48. Sistema uniespiritista o monoespiritista.
Una variedad del sistema optimista, consiste en la creencia de que un solo
Espíritu se comunica con los hombres, y que este Espíritu es el
Cristo, quien es el protector de la Tierra. Cuando se ven
comunicaciones de la más baja trivialidad, de una grosería irritante,
llenas de malevolencia y de maldad, habría profanación e impiedad
en suponer que pudiesen dimanar del Espíritu del bien por
excelencia. Además, si aquellos que lo creen no hubiesen tenido
jamás sino comunicaciones irreprochables, se concebiría su
ilusión; pero la mayor parte conviene en haberlas tenido muy
malas, lo que explican diciendo, que es una prueba que el buen
Espíritu les hace sufrir, dictándoles cosas absurdas; de este modo,
mientras los unos atribuyen todas las comunicaciones al diablo,
quien puede decir cosas buenas para tentar, otros creen que sólo
Jesús se manifiesta, y que puede decir cosas malas para probar.
Entre estas dos opiniones tan inversas, ¿quién fallará? El buen
sentido y la experiencia. Decimos la experiencia, porque es
imposible que los que profesan ideas tan exclusivas lo hayan visto
todo como debe verse.
Cuando se les oponen los hechos de identidad que atestiguan
la presencia de parientes, amigos o conocidos por las
manifestaciones escritas, visuales u otras, responden que es
siempre el mismo Espíritu, el diablo según los unos, el Cristo
según los otros, que toma todas las formas; pero no nos dicen por
qué no pueden comunicarse los otros Espíritus, ni con qué objeto
el Espíritu de Verdad vendrá a engañarnos presentándose bajo
falsas apariencias, a burlarse de una pobre madre, haciéndole creer
mintiendo, que él es el hijo por quien llora. La razón rehusa admitir
que el Espíritu Santo se rebaje, ejecutando semejante comedia.
Por otra parte, negar la posibilidad de cualquiera otra
comunicación, ¿no es quitar al Espiritismo lo que tiene de más
dulce: el consuelo de los afligidos? Digamos sencillamente que
dicho sistema es irracional, y no puede sostener un examen severo.
49.
Sistema multiespiritista o poliespiritista. Todos los sistemas que hemos examinado, sin exceptuar los que son en
sentido negativo, se apoyan en algunas observaciones, pero
incompletas o mal interpretadas. Si una casa es de color encarnado
por un lado, y blanca de otro, aquel que no la haya visto sino de
un lado afirmará que es encarnada, el otro dirá que es blanca: los
dos se engañarán y tendrán razón; pero el que haya visto la casa
por ambos lados dirá que es encarnada y blanca, y sólo él estará
en lo verdadero. Lo mismo sucede en cuanto a la opinión que se
forma del Espiritismo: puede ser verdadera bajo ciertos aspectos,
y falsa si se generaliza lo que es sólo parcial, si se toma por regla
lo que es sólo la excepción, por el todo lo que no es sino la parte.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 55
Por esto decimos que el que quiera estudiar seriamente esta ciencia,
debe ver mucho y largo tiempo; sólo el tiempo le permitirá coger
los detalles, observar los matices delicados, notar una multitud de
hechos característicos que serán para él rayos de luz; pero si se
detiene en la superficie, se expone a formar un juicio prematuro,
y por consiguiente erróneo. He aquí las consecuencias generales
que se han deducido de una observación completa, y que forman
ahora la creencia, se puede decir, de la universidad de los
espiritistas, porque los sistemas restrictivos sólo son opiniones
aisladas.
1º Los fenómenos espiritistas son producidos por
inteligencias extra-corporales, o sea por los Espíritus.
2º Los Espíritus constituyen el mundo invisible; están por
todas partes; cubren los espacios hasta lo infinito, los hay sin cesar
alrededor nuestro, con los cuales estamos en contacto.
3º Los Espíritus reaccionan incesantemente sobre el mundo
físico y sobre el mundo moral, y son una de las potencias de la
Naturaleza.
4º Los Espíritus no son seres aparte en la creación; son las
almas de aquellos que han vivido sobre la Tierra o en otros mundos,
y que han dejado su envoltura corporal; de donde se sigue que las
almas de los hombres son Espíritus encarnados, y que muriendo
venimos a ser Espíritus.
5º Hay Espíritus de todos los grados de bondad y de malicia,
de saber y de ignorancia.
6º Todos están sometidos a la ley del progreso, y todos
pueden llegar a la perfección; pero como tienen su libre albedrío,
llegan en un tiempo más o menos largo, según sus esfuerzos y su
voluntad.
7º Son dichosos o desgraciados, según el bien o el mal que
han hecho durante su vida, y el grado de adelantado a que han
56 ALLAN KARDEC
llegado. La dicha perfecta y sin mezcla sólo pertenece a los
Espíritus que llegan al supremo grado de perfección.
8º Todos los Espíritus, en circunstancias dadas, pueden
manifestarse a los hombres; el número de los que pueden
comunicarse es indefinido.
9º Los Espíritus se comunican a través de médiums, que les
sirven de instrumentos y de intérpretes.
10º Se reconoce la superioridad o inferioridad de los
Espíritus en su lenguaje: los buenos sólo aconsejan el bien y no
dicen sino cosas buenas: todo atestigua en ellos la elevación; los
malos engañan y todas sus palabras llevan el sello de la
imperfección y de la ignorancia.
