontrando

trabajo murió en la miseria. El otro dijo al suyo: perdiste un día y me

debes otro en compensación. Ejecutaste mal tu trabajo y me debes

reparación. Te permito que vuelvas a empezarlo; procura hacerlo bien

y no te despediré y podrás continuar aspirando a la posición superior

que te prometí”. ¿Hay necesidad de preguntar cuál de los dos

fabricantes fue más humano? Y Dios, que es la misma clemencia,

¿será más inexorable que un hombre? La idea de que nuestro destino

queda eternamente decidido por algunos años de prueba, aun cuando

no haya dependido siempre de nosotros la consecución de la

perfección en la Tierra, tiene algo de doloroso, mientras que la idea

contraria es eminentemente consoladora, pues no nos arrebata la

esperanza. Así, pues, sin decidirnos ni en pro ni en contra de la

pluralidad de las existencias, sin dar predilección a una hipótesis o a

otra, diremos que, si podemos escoger, no existe nadie que prefiera

un juicio sin apelación. Un filósofo dijo que si Dios no existiera sería

necesario inventarlo para la felicidad del género humano; podría

decirse lo mismo de la pluralidad de existencias. Pero como dijimos,

Dios no nos pide permiso, ni consulta nuestro gusto; esto es o no es.

Veamos de que lado están las probabilidades y examinemos la materia

bajo otro aspecto, haciendo siempre abstracción de la enseñanza de

los Espíritus y considerándola únicamente como estudio filosófico.

Es evidente que, si no existe la reencarnación, sólo hay una

existencia corporal. Si nuestra actual existencia corporal es la única,

el alma de cada hombre es creada al nacer, a menos que se admita su

anterioridad, en cuyo caso se preguntaría lo que era el alma antes de

su nacimiento y si ese estado no constituiría de alguna forma una

existencia. No cabe término medio: o el alma existía o no existía antes

del cuerpo; si existía antes del cuerpo, ¿cuál era su situación? ¿Tenía

o no conciencia de sí misma? Si no tenía conciencia era como si no

existiese. Si tenía su individualidad, ¿era progresiva o estacionaria?

En uno y otro caso, ¿en qué grado se encontraba al ingresar en el

cuerpo? Admitiendo, de acuerdo con la creencia vulgar, que el alma

nace con el cuerpo, o lo que da lo mismo, que antes de su encarnación

no tenía sino facultades negativas, sentamos las siguientes cuestiones:

1 - ¿Por qué el alma manifiesta aptitudes tan diversas e

independientes de las ideas adquiridas por la educación?

2 - ¿De dónde proviene la actitud extranormal de ciertos niños

de cierta edad para tal arte, o ciencia, mientras otros no pasan de ser

incapaces o mediocres durante toda la vida?

3 - ¿De dónde proceden las ideas innatas o intuitivas de unos,

de las cuales carecen otros?

4 - ¿De dónde se originan en ciertos niños esos instintos

precoces de vicios o virtudes, esos sentimientos innatos de dignidad

o de bajeza, que contrastan con el medio en que han nacido?

5 - ¿Por qué, haciendo abstracción de la educación, están más

adelantados unos hombres que otros?

6 - ¿Por qué hay salvajes y hombres civilizados? Si adoptáis a

un niño hotentote recién nacido y lo educáis en los mejores colegios,

¿haréis de él algún día, un Laplace o un Newton?



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Respuesta Eliminar Mensaje  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: magicman497 Enviado: 30/12/2007 22:49
Fraternal Saludo, este mensaje hace ilusión a la reencarnación, es un estudio sobre la pluraidad de existencias sacado del Libro de los Espiritus de la codificación Kardeciana, donde Espiritus de Orden Superior se comunican con los hombres, nos comentan como es la vida despues de la muerte fisica, nos confirman la existencia de la reencarnación y nos explican porque es necesaria para nosotros.

Respuesta Eliminar Mensaje  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: magicman497 Enviado: 30/12/2007 22:49
Fraternal Saludo, este mensaje hace ilusión a la reencarnación, es un estudio sobre la pluraidad de existencias sacado del Libro de los Espiritus de la codificación Kardeciana, donde Espiritus de Orden Superior se comunican con los hombres, nos comentan como es la vida despues de la muerte fisica, nos confirman la existencia de la reencarnación y nos explican porque es necesaria para nosotros.


 
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