RECUERDO DE LA EXISTENCIA CORPORAL
304 – ¿Recuerda el Espíritu su existencia corporal?
– Sí; es decir, que habiendo vivido muchas veces como hombre,
recuerda lo que ha sido, y te aseguro que a veces se ríe con lástima
de sí mismo.
Como el hombre que, llegado a la edad de la razón, se ríe de las locuras
de la adolescencia o de las puerilidades de su infancia.
305
– El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al Espíritu, después de la muerte, de un modo completo e inesperado?
– No, le aparece poco a poco, como algo que sale entre las
brumas y a medida que fija en ello su atención.
306
– ¿Recuerda el Espíritu detalladamente todos los sucesos de su vida, o abraza el conjunto de una ojeada retrospectiva?
– Recuerda las cosas en proporción a las consecuencias que
producen a su estado de Espíritu; pero comprenderás que hay
circunstancias de su vida a las que no da importancia alguna y de las
cuales ni siquiera procura acordarse.
– ¿Podría acordarse de ellas si quisiera?
– Puede recordarse de los detalles y de los incidentes más
minuciosos, bien sea de los acontecimientos o hasta de los
pensamientos; pero cuando eso no trae utilidad, no procura
recordarse.
– ¿Entrevé el Espíritu la finalidad de la vida terrena en relación
con la vida futura?
– Ciertamente que la ve y le comprende mucho mejor que
cuando estaba encarnado; comprende la necesidad de purificarse
para alcanzar el infinito y sabe que en cada existencia se libra de
algunas impurezas.
307
– ¿Cómo se plasma la vida pasada en la memoria del Espíritu? ¿Por un esfuerzo de su imaginación o como un cuadro que
tiene ante los ojos?
– De una y otra manera; pues todos los actos cuyo recuerdo le
interesa viven en él como si estuviesen presentes. Los otros permanecen
más o menos en la vaguedad de su mente o totalmente olvidados.
Cuanto más se desmaterializa, menos importancia atribuye a las cosas
materiales. Con frecuencia, evocas a un Espíritu errante, que acabó
de dejar la Tierra y que no recuerda los nombres de las personas que
amó, ni los detalles que te parecen importantes; es que poco le
interesan y caen en el olvido. Lo que recuerda muy bien son los hechos
principales que lo ayudan a mejorarse.
308
– ¿Recuerda el Espíritu todas las existencias precedentes a la última que acaba de vivir?
– Todo su pasado se descorre ante él como etapas del camino
que ya recorrió el viajero. Pero dijimos que no se recuerda de manera
absoluta de todos sus actos, sino en razón de la influencia que tienen
sobre su estado presente. Respecto a las primeras existencias, las
que pueden considerarse como la infancia del Espíritu, se pierden en
la vaguedad y desaparecen en la noche del olvido.
309
– ¿De qué manera considera el Espíritu el cuerpo que acaba de dejar?
– Como un vestido incómodo que le molestaba, sintiéndose
feliz, por estar libre de él.
– ¿Qué sentimiento le despierta el espectáculo de su cuerpo
descomponiéndose?
– Casi siempre de indiferencia, como por una cosa que ya no
tiene.
310
– Al cabo de cierto tiempo, ¿reconoce el Espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?
– Algunas veces, lo que depende del punto de vista más o menos
elevado bajo el cual considera las cosas terrestres.
311
– El respeto que se tiene de las cosas materiales que quedan del Espíritu, ¿llama su atención acerca de ellas y ve con gusto
semejante respeto?
– Siempre se considera feliz el Espíritu de que se acuerden de
él. Las cosas que de él se conservan le recuerdan a vuestra memoria;
pero el pensamiento es lo que le atrae a vosotros y no sus objetos.
312
– ¿Conservan los Espíritus el recuerdo del sufrimiento que han experimentado durante su última existencia corporal?
– Con frecuencia, conservan ese recuerdo que les hace apreciar
mejor el valor de la felicidad que pueden disfrutar como Espíritus.
313
– El hombre que fue feliz en este mundo, ¿echa de menos sus placeres, cuando deja la Tierra?
– Sólo los Espíritus inferiores pueden echar de menos alegrías
que se armonizan con su imperfección y que expían con sus
sufrimientos. Para los Espíritus elevados es mil veces preferible la
dicha eterna a los efímeros placeres de la Tierra.
Como el hombre adulto que desprecia lo que encontraba delicioso en su
infancia.
314
– El que con un fin útil ha empezado grandes trabajos que ha visto interrumpidos por la muerte, ¿siente en el otro mundo no
haberlos acabado?
– No, porque ve que otros están destinados a terminarlos.
Por el contrario, procura influir en otros Espíritus humanos para
que los continúen. Su objetivo en la Tierra era el bien de la
Humanidad; pues bien, ese objetivo es el mismo en el mundo de los
Espíritus.
315
– El que dejó obras de arte o de literatura, ¿conserva por ellas el mismo amor que durante la vida?
– Según su elevación, las juzga bajo otro punto de vista y con
frecuencia condena lo que antes más admiraba.
316
– ¿Se interesa aún el Espíritu por los trabajos que se ejecutan en la Tierra por el progreso de las artes y las ciencias?
– Eso depende de su elevación o de la misión que pueda
desempeñar. Lo que os parece magnífico, es con frecuencia
insignificante para ciertos Espíritus y lo admiran como el sabio la
obra de un escolar. Examinan lo que puede probar la elevación de
los Espíritus encarnados y su progreso.
317
– ¿Conservan los Espíritus, después de la muerte, el amor a la patria?
– Es siempre el mismo principio: para los Espíritus elevados,
la patria es el Universo; en la Tierra lo es el lugar donde hay más
personas que le son simpáticas.
La situación de los Espíritus y su modo de apreciar las cosas varía hasta
lo infinito, en proporción al grado de su desarrollo moral e intelectual. Los
Espíritus de orden elevado, generalmente, se detienen por poco tiempo en la
Tierra. Todo lo que en ella se hace es tan mezquino en comparación con la
magnificencia de lo infinito y son tan pueriles a sus ojos las cosas a que los
hombres dan la mayor importancia, que pocos atractivos encuentran, a menos
que sean llamados con la mira de que cooperen al progreso de la Humanidad.
Los Espíritus de orden intermedio vienen a la Tierra con más frecuencia, aunque
consideran las cosas desde más elevado punto de vista que durante la vida. Los
Espíritus vulgares son en cierto modo sedentarios en ella y constituyen la masa
de la población ambiente del mundo invisible; conservan, con poca diferencia,
las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que tenían bajo
su envoltura corporal; toman parte en nuestras reuniones, en nuestras ocupaciones
y en nuestras diversiones, en las que participan más o menos activamente, según
su carácter. No pudiendo satisfacer sus pasiones, gozan con los que se entregan
a ellas y los excitan. Entre ellos, los hay más graves que miran y observan para
instruirse y perfeccionarse.
318
– ¿Se modifican las ideas de los Espíritus en estado de desencarnados?
– Mucho. Pues sufren modificaciones muy grandes a medida
que el Espíritu se desmaterializa. Puede a veces conservar por largo
tiempo las mismas ideas; pero la influencia de la materia disminuye
poco a poco y ve las cosas más claramente. Entonces es cuando busca
los medios de mejorarse.
319
– Puesto que el Espíritu ha vivido ya la vida espírita, antes de su encarnación, ¿de dónde procede su admiración al entrar en el
mundo de los Espíritus?
– No pasa de ser efecto del primer momento y de la turbación
que sigue al despertar; pero más tarde se reconoce perfectamente, a
medida que se le presenta el recuerdo del pasado y se borra la
impresión de la vida terrestre. (163 y siguientes).