Los diferentes grados que recorren los Espíritus están
indicados en la
Escala Espírita (El libro de los Espíritus, Libro. II, Cap. I, nº 100). El estudio de esta clasificación es indispensable
para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan,
sus buenas y malas cualidades.
50.
Sistema del alma material. Consiste únicamente en una opinión particular sobre la naturaleza íntima del alma. Según esta
opinión, el alma y el periespíritu no serían dos cosas distintas o,
por mejor decir, el periespíritu no sería otro que la misma alma,
depurándose gradualmente por las diversas transmigraciones,
como el alcohol se depura por las diversas destilaciones, mientras
que la Doctrina Espírita considera al periespíritu como la envoltura
fluídica del alma o del Espíritu. Siendo el periespíritu una materia,
aunque muy etérea, el alma sería de este modo de una naturaleza
material más o menos esencial según el grado de su depuración.
Este sistema no invalida ninguno de los princípios
fundamentales de la Doctrina Espírita, porque nada cambia el
destino del alma; las condiciones de su felicidad futura son siempre
las mismas; el alma y el periespíritu forman un todo, bajo el nombre
de Espíritu, como el germen y el perispermo los forman bajo el
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 57
nombre de fruto; toda la cuestión se reduce a considerar el todo
como homogéneo en lugar de formarse de dos partes distintas.
Como se ve, de eso no se deduce ninguna consecuencia, y
no hubiéramos hablado de ello si no hubiésemos encontrado
personas inclinadas a ver una nueva escuela en lo que en definitiva
sólo es una simple interpretación de palabras. Esta opinión, muy
restringida por cierto, aunque fuese más general, no constituiría
una escisión entre los espiritistas, así como las dos teorías de la
emisión o de las ondulaciones no la constituyen entre los físicos.
Los que quisieran formar partido separado por una cuestión tan
pueril, probarían, por lo mismo, que dan más importancia a lo
accesorio que a lo principal, y que están conducidos a la desunión
por Espíritus que no pueden ser buenos, porque los buenos jamás
aconsejan la acritud y la cizaña; por esto invitamos a todos los
verdaderos espiritistas a ponerse en guardia contra semejantes
sugestiones, y a no dar a ciertos detalles más importancia que la
que merecen, lo esencial está en el fondo.
Sin embargo, creemos un deber decir en pocas palabras, en
qué se apoya la opinión de aquellos que consideran el alma y el
periespíritu como dos cosas distintas. Se funda en la enseñanza
de los Espíritus, que jamás han variado sobre el particular;
hablamos de los Espíritus ilustrados, porque entre ellos los hay
que no saben ni más ni menos que los hombres, mientras que la
teoría contraria es una concepción humana. Nosotros no hemos
inventado ni supuesto el periespíritu para explicar los fenómenos;
su existencia se nos ha revelado por los Espíritus, y la observación
nos la ha confirmado (
El libro de los Espíritus, número 93). Se apoya además sobre el estudio de las sensaciones entre los Espíritus
(
El libro de los Espíritus, número 257) y sobre todo en el fenómeno de las apariciones tangibles, que implicaría, según la otra opinión,
la solidificación y desagregación de las partes que constituyen el
alma, y a consecuencia su desorganización. Sería menester también
admitir que esta materia que puede hacerse sensible a los sentidos,
es, por sí misma, el principio inteligente, lo que no es más racional
58 ALLAN KARDEC
que confundir el cuerpo con el alma, o el vestido con el cuerpo. En
cuanto a la naturaleza íntima del alma, no es desconocida. Cuando
se dice que es
inmaterial es preciso entenderlo en el sentido relativo y no absoluto, porque la inmaterialidad absoluta sería la nada; luego
el alma o el Espíritu es alguna cosa; se quiere decir que su esencia
es de tal modo superior que no tiene ninguna analogía con lo que
nosotros llamamos materia y que así para nosotros es inmaterial..
(
El libro de los Espíritus, números 23 y 82). 51.
He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un Espíritu:
Lo que los unos llaman periespíritu no es otra cosa que lo
que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para
hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido
es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de
las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus
inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente
inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los
sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden
padecer los Espíritus superiores, atendido a que los fluidos
terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir,
del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de
un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor
decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros,
Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con
vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo a vuestro
periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita
variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto
de vista científico, esto es, la esencia misma del periespíritu; este
es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará
una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es
inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo
conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El
periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 59
el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no
vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis,
acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el
periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. –
LAMENNAIS.
Pues si los Espíritus que pueden considerarse como
avanzados no han podido aún sondear la naturaleza del alma,
¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es, pues, perder el
tiempo en querer escudriñar el principio de las cosas, que así como
hemos dicho en
El libro de los Espíritus (números 17 y 49) está en los secretos de Dios. Pretender ojear con ayuda del Espiritismo
lo que aún no es competencia de la Humanidad, es separarle de su
verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiere saber tanto
como el anciano. Que el hombre haga servir el Espiritismo para
su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una
curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no
le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse
mejor. Los Espíritus que han dictado el libro que lleva su nombre,
han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al
principio de las cosas, en los límites que Dios nos permite penetrar,
dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la
responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más
seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como
tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho
precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el
porvenir que le espera, y por tanto animarle al bien. (Véase a
continuación, en la Segunda Parte, el capítulo Primero: Acción
de los Espíritus sobre la materia).