Victoria Lucía
Aristizábal
La palabra “recordar” viene del
latín “recordari” formado de re(de nuevo) y cordis(corazón),
significa “volver a pasar por el corazón” luego voy a volver a pasar
por mi corazón aquello que necesito despertar.
Es imposible escapar de esta
mirada, la que abro diariamente para “despertar” para hacer posible
que mis ojos observen externamente la ubicación de mi espacio e
internamente lo que estoy dispuesta a hacer en los instantes
siguientes y mis ojos alados vuelan mientras mi mente busca erguirse
para conmoverse buscando un estadio que haga posible que mi vida
tenga sentido y significado y mientras mi cuerpo se dilata y se
incorpora doy gracias a Dios por estrenar un nuevo día y en mi
actual soledad me encuentro asida a Su Presencia y al amor
conjuntamente que son los dos pilares que sostienen mi vida para
arrancarla y le ruego me de la posibilidad de hacerlo minimizando
las debilidades propias.
Surgen en mi mente las ideas que
revolotean para ejecutar este noble ejercicio de escribir y acudo al
corazón que en su mente me presta la sensibilidad y en la mente
donde su corazón me impulsa la intuición y la imaginación y acaricio
las palabras cuando ya tengo más claridad acerca de lo que deseo
escribir. Siento un sabor agradable cuando pienso que la idea puede
tener repercusión, puede ser útil y recuerdo que hay en mi memoria
datos importantes que volverán a pasar por mi corazón para honrar la
conquista de la paz de mi alma, todo el camino que he transitado
para poder lograrla, dominando el candor de las energías que ciñeron
con dolor mis experiencias y poder evaluar hoy a la luz de la
certeza lo que he podido superar, lo que en esta vasija corpórea
bullía y hervía para lograr el poder dentro de mi y eliminar el que
estuvo fuera de mi, cuando sentí que el juicio no me fue grato,
cuando se polarizaron los sentimientos, cuando entraba en sopor mi
voluntad dominada por tristezas y en esta ronda de recuerdos, la
campana pulsa mi laúd y besa mi conciencia.
Hoy quiero “recordar” al “buen
amor”, a esta sustancia, esencia y potencia que ha nutrido la
posibilidad de que yo sea, que yo pueda vincularme a todo lo que me
ha significado el pleno desarrollo de mi existencia. Vuelvo a pasar
por mi corazón todos los seres buenos con quienes a través de mi vida estuve
en contacto y me amaron, me valoraron y me motivaron para que yo
fuera un mejor ser humano, todo lo que decidí que era bueno para mi,
esos impulsos a los que atendí para adorar la música, la pintura, la
escritura, la lectura, la cercanía afectiva a mis seres queridos, el
amor por el estudio y el amor de Dios, todo esto y más quiero
recordar para revitalizar el corazón y que la belleza de su
expresión descubra su forma exquisita en la soledad de la nada para
ser la conocedora de lo conocido, la observadora de lo observado,
para que la eternidad se vuelva en verde campo de tiempo y espacio;
amor, el jardín de la vida, el jardín de este mundo con su rama,
hoja y fruto revelándome todo aspecto de su perfección porque
siempre que la belleza mira el amor esta allí, pasa por el corazón
recordando que el amor enciende su fuego con sus llama, que el amor
viene y encuentra un corazón en cuerpo y alma, porque juntos han
estado desde el principio de los tiempos, lado a lado y paso a
paso.
Hay una observación contemplativa
en este “recordar”, una identificación con el sol porque el me habla
ahora de sus posibles emanaciones próximas a la tierra como
diciéndome y cuestionándome:
¿Quién se desgasta sin
gastarse?
¿Quién con energía desbordante me
calienta?
¿Quién me ilumina mis días y me
regala las noches?
¿Quién llena de verdes los caminos
y de flores las jornadas?
¿Quién controla mis años y mis
días?
¿Quién vuelve nutricios mis áridos
suelos?
¿Quién agita los mares y mueve los
vientos?
¿Quién mantiene los luceros
planetarios tan brillantes?
¿Quién ilumina las montañas, los
mares y los llanos?
¿Quién ha pintado de colores tan
variados los espacios?
Así con estas preguntas me
cuestiono mi “recordar” en el sol de mi corazón, cuando recuerdo las
experiencias que me desgastaron, las energías desbordantes que me
calentaron, el amor que iluminó mis días y me regaló noches, las
semillas que planté con certeza en los caminos para que me
germinaran las flores que hoy en mis virtudes cosecho. Mi tiempo sin
tiempo, mis momentos nutricios en áridos suelos, cuando tuve que
aprender del dolor y transformarlo en aprendizaje sorprendente que
me dio la madurez. Y cuando mi vida se agitó como los mares y los
vientos siempre llegué a puerto aun en medio del cansancio o en
medio de la frustración pensando que no lo superaría y en la Luz de
Dios que llena de colores todos mis espacios es allí donde hoy
siento la plenitud de una vida que puedo mirar sin arrepentimientos
y si como su amante y creadora, llena de riqueza espiritual y de
prosperidad.
EN AMOR Y LUZ
Bogotá Colombia
Noviembre 8 de 2011