ELECCION DE LAS PRUEBAS
267 -–¿Podría el Espíritu hacer la elección durante el estado
corporal?
– Su deseo puede tener influencia, dependiendo de la intención;
pero, como Espíritu ve con frecuencia las cosas de muy diferente modo,
y es en ese estado que el Espíritu hace su elección. Pero, lo repetimos,
puede hacerla en su vida material, porque el Espíritu tiene siempre
momentos que es independiente de la materia que la habita.
– Muchas personas desean la grandeza y la riqueza, y
ciertamente no lo hacen ni como expiación, ni como prueba.
– Sin duda la materia es la que desea esa grandeza para
disfrutarla, así como el Espíritu las desea para conocer sus vicisitudes.
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– ¿Soporta el Espíritu constantemente pruebas, hasta alcanzar el estado de pureza perfecta?
– Sí, pero no son como las comprendéis vosotros, pues, llamáis
pruebas a las tribulaciones materiales. Pues, alcanzando cierto grado
el Espíritu, sin ser perfecto, ya no tiene más pruebas que soportar,
pero, tiene siempre deberes que lo ayudan a perfeccionarse y que no
le son nada penosos, pues a falta de otros, tendría el de ayudar a sus
semejantes a perfeccionarse.
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– ¿Puede equivocarse el Espíritu acerca de la eficacia de la prueba que eligió?
– Puede escoger una que sea superior a sus fuerzas y entonces
sucumbe; puede también elegir una que no le aproveche, como, por
ejemplo, un género de vida ocioso e inútil. En este caso, cuando
regresa al mundo de los Espíritus, percibe que nada ganó y pide otra
existencia para reparar el tiempo perdido.
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– ¿A qué se deben las vocaciones de algunas personas y su voluntad de seguir una carrera con preferencia de otra?
–Me parece que vosotros mismos podéis responder a esta
cuestión. ¿Acaso no es consecuencia de todo lo que dijimos sobre la
elección de las pruebas y sobre el progreso realizado en una existencia
anterior?
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– Estudiando el Espíritu, en estado errante las diversas condiciones con qué podrá progresar, ¿cómo piensa realizar su
progreso naciendo, por ejemplo, entre caníbales?
– Los Espíritus adelantados no nacen entre caníbales, sino los
de la misma naturaleza que éstos, o que le son inferiores.
Sabemos que nuestros antropófagos no están en el último grado de la
escala evolutiva y que existen mundos donde el embrutecimiento y la ferocidad
no tienen analogía en la Tierra. Semejantes Espíritus, son, pues, inferiores a los
más inferiores de nuestro mundo y encarnar entre nuestros salvajes es para ellos
un progreso, de la misma forma que sería un progreso para nuestros antropófagos
ejercer entre nosotros una profesión que no los obligase a derramar sangre
(*). Si no tienen más altas miras es porque la inferioridad moral no les permite la
comprensión de un progreso más completo. El Espíritu no puede avanzar sino
gradualmente; no puede salvar de un salto, la distancia que separa la barbarie de
la civilización, y en este hecho vemos una de las necesidades de la reencarnación,
que está verdaderamente conforme con la justicia de Dios. Pues de otra forma,
¿qué sería de esos millones de seres que mueren cada día en el último estado de
degradación, si no tuviesen medios de alcanzar la superioridad? ¿Por qué Dios
los desheredaría de los beneficios concedidos a los otros hombres?
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– Los Espíritus que proceden de un mundo inferior a la Tierra, o de un pueblo muy atrasado, como los caníbales, por ejemplo,
¿podrían nacer entre pueblos civilizados?
– Sí, los hay que se extravían queriendo subir muy alto; pero,
entonces se encuentran desajustados entre vosotros, porque tienen
costumbres e instintos contrapuestos a los vuestros.
Esos seres nos ofrecen el triste espectáculo de la ferocidad dentro de la
civilización. El regresar junto a los caníbales no será para ellos una caída, pues
no harán otra cosa que volver a su lugar, tal vez con mayor provecho.
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– Un hombre perteneciente a una raza civilizada, ¿podría por expiación encarnar en una raza salvaje?
– Sí; pero esto depende del género de expiación. Un amo que
fue duro con sus esclavos, podrá a su vez ser esclavo y sufrir los
malos tratos que hizo soportar a otros. El que mandaba en cierta
época puede, en una nueva existencia, obedecer a los que se
humillaban ante su voluntad. Será una expiación si abusó de su poder
y Dios puede imponérsela. Un Espíritu bueno puede también, escoger
una existencia influyente entre esos pueblos para ayudarles a
progresar y entonces desempeña una misión.