Página de Amor
Mãezinha Querida.
Vuelvo hoy a recogerte.
Hube querido traerte flores que te mostraran toda la extensión
de mi afecto, pero, por encima de todo, vengo a agradecerte el
diluvio de los pétalos de amor con que me alentaste la vida.
Hube deseado ofrecerte las perlas más lindas del mundo
significando gratitud, sin embargo, pienso en el tesoro de
lágrimas que
mi experiencia te costó y debo jubilar-me con el
privilegio de fitar-te simplemente.
Sé ahora cuanto te dolieron mis anhelos de libertad.
Oí conceptos diversos, induciéndome a la independencia y
creí un día, que la desvinculação se basara en la necesidad
de romper con todas las fuerzas que me estructuraron la
existencia.
Y porque nadie me quiso tanto cuanto me quieres,
concentré sobre ti mis impulsos de agresividad inconsciente.
Soñé con la emancipación, ignorando cómo escoger
los medios de conquistarla y te acusé.
Te dijo que aspiraba a caminar con mi propia autenticidad,
alegué que me prendías, que el tuyo encariño me torturaba
y que el mundo me hube hecho libre.
Me oiste en silencio y, mientras mis frases contundentes
te afligían, rogabas Dios me bendijera, ante los nuevos caminos.
Me olvidé de que necesitabas amarme casi hasta la locura
para soportarme, por tanto tiempo, en los propios brazos,
día por día, con abnegación y renuncia, hasta que yo
pudiera adquirir a libertad que hoy disfruto,
incluso para herirte!...
Todo olvidé, sin embargo, el mundo, por donde anduve,
me enseñó a percibir cuánto me amas.
Nada vi en la Tierra que se pareciera contigo,
que te alquebraste alegremente, a fin de que yo viniera y
que te borrara de modo a cercarme constantemente de luz.
Hoy vuelvo a verte para sentir Dios más cerca.
Me transformé, Mãezinha!...
El tiempo me renovó, sin embargo, siento inmensas
añoranzas de tuyo cariño. Me cura el cansancio con tus
palabras de comprensión, ameniza el rigor de las luchas que
cargo con tu bálsamo de bondad y me perdona el llanto de
alegría en que se me ahoga el pensamiento, a lo pedirte, de nuevo,
esperanza y consuelo.
Agasalha-me el corazón en tu corazón y, guardándome
en lo pego, deja que yo te bese con la ternura de la infncia,
mientras me abrazas para repetirme, otra vez: - Dios te bendiga!...
Dios te haga feliz!
Meimei
Libro Los Dos Mayores Amores
- Psicografia Chico Xavier - Autores Diversos
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