Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron
Al oír este texto, nos sentimos tentados a pensar en aquellos que allí no le acogieron; pero S. Juan no hace referencia sólo a los de aquel tiempo sino que, felizmente, tan suyos eran ellos como nosotros.
Cada uno va observando la resistencia que hay en él para amar, para ser libres, honestos, para estar en unión, para acoger.
Hora tras hora en el Silencio tenemos oportunidad de que esas resistencias se vayan diluyendo, evaporando.
Y es en la medida que esas resistencias desaparecen, en la que recuperamos la verdad de nuestra condición de hijos de la verdad, nuestra condición de hijos del Dios de la Vida.
La actividad silenciosa es un camino donde se rescata esa cualidad de ser hijos del Dios de la Vida.
Es una aspiración legítima a la que nos abrimos en el Silencio.
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(De mi correo